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Las Puertas De La Percepcion

felipea8 de Octubre de 2013

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Si las puertas de la percepción quedaran depuradas,

todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito.

William Blake

Fue en 1886 cuando el farmacólogo alemán Ludwig Lewin publicó el primer estudio

sistemático del cacto, al que se dio luego el nombre, del propio investigador, Anhalonium

Lewinii, nuevo para la ciencia. Para la religión primitiva y los indios de México y del Sudoeste

de los Estados Unidos, era un amigo de tiempo inmemorial. Era, en realidad, mucho mas que

un amigo. Según uno de los primeros visitantes españoles del Nuevo Mundo, esos indios

"comen una raíz que llaman Peyotl y a la que veneran como a una deidad".

La razón de que la veneraran como a una deidad quedó de manifiesto cuando psicólogos tan

eminentes como Jaensch, Havelock Ellis y Weir Mitchell iniciaron sus experimentos con la

mescalina, el principio activo del peyotl. Cierto es que se detuvieron mucho antes de llegar a la

idolatría, pero todos ellos coincidieron en asignar a la mescalina un puesto entre las drogas

más distinguidas. Administrada en dosis adecuadas, cambiaba la cualidad de la conciencia más

profundamente -siendo al mismo tiempo menos tóxica- que cualquier otra sustancia del

repertorio de la farmacología.

La investigación sobre la mescalina ha continuado de modo intermitente desde los días de

Lewin y Havelock Ellis. Los químicos no. se han limitado a aislar el alcaloide; han aprendido

también a sintetizarlo, en forma que las existencias no dependan ya de las dispersas e

intermitentes entregas de un cacto del desierto. Los alienistas se han dosificado a si mismos

con mescalina, movidos por la esperanza de llegar así a una comprensión mejor, una

comprensión directa, de los procesos mentales de sus pacientes. Aunque trabajando por

desgracia con muy pocos sujetos y en una muy limitada variedad de circunstancias, los

psicólogos han observado y catalogado algunos de los más notables efectos de la droga.

Neurólogos y fisiólogos han averiguado algo acerca de cómo actúa sobre el sistema nervioso

central. Y un filósofo profesional por lo menos ha tomado mescalina para ver qué luz arroja

sobre ciertos viejos enigmas no resueltos, como el lugar de la inteligencia en la naturaleza y la

relación entre el cerebro y la conciencia.

2

Las cosas quedaron así hasta que, hace dos o tres años, se observó un hecho nuevo y tal vez

muy significativo. En realidad, era un hecho que había estado a la vista de todos desde hacía

varias décadas; sin embargo, fuera como fuere, nadie lo advirtió hasta que un joven psiquiatra

inglés, que actualmente trabaja en el Canadá, se fijó en la estrecha semejanza que existe, en

composición química, entre la mescalina y la adrenalina. Ulteriores investigaciones revelaron

que el ácido lisérgico, un alucinógeno muy poderoso que se obtiene del cornezuelo del

centeno, tiene con ambas una relación bioquímica estructural. Luego vino el descubrimiento

de que el adrenocromo, que es un producto de la descomposición de la adrenalina, puede

producir muchos de los síntomas observados en la intoxicación con mescalina. Pero el

adrenocromo se produce probablemente de modo espontáneo en el cuerpo humano. En otros

términos, cada uno de nosotros es capaz de producir una sustancia química de la que se sabe

que, aun administrada en dosis diminutas, causa profundos cambios en la conciencia. Algunos

de estos cambios son análogos a los que se manifiestan en la plaga más característica del siglo

XX, la esquizofrenia. ¿Es que el desorden mental tiene por causa un desorden químico? Y ¿el

desorden químico se debe a su vez a angustias psicológicas que afectan a las suprarrenales?

Sería imprudente y prematuro afirmarlo. Lo más que podemos decir es que se ha llegado a

algo parecido a un caso prima facie. El indicio está siendo tratando sistemáticamente y los

sabuesos bioquímicos, psiquiatras, psicólogos, siguen la pista. Por una serie de circunstancias,

yo me vi de lleno en esta pista en la primavera de 1953. Uno de los sabuesos había venido por

asuntos suyos a California. A pesar de los setenta años de investigación sobre la mescalina, el

material psicológico a su disposición era todavía absurdamente insuficiente y el hombre

deseaba mucho aumentarlo. Yo estaba allí y dispuesto -deseándolo muy de veras- a actuar de

conejillo de Indias. Es así como en una luminosa mañana de mayo ingerí cuatro décimas de

gramo de mescalina a esperar los resultados.

