Los Outsiders
jhosacosta27 de Octubre de 2014
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MILTON OVIDIO PASTOR NEYRA
Catedrático Universitario
Lic en Ciencias Políticas
Lic. en Educación, Esp Filosofía y CC SS
Maestría en Ciencia Política
TEMA:
LOS OUTSIDERS EN EL PERÚ
Lima, 2013
¿Qué es un outsider?
En general, es un individuo que viene de fuera del sistema de partidos y de la sociedad política, con un prestigio ganado en otra actividad, diferente de la política, y por estas razones, en una situación de crisis de una forma de representación, la gente se inclina a confiar en ella o él.
Contrariamente a lo que se ha dicho de manera espontánea sí constituye una forma de representación política, aunque esta forma no sea, necesariamente, democrática. Es una forma de representación por identificación, o de representación simbólica, en la que los individuos tienden a identificarse directamente con el líder que consideran, por no estar mezclado con los políticos tradicionales, capaz de solucionar sus problemas, su aparición además suele coincidir con el surgimiento de una nueva organización política, que es el que impulsa la candidatura de esta figura política.
El outsider desarrolla un discurso condenatorio de la política y los políticos, a los que señala como la causa de los males que vivimos, es decir posee un discurso anti sistema en muchos casos o apolítico en otros, a veces combina ambos o en otros su falta de claridad al respecto no permite determinar de forma correcta cual es el sentido real de lo que manifiesta.
Busca aparecer, de esta forma, incluso cuando desarrolla su papel como líder, ajeno a la política misma. En otras palabras, es un político que dice que no hace política y que señala que nada se puede conseguir a través de la actividad política. Por lo tanto, no le queda otro camino que hacer política en las sombras, huyendo del escrutinio público. Su relación con la población no la entiende como un acto deliberativo, de intercambio de opiniones sobre los temas del poder, sino como un acto de relaciones públicas, para dar o recibir cosas, o, a lo sumo, comunicar decisiones ya tomadas a la ciudadanía. Es un político, entonces, que desarrolla una actitud antipolítica, aun cuando en su pasado puede haber tenido o estar relacionado con alguna organización partidaria.
Hay diferentes tipos de outsiders, tenemos, por una parte, personajes como Alberto Fujimori, un completo outsider a la sociedad política en el Perú al final de la década de 1980, que gana la elección presidencial incluso contra los medios de comunicación masiva que apoyaban al candidato rival. Este es además un claro ejemplo de cómo un personaje que estuvo vinculado a la política desde la actividad universitaria terminó desarrollando un discurso anti político que lo llevó a convertirse en presidente el año 1990.
Otro outsider como Fernando Collor de Melo es prácticamente fabricado como candidato ganador por las grandes cadenas de televisión brasileñas a principios de la década de 1990. Igualmente, suceden cosas como la candidatura de Mario Vargas Llosa, en el Perú, como reacción a típicas políticas populistas, que terminó siendo absorbida por los partidos de la derecha tradicional, o sea un outsider que terminó de insider. Por último, tenemos el caso de artistas como Palito Ortega, que son llamados por un partido político, el peronista en este caso, para postular a un puesto de elección popular en razón de su prestigio obtenido como cantante. Es decir, el caso de un partido que se aprovecha del fenómeno outsider para levantar sus bonos.
El outsider propone una relación "directa" pero no deliberativa con la ciudadanía, por encima de las instituciones representativas, que albergarían a los políticos, y al margen de las reglas de juego. La ciudadanía, por su parte, cansada de un régimen político poco eficaz pero formalmente basado en reglas, prefiere cambiar la vigencia de tales reglas por su confianza en la capacidad personal del líder (Perelli 1995). Para esta relación directa el outsider privilegia el uso de los medios de comunicación masiva, en especial la televisión, que para algunos sería el nuevo vehículo de agregación de intereses, cultivando con esmero una imagen cercana a la mayoría ciudadana.
Este outsider, además, aparece siendo eficaz, es decir, brindando soluciones, no importa a que precio, que los partidos no habían sabido ofrecer. Su fuente de legitimidad son por eso los resultados aparentes, fruto de la aplicación decidida de determinadas políticas. La legitimidad por resultados se convierte entonces en un soporte fundamental, generalmente por encima de la legitimidad legal-democrática que se obtiene en las urnas.
