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O te mapeas o te mapean. El papel del mapa en la geografía


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2016  •  Documentos de Investigación  •  5.293 Palabras (22 Páginas)  •  632 Visitas

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“O te mapeas o te mapean”:

El papel del mapa en la geografía

María de Estrada[1]

“Un Mapamundi que no incluye utopía no vale la pena mirarlo siquiera”

Oscar Wilde

Introducción

En el presente trabajo se propone poner en discusión una de las principales herramientas para la geografía: el mapa, analizándolo a su vez desde una perspectiva histórica (su relación, dentro de ciertos contextos específicos, y como parte de procesos espacio-temporales), pero también desde una categorización de los mismos que nos permite abarcar algunas de las múltiples discusiones que desde hace algunos años atraviesan la geografía y otras disciplinas espaciales. En un primer momento, se pretende analizar algunas implicancias de la representación del espacio y la utilización de la cartografía y la geografía. En un segundo momento, proponemos  introducir elementos para el debate provenientes de la Cartografía Crítica, que nos permiten adentrarnos en los análisis críticos de la utilización y generación de mapas como lenguajes espaciales. En tercer lugar y para finalizar el trabajo, nos acercamos a la Cartografía Social como metodología de trabajo que estamos comenzando a abordar y que nos permite reflexionar sobre algunos elementos que creemos importantes. Como “contexto de producción” de este trabajo y opción profesional, hay que destacar un continuo trabajo de ida y vuelta entre la incipiente elaboración de mapas como herramienta de investigación y el trabajo en el territorio mediante talleres, entrevistas y otras tareas. Tareas que enriquecen este trabajo mientras me llevan a la reelaboración continua de preguntas al respecto.

Retomando la historia y sentido de los mapas

Todos los lenguajes espaciales son sociales, las cartografías son producciones sociales y políticas, y en algunos casos estos lenguajes articulados a la geometría son excluyentes y solo manejados por técnicos y científicos, “expertos” encargados de representar la espacialidad de los territorios para planificar y focalizar los proyectos de desarrollo con dimensión territorial.

En una obra clásica de la geografía, escrita por el francés  Yves Lacoste (1977): “Geografía, un arma para la guerra”, podemos encontrar un rico análisis sobre  la importancia de la geografía para pensar y dominar el espacio, para resistir, para hacer la guerra. Esto no implica que su única utilidad sea dirigir operaciones militares ya que el autor lo amplía a la capacidad de organizar territorios y controlar mejor a los hombres sobre los que el Estado ejerce su dominio. Como afirma Lacoste, “la articulación del conocimiento referente al espacio, es decir la geografía, es un saber estratégico, un poder”.

Si bien diversas áreas del conocimiento utilizan el mapeo como herramienta de estudio de la distribución de objetos o fenómenos en el espacio, son principalmente la cartografía y la geografía las ciencias que tienen al mapeo como actividad específica o central. Mientras la cartografía trabaja en representar las informaciones primarias del espacio, siendo el mapa su fin; la geografía lo utiliza como medio para analizarlo (Girardi, E., 2008). La historia de los mapas, desde los papiros egipcios, las pieles curtidas sobre las que los esquimales dibujaban sus mapas, las cortezas de árboles que los indígenas americanos empleaban, los mapas de los piratas para navegar los mares, a las primeras compilaciones impresas denominadas Atlas, acompaña la historia de las sociedades, y en su recorrido y múltiples variaciones, podemos ver la ligación existente entre la representación del espacio y la cosmogonía, entre el mapeo y el poder. Esto comienza desde tiempos inmemorables, con la representación del espacio de caza y recolección; la demarcación de riesgos y límites que existían en los territorios. Quién y cómo representaba ese espacio tenía influencia directa en quiénes y cómo utilizarían el mismo; de forma dialéctica, la representación del espacio es una forma más de construirlo.

El recorrido histórico que nos lleva a los mapas actuales está centrado geográficamente en Europa; su diversidad y transformaciones nos sirven como camino para deconstruir la representación hegemónica del espacio y el proceso que está detrás de ella.  Durante la Edad Media los mapas eran representaciones pictóricas de un Universo que tenía como eje la historia de la cristiandad y como epicentro la ciudad de Jerusalén. Lo que buscaban no era reproducir la superficie terrestre, sino reflejar el mundo de Dios en la Tierra. La teología tomaba lugar en el mapa; ángeles y figuras bíblicas rodeaban el espacio, se buscaba ubicar con precisión el paraíso terrenal y en la representación tenían lugar tortugas que sostenían el planeta y sirenas que habitaban sus mares.  

El mayor quiebre en este plano implica la introducción a los mapamundis de Ptolomeo, que si bien fueron confeccionados en el 150 d.C. ingresan y se adoptan en el marco del Renacimiento, entre 1410 y 1500. “La proyección ptolomética tenía fuertes implicaciones ya que se cambiaba el punto de vista desde el que se configuraba la imagen del mundo: Ptolomeo sitúa al observador afuera del globo, a una distancia que pudiera apreciar su esfericidad a escala humana”. (Harvey, 1989). Esta proyección que pronto fue utilizada para la confección de otros mapas se asocia estrechamente a la externalidad del sujeto para el análisis científico, fundamento esencial de la “neutralidad” de la ciencia moderna positiva.

El surgimiento de la geografía como ciencia en la Europa del Renacimiento se relaciona con la reorganización espacial asociada a este período histórico. El Estado “monopoliza” el acto de marcar la tierra, esto es, la geografía; impuso fronteras y realizó catálogos interminables de las posesiones, tanto de sus territorios como de la “anexión” de estos,  las colonias (Porto Gonçalves, 2001). La herramienta por excelencia para realizar este proceso fue la cartografía, ya que permitía representar de forma gráfica todas estas posesiones, delimitar los límites y hacerlos circular, dibujar el territorio más allá del territorio mismo. “El mapa es la forma de representación geográfica por excelencia y adquiere este status ligado a lógicas positivistas que lograron consagrarlo como una de las representaciones menos cuestionadas de las Ciencias modernas, llegándolo a concebir como un espejo no problemático de la naturaleza” (Pickles, 1992).

Pero además, como señala Quintero, en la cartografía moderna puede leerse una armonización entre una cultura epistemológica y un orden económico, social, cultural en expansión, la colonialidad. La idea de “conquista de la naturaleza” genera un punto de encuentro entre esta ciencia neutral y objetiva que “observa” este mundo logrando “salir” de él y la justificación de ocupación de espacios, colonización de “tierras vacías” para su incorporación a la economía-mundo.

Durante el siglo XIX se produce la formalización y estandarización de la cartografía que logra eliminar contenidos pictóricos y artesanales que personalizan los productos, adquiriendo códigos internacionalmente unificados. Así, se abandona lo sensorial a favor de lo fáctico y se empieza a conformar un lenguaje espacial que se acepta como neutro, real y universal.

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