Vivimos juntos y actuamos y reaccionamos los unos sobre los otros, pero siempre, en todas las

circunstancias, estamos solos. Los mártires entran en el circo tomados de la mano, pero son

crucificados aisladamente. Abrazados, los amantes tratan desesperadamente de fusionar sus

aislados éxtasis en una sola autotrascendencia, pero es en vano. Por su misma naturaleza, cada

espíritu con una encarnación está condenado a padecer y gozar en la soledad. Las sensaciones,

los sentimientos, las intuiciones, imaginaciones y fantasías son siempre cosas privadas y, salvo

por medio de símbolos y de segunda mano, incomunicables. Podemos formar un fondo común

de información sobre experiencias, pero no de las experiencias mismas. De la familia de la

nación, cada grupo humano es una sociedad de universos islas.

La mayoría de los universos islas tienen las suficientes semejanzas entre sí para permitir la

comprensión por inferencia y hasta la empatía o "dentro del sentimiento". Así, recordando

nuestras propias aflicciones y humillaciones, podemos condolernos de otros en análogas

circunstancias, podemos ponernos -siempre, desde luego, un poco al estilo Pickwick- en su

lugar. Pero, en ciertos casos, la comunicación entre universos es incompleta o hasta

inexistente. La inteligencia es su propio lugar y los lugares habitados por los insanos y los

excepcionalmente dotados son tan diferentes de aquellos en que viven los hombres y mujeres

corrientes, que hay poco o ningún terreno común de memoria que pueda servir de base para

la comprensión o la comunidad de sentimientos. Se pronuncian palabras, pero son las palabras

que no ilustran. Las cosas y acontecimientos a que los símbolos hacen referencia pertenecen a

campos de experiencia que se excluyen mutuamente.

3

Vernos a nosotros mismos como los demás nos ven es un don en extremo conveniente.

Apenas es menos importante la capacidad de ver a los demás como ellos mismos se ven. Pero

¿que pasa si los demás pertenecen a una especie distinta y habitan en un universo

radicalmente extraño? Por ejemplo, ¿como puede el cuerdo llegar a saber lo que realmente se

siente cuando se está loco? 0, a menos que también se haya nacido visionario, médium o genio

musical, ¿cómo podemos visitar los mundos en los que Blake, Swedenborg o Johann Sebastián

Bach se sentían en su casa? Y ¿cómo puede un hombre que se halla en los límites extremos de

la ectomorfia y cerebrotonía ponerse en el lugar de otro situado en los límites de la

endomorfia o viscerectonía o, salvo en ciertas zonas muy circunscriptas, compartir los

sentimientos de quien se encuentra en los límites de la mesomorfia o somatotonía? Supongo

que estas preguntas carecen de sentido para el behaviourista sin paliativos, atento únicamente

a los comportamientos. Pero, para quienes teóricamente creen lo que en la práctica saben que

es verdad -concretamente, que hay un interior para la experiencia, lo mismo que un exterior-,

los problemas planteados son problemas reales, tanto más graves cuanto que algunos son

completamente insolubles y otros solubles tan sólo en circunstancias excepcionales y por

métodos que no están al alcance de cualquiera. Así, parece virtualmente indudable que nunca

sabré qué se siente cuando se es un Sir John Falstaff o un Joe Louis. En cambio, siempre me a

parecido que, por ejemplo, mediante la hipnosis o la autohipnosis, por medio de una

meditación sistemática o también tomando la droga adecuada, es posible cambiar mi modo

ordinario de conciencia hasta el punto de quedar en condiciones de saber, desde dentro, de

qué hablan el visionario, el médium y hasta el místico.

Por lo que había leído sobre las experiencias con la mescalina, estaba convencido por

adelantado de que la droga me haría entrar, al menos por unas cuantas horas, en la clase de

mundo interior descrito por Blake y A. E. Pero no sucedió lo que yo había esperado. Yo había

esperado quedar tendido con los ojos cerrados, en contemplación de visiones de geometrías

multicolores, de animadas arquitecturas llenas de gemas y fabulosamente bellas, de paisajes

con figuras heroicas, de dramas simbólicos, perpetuamente trémulos en los lindes de la

revelación final. Pero no había tenido en cuenta, era manifiesto, las idiosincrasias de m¡

formación mental, los hechos de mi temperamento, mi preparación y mis hábitos.

Soy y, en cuanto puedo recordar, he sido siempre poco imaginativo. Las palabras, aunque sean

las preñadas palabras de los poetas, no evocan imágenes

...

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