Así tenemos que este fenómeno, puede significar diferentes cosas. Por un lado el surgimiento de nuevos líderes, especialmente locales y regionales, que nacen de la sociedad civil, para llenar el vacío dejado por la crisis de los partidos que ya explicáramos anteriormente. Por otro, la nueva apariencia que deben tomar antiguos líderes partidarios, que se desligan de sus organizaciones originales, para volver a la actividad política con alguna perspectiva de éxito. Por último, la posibilidad, para todo género de aventureros de incursionar en la actividad política entendiéndola como un negocio particular. Pero en todos los casos se trata de aparecer como nuevos intermediarios que no tienen compromisos con el antiguo orden partidario establecido.
Hay diferentes explicaciones, de carácter más bien estructural, para entender el origen de los outsiders. Sergio Zermeño (1989) pone el énfasis en la crisis del Estado como agente dinamizador de la sociedad, y en particular del modelo de industrialización, que habría llevado a la desaparición de buena parte de la clase trabajadora industrial en América Latina. Esto lleva a una multiplicación de la población excluida del sector moderno de la economía y la sociedad, así como a una fortísima erosión de la base social de los partidos populistas y de izquierda.
Carina Perelli (1995) y Oscar Landi (1995) subrayan los cambios de tipo cultural. Los viejos canales de intermediación, educación y agregación de demandas, como la educación cívica escolar, la prensa escrita y los partidos, se demuestran obsoletos, dando paso a medios masivos de comunicación como la televisión y a formas de medición de la opinión pública como las encuestas. Se desarrolla de esta forma una comunicación no de masas sino mediática, sin interacciones sociales, que se dirige a individuos atomizados. Esta nueva situación, paradójicamente, crea una cultura de imágenes en la que es posible observar lo que está pasando en distintas partes del planeta casi de manera simultánea a la ocurrencia de los hechos, y, a la vez, hace posible un acceso mucho mayor de los individuos a la información. En este nuevo contexto, los políticos ya no son necesarios en su antiguo papel de intermediarios, y para mantener su vigencia deben negociar su agenda con un nuevo poder dominante como son los medios de comunicación, convirtiéndose en los casos extremos en productos de los mismos.
En estas condiciones la política se convierte en un espectáculo que se presenta a la población, más que afirmarse como un proceso en cual la población participe. Así, la política se va mudando de sus lugares habituales como el parlamento y los políticos elegidos van siendo reemplazados por los técnicos en la toma de las decisiones fundamentales del Estado.
Estos cambios, de tipo tanto socio-político como cultural, tienen un impacto distinto en los diferentes países, de acuerdo a la consistencia de los sistemas de partido y el nivel de institucionalización respectivo, en el caso Peruano, con un sistema débil o inexistente de partidos y con una baja institucionalización de los mismos ha sido un escenario propicio para la aparición de outsider, sumado a ello las condiciones que el mismo sistema electoral favorecía para el surgimiento de estas figuras políticas.
En algunos casos los sistemas partidarios son capaces de absorber, o al menos convivir con el reto de los outsiders y la creciente influencia política de los medios, en otros, la debilidad del sistema partidario lleva a que sucumban frente a los outsiders, llevando al colapso al sistema de partidos, como fue el caso peruano en los años noventa. Sin embargo, como ya explicáramos, en los distintos ejemplos que podamos presentar, hay necesidad de la crisis de un sistema de representación anterior para que la alternativa de los outsiders, como intento de una nueva forma de representación, sea viable.
En el Perú, el surgimiento del fenómeno de independientes o outsiders está directamente ligado a la crisis de los partidos en la década de 1980. El fenómeno empieza expresándose dentro del propio sistema partidario de la época, en la tradicional personalización de la política partidaria, en la proliferación de figuras independientes que hacen política con los partidos, y en alcaldes distritales y provinciales que empiezan a presentarse claramente como distintos de los partidos. Pero alcanza su plenitud cuando los partidos se muestran agotados y dejan el espacio para que aparezca una persona totalmente diferente de los políticos tradicionales.
Es el momento del surgimiento de Alberto Fujimori en las elecciones generales de 1990, es cierto que un año antes Ricardo Belmont ya había ganado las elecciones municipales de la capital presentándose con su propia agrupación independiente y con un discurso apolítico, derrotando a la hasta entonces más fuerte coalición de partidos denominada FREDEMO, las razones además de las internas ya analizadas como la crisis de partidos
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