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Odisea.


Enviado por   •  27 de Abril de 2013  •  Trabajos  •  8.733 Palabras (35 Páginas)  •  316 Visitas

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Canto I. Los dioses deciden en asamblea el retorno de Odiseo

Canto II. Telémaco reúne en asamblea al pueblo de Itaca

Canto III. Telémaco viaja a Pilos para informarse sobre su padre

Canto IV. Telémaco viaja a Esparta para informarse so¬bre su padre

Canto V. Odiseo llega a Esqueria de los feacios

Canto VI. Odiseo y Nausícaa

Canto VII. Odiseo en el palacio de Alcínoo

Canto VIII. Odiseo agasajado por los feacios

Canto IX. Odiseo cuenta sus aventuras: los Cicones, los Lotófagos, los Cíclopes

Canto X. La isla de Eolo. El palacio de Circe la he¬chicera

Canto X1. Descensus ad inferos

Canto XII. Las Sirenas. Ercila y Caribdis. La isla del Sol.Ogigia

Canto XIII. Los feacios despiden a Odiseo. Llegada a Itaca

Canto XIV. Odiseo en la majada de Eumeo

Canto XV. Telémaco regresa a Itaca

Canto XVI. Telémaco reconoce a Odiseo

Canto XVII. Odiseo mendiga entre los pretendientes

Canto XVIII. Los pretendientes vejan a Odiseo

Canto XIX. La esclava Euriclea reconoce a Odiseo

Canto XX. La última cena de los pretendientes

Canto XXI. El certamen del arco

Canto XXII. La venganza

Canto XXIII. Penélope reconoce a Odiseo

Canto XXIV. El pacto

Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos senderos,

que anduvo errante muy mucho después de Troya sagrada asolar;

vió muchas ciudades de hombres y conoció su talante,

y dolores sufrió sin cuento en el mar tratando

de asegurar la vida y el retorno de sus compañeros.

Mas no consiguió salvarlos, con mucho quererlo,

pues de su propia insensatez sucumbieron víctimas,

¡locas! de Hiperión Helios las vacas comieron,

y en tal punto acabó para ellos el día del retorno.

Diosa, hija de Zeus, también a nosotros,

cuéntanos algún pasaje de estos sucesos.

Ello es que todos los demás, cuantos habían escapado a la amarga muerte, estaban en casa, dejando atrás la guerra y el mar. Sólo él estaba privado de regreso y esposa, y lo retenía en su cóncava cueva la ninfa Calipso, divina entre las diosas, de¬seando que fuera su esposo.

Y el caso es que cuando transcurrieron los años y le llegó aquel en el que los dioses habían hilado que regresara a su casa de Itaca, ni siquiera entonces estuvo libre de pruebas; ni cuando estuvo ya con los suyos. Todos los dioses se compade¬cían de él excepto Poseidón, quién se mantuvo siempre rencoroso con el divino Odiseo hasta que llegó a su tierra.

Pero había acudido entonces junto a los Etiopes que habi¬tan lejos (los Etiopes que están divididos en dos grupos, unos donde se hunde Hiperión y otros donde se levanta), para asis¬tir a una hecatombe de toros y carneros; en cambio, los demás dioses estaban reunidos en el palacio de Zeus Olímpico. Y co¬menzó a hablar el padre de hombres y dioses, pues se había acordado del irreprochable Egisto, a quien acababa de matar el afamado Orestes, hijo de Agamenón. Acordóse, pues, de éste, y dijo a los inmortales su palabra:

«¡Ay, ay, cómo culpan los mortales a los dioses!, pues de nosotros, dicen, proceden los males. Pero también ellos por su estupidez soportan dolores más allá de lo que les corresponde. Así, ahora Egisto ha desposado cosa que no le correspondía a la esposa legítima del Atrida y ha matado a éste al regresar; y eso que sabía que moriría lamentablemente, pues le habíamos dicho, enviándole a Hermes, al vigilante Argifonte, que no le matara ni pretendiera a su esposa. "Que habrá una venganza por parte de Orestes cuando sea mozo y sienta nostalgia de su tierra." Así le dijo Hermes, mas con tener buenas intenciones no logró persuadir a Egisto. Y ahora las ha pagado todas juntas.»

Y le contestó luego la diosa de ojos brillantes, Atenea:

«Padre nuestro Cronida, supremo entre los que mandan, ¡claro que aquél yace víctima de una muerte justa!, así perezca cualquiera que cometa tales acciones. Pero es por el prudente Odiseo por quien se acongoja mi corazón, por el desdichado que lleva ya mucho tiempo lejos de los suyos y sufre en una isla rodeada de corriente donde está el ombligo del mar. La isla es boscosa y en ella tiene su morada una diosa, la hija de Atlante, de pensamientos perniciosos, el que conoce las pro¬fundidades de todo el mar y sostiene en su cuerpo las largas columnas que mantienen apartados Tierra y Cielo. La hija de éste lo retiene entre dolores y lamentos y trata continuamente de hechizarlo con suaves y astutas razones para que se olvide de Itaca; pero Odiseo, que anhela ver levantarse el humo de su tierra, prefiere morir. Y ni aun así se te conmueve el corazón, Olímpico. ¿Es que no te era grato Odiseo cuando en la amplia Troya te sacrificaba víctimas junto a las naves aqueas? ¿Por qué tienes tanto rencor, Zeus?»

Y le contestó el que reúne las nubes, Zeus:

«Hija mía, ¡qué palabra ha escapado del cerco de tus dientes! ¿Cómo podría olvidarme tan pronto del divino Odiseo, quien sobresale entre los hombres por su astucia y más que nadie ha ofrendado víctimas a los dioses inmortales que poseen el vasto cielo? Pero Poseidón, el que conduce su carro por la tierra, mantiene un rencor incesante y obstinado por causa del Cíclo¬pe a quien aquél privó del ojo, Polifemo, igual a los dioses, cuyo poder es el mayor entre los Cíclopes. Lo parió la ninfa Toosa, hija de Forcis, el que se cuida del estéril mar, unién¬dose a Poseidón en profunda cueva. Por esto, Poseidón, el que sacude la tierra, no mata a Odiseo, pero lo hace andar errante lejos de su tierra patria. Conque, vamos, pensemos todos los aquí presentes

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