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Odisea 1874


Enviado por   •  4 de Septiembre de 2012  •  2.451 Palabras (10 Páginas)  •  532 Visitas

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CONFORME se acercaba esta fecha, la tensión de nuestros astrónomos iba en aumento. Las dos secciones de la Comisión permanecían casi todo el tiempo en sus respectivos campamentos, reuniéndose únicamente en el restaurante del hotel para comer, intercambiar ideas y precisar cualquier detalle que no hubiera sido tomado en cuenta.

A pesar de los informes que habían recibido sobre el buen clima de Yokohama, desde el 23 de noviembre el cielo estaba frecuentemente cubierto en su totalidad por gruesas nubes. Los señores Díaz Covarrubias y Jiménez trabajaban febrilmente en sus correspondientes observatorios, esperando el momento en que la capa nubosa se abriese algo, permitiéndoles observar la Luna o alguna de las estrellas de referencia necesarias para realizar las operaciones preparatorias encaminadas a verificar el correcto funcionamiento de los instrumentos. Ante esos nublados, temían perder la observación principal.

Durante el 4 de diciembre comenzó a mejorar la visibilidad, abriéndose verdaderos hoyos entre las espesas nubes. La temperatura comenzó a bajar, lo que favoreció que el cielo se fuera despejando; sin embargo:

Las noches eran terribles, los observatorios, siendo de madera, estaban siempre a la par con el termómetro libre; un frío intenso contractuaba hasta la flama de las lámparas y el cronómetro golpeaba armonizando sus golpes con la caída de la nieve. La ciencia prohibe las chimeneas cerca de los telescopios y el Sr. Díaz, que hacía las observaciones en Nogue-no-yama, entraba a las cuatro de la mañana a su casa japonesa, con manchas moradas en la cara, y su linterna se escapaba de sus manos rígidas. Lo mismo pasaba en el Bluff; pero allí había fuego en los cuartos, mientras que en Nogue-no-yama, la casa era de cartón y un brasero hubiera determinado un auto de fe en sus habitantes.

La preocupación que los nublados causaban en nuestros astrónomos era tan grande que el día previo a la ocurrencia del tránsito casi no comieron, y fue poco lo que hablaron. Al despedirse para ir a sus observatorios, solamente se dieron un fuerte abrazo, deseándose mutuamente que todo saliera bien.

Por la tarde de ese día comenzó a despejarse y al amanecer del siguiente, las nubes habían desaparecido totalmente, augurando con ello un día propicio para el tipo de observación que nuestros compatriotas habían ido a realizar en esas remotas tierras.

El gobierno japonés, siempre dispuesto a hacer todo lo que estuviera a su alcance para asegurar el éxito de las observaciones, desde temprana hora envió una guardia de policía a los dos campamentos astronómicos a fin de evitar que los curiosos pudieran entorpecer el trabajo científico que se estaba llevando a cabo.

Figura 9. Telescopio cenital utilizado por Francisco Díaz Covarrubias e instalado en Nogue-no-yama. Archivo de Placas Fotográficas del Instituto de Astronomía, UNAM.

El carácter ordenado y respetuoso del pueblo japonés hacía del todo innecesaria esa medida, como bien lo hizo notar Díaz Covarrubias, quien, en un gesto de agradecimiento por todas las atenciones que se les habían brindado en Japón, dio instrucciones para que se permitiera la entrada a los observatorios mexicanos a todo aquel que así lo deseara, con la única restricción de que los visitantes guardaran absoluto silencio en los momentos de cada una de las fases importantes del evento, las que les serían señaladas con suficiente anticipación.

Por órdenes del ministro del Exterior, poco antes de las once de la mañana se presentó en el observatorio de No-gue-no-yama el director de los telégrafos japoneses para ponerse a disposición de Francisco Díaz Covarrubias. Además, durante el tiempo que duró el tránsito venusino, fueron suspendidas todas las transmisiones oficiales y privadas en la línea telegráfica que comunicaba ese observatorio con las ciudades de Kobe y Nagasaki, asegurándoles así a los astrónomos la comunicación inmediata con los campamentos estadounidense y francés.

En este tipo de eventos, debido al intenso brillo solar, Venus no es visible antes de que principie el tránsito, sino que comienza a proyectarse como una pequeña mancha oscura sobre el disco solar, por lo que la observación del primer contacto exterior del borde del disco luminoso de nuestra estrella con el oscuro del planeta era realmente difícil, pues aun cuando teóricamente se había predicho la hora exacta y el lugar por donde se presentaría, existían diferentes valores de esas predicciones, derivados de distintos datos proporcionados por algunas publicaciones astronómicas de esa época.

Todos los observadores estaban conscientes de que cualquier pequeño error que se cometiera al medir los tiempos de cualquiera de las fases importantes del tránsito, necesariamente conduciría a una mala determinación de la paralaje solar, por lo que todos se concentraron en la observación muchos minutos antes del tiempo predicho para el inicio del fenómeno.

A las once y minutos, el tan esperado evento comenzó a ser observado en el campamento de Díaz Covarrubias. Éste pidió al telegrafista que enviara la señal previamente acordada a los observadores franceses que se hallaban en Nagasaki. En respuesta se les avisó que ahí estaba nublado; sin embargo, había sido posible observar satisfactoriamente el primer contacto.

A partir de ese momento el planeta fue haciéndose más y más perceptible avanzando lenta pero continuamente sobre el disco solar, para describir su trayectoria recta sobre éste. Como la segunda fase del evento ocurriría unos veinticinco minuto después, Díaz Covarrubias aprovechó el tiempo para dar algunas explicaciones sobre lo que estaba sucediendo, al numeroso público congregado en su observatorio.

Después de haber registrado el inicio del paso en el observatorio del Bluff, Francisco Bulnes se fue al de Nogue-no-yama para informar a Díaz Covarrubías de ello; además le hizo saber que el cielo estaba totalmente despejado sobre Yokohama, lo que seguramente permitiría el estudio completo del fenómeno en los dos observatorios mexicanos.

Debido a la velocidad a la que Venus gira en torno del Sol y a la posición que sobre el disco solar tendría la trayectoria de ese planeta en el tránsito de 1874, dicho evento duraría para los observadores del Bluff y de Nogue-no-yama casi cuatro horas. Durante ese tiempo Díaz Covarrubias se dedicó a realizar mediciones micrométricas de los diámetros tanto del Sol como de Venus, así como a medir las diferencias de declinación entre ellos.

Agustín Barroso se dedicó a tomar fotografías del tránsito desde un lugar muy cercano al observatorio de Díaz

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