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Los Arboles.


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2012  •  1.666 Palabras (7 Páginas)  •  329 Visitas

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Mariano José de Larra nació el 24 de marzo de 1809 en Madrid, en la calle de Segovia, donde estaba situada la antigua Casa de la Moneda. En ella trabajaba su abuelo. Sus padres fueron Mariano de Larra y Langelot y su segunda esposa, María de los Dolores Sánchez de Castro. El padre, que era médico, se distinguió como afrancesado, ocupando el puesto de cirujano militar en el ejército josefino, durante la Guerra de la Independencia, por lo que en 1813, cuando el futuro autor tenía cuatro años, su familia tuvo que abandonar el país siguiendo al rey José I Bonaparte y exiliarse, primero en Burdeos y después en París. Gracias a la amnistía decretada por Fernando VII, la familia pudo regresar a España en 1818 y se estableció en Madrid, donde el padre se convirtió en médico personal del infante don Francisco de Paula, uno de los hermanos del rey Fernando.

Larra prosiguió en Madrid los estudios comenzados en Francia, y fue siguiendo a su padre en los destinos que iba ocupando en distintos puntos de España (Corella, 1822–1823; Cáceres, 1823–1824; Aranda de Duero, 1824 en adelante). En 1824 se instaló en Valladolid para estudiar en la Universidad. Aunque no se presentó a ningún examen ese curso, en octubre de 1825 aprobó todas las asignaturas. La causa de su no presencia en los exámenes puede deberse a un «acontecimiento misterioso» que alteró su carácter completamente.1 Posteriormente se ha afirmado que se enamoró de una mujer mucho mayor que él, que resultó ser la amante de su padre. Tras asistir a los exámenes de octubre, dejó los estudios de Valladolid y volvió a Madrid (1825).

Prosigue sus estudios y en 1827 ingresa en los Voluntarios Realistas, cuerpo paramilitar formado por fervientes absolutistas, significados por su participación en la represión contra los liberales. Al tiempo empieza a escribir poesía, fundamentalmente odas y sátiras.

Sin embargo, será el periodismo satírico lo que saque a la luz a Larra. Con diecinueve años, en 1828 Larra publica un folleto mensual llamado El duende satírico del día. Será una serie de cinco cuadernos en la línea de las revistas de ensayos inauguradas en Inglaterra a comienzos del XVIII con The Spectator, de Addison y Steeles, y que en España representan El duende especulativo de la vida civil, El Pensador y El Censor, dedicados a la crítica de la sociedad de su tiempo. Larra firmaría con el seudónimo el Duende. En esta publicación empieza a entreverse el genio satírico que Larra desplegaría posteriormente. Larra no es, sin embargo, un opositor al régimen absolutista (sigue perteneciendo a los Voluntarios Realistas), sino un periodista que, mediante la sátira, critica la situación social y política del momento.

POEMA 1-.

Hola

Tú, que vienes caminando

desde el fondo de mi vida;

que traes como bandera

la música de tu risa;

tú que en tus ojos escondes

lo que mi alma necesita;

tú, que en mi pecho has vivido

por años como dormida

y hoy me despiertas de golpe

hasta que no da cabida

mi pequeño corazón

para esta explosión de dicha.

Eres el río al que quise

ponerle diques un día.

Hoy que subió tu corriente

ya no hay diques que resistan.

En la casa de mi pecho,

en mi sueño y mi vigilia,

en las calles de mis manos,

en la ciudad de mis días,

en la patria de mis pasos

y en el país de mi vida

ven, entra y manda: es tu reino,

tu victoria, tu conquista.

POEMA 2-.

El Pozo Seco

Dejé mi copa en el brocal maldito.

Grité hacia abajo, hacia el profundo hueco,

pero el coro sarcástico del eco

me devolvió multiplicado el grito.

Llegaba tarde: el pozo estaba seco.

Un gran golpe de viento llenó el pozo,

y, al recorrer su vertical garganta,

en su más honda hondura oí un sollozo,

donde cantaba el agua y ya no canta...

Brillaba entonces la primera estrella,

pero el anochecer amanecía

cuando me puse a comparar aquella

profunda sed del pozo con la mía.

Y allí dejé mi copa abandonada,

con un tardío gesto de homenaje

por quien se supo dar sin pedir nada

al que calmó su sed y siguió el viaje...

Y allí, junto al brocal ennegrecido,

y el cubo roto y la inservible rueda,

comprendí que no cabe en el olvido

la ingratitud de un agua que se ha ido

ni el espanto de un pozo que se queda...

POEMA 3-.

Poema Del Renunciamiento

Pasarás por mi vida sin saber que pasaste.

Pasarás en silencio por mi amor, y al pasar,

fingiré una sonrisa, como un dulce contraste

del dolor de quererte... y jamás lo sabrás.

Soñaré con el nácar virginal de tu frente;

soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar;

soñaré

...

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