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¿Que Es Ciencia?

flor_172711 de Junio de 2012

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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA DEPARTAMENTO DE CIENCIAS Y ARTES

FACULTAD DE EDUCACIÓN EPISTEMOLOGÍA E HISTORIA DE LA FÍSICA

¿QUÉ ES CIENCIA?1

Richard P. Feynman

Esta es una versión traducida y adaptada por el Comité Editorial de una charla que el

profesor Feynman ofreció en la decimocuarta convención anual de la Asociación Nacional

de Profesores de Ciencias de los Estados Unidos, en 1966. El texto Completo fue publicado

por la revista Physics Teacher en septiembre de 1969.

El tema de esta charla, qué es la ciencia, no lo escogí yo, sino el profesor DeRose, a quien

agradezco la oportunidad de reunirme con ustedes, profesores de ciencias. Por dos razones

quiero comenzar esta charla aclarando que no es lo mismo hablar de "que es la ciencia",

que de "cómo enseñar la ciencia". Primero, porque por la forma como dictaré la

conferencia podría interpretarse que estoy tratando de decirles cómo enseñarla, y ese no es

mi propósito. No sé nada de niños. He llegado a concluirlo porque tengo un hijo.

Segundo, creo que en la mayoría de ustedes existe un sentimiento de desconfianza en sí

mismos, alimentado por tantas conferencias de tantos expertos en este campo, los cuales les

han insinuado de muchas maneras que las cosas no andan muy bien, que se debe enseñar

mejor. Y no quiero inmiscuirme en un sistema que, de hecho, me parece que funciona

bastante bien.

¿Qué es la ciencia? Indudablemente ustedes lo saben puesto que la enseñan. Si alguien no

lo sabe, la guía del profesor de cualquier texto escolar ofrece una completa discusión sobre

el asunto. Pero la ciencia no es lo que han dicho los filósofos y con toda seguridad,

tampoco lo que dicen las guías del profesor. ¿Qué es? Ese fue el problema que me planteé

cuando decidí dictar esta charla y al hacerlo recordé aquella fábula que dice:

Caminaba alegre un ciempiés cuando un sapito le preguntó: ¿Cuál pie tú pones primero y

cuál colocas después?

Preguntándose el ciempiés ¿cómo hago yo al caminar? Se le trabaron los pies y a un hueco

vino a parar.

Durante toda mi vida he hecho ciencia y sé lo que es, pero me siento incapaz de decirlo; no

sé cuál pie pongo primero y cuál después. Me preocupa además que, en analogía con el

poema, luego de esta charla no pueda ya emprender investigación alguna.

Debido a las dificultades que caracterizan el tema y a mi aversión por las exposiciones

filosóficas, presentaré una conferencia especial: les contaré cómo aprendí lo que es la

ciencia. Es un poco infantil, pues lo aprendí siendo niño y ha estado en mi sangre desde

muy temprano; les contaré cómo fue, pero recalco, no pretendo decirles cómo enseñarla.

Sólo quiero decirles qué es contándoles corno lo aprendí yo.

Lo debo a mi padre. Me cuentan que cuando yo estaba por nacer decía: "Si es niño, será

científico" ¿Cómo lo logró, si jamás me dijo que debería serlo? El no lo era, era un

negociante que leía sobre la ciencia y la amaba.

Cuando yo era aún muy pequeño mi padre solía jugar conmigo luego de comer. Un día

trajo de alguna parte una gran cantidad de baldosines rectangulares. Los paramos

verticalmente uno a continuación de otro; luego yo empujaba el último y observaba cómo

caían todos. Hasta ahí todo iba muy bien. Más tarde se complicó el juego. Los

baldosines eran de diferentes colores y yo debía colocar uno blanco, dos azules, uno

blanco, dos azules, etc.

Aunque quisiera colocar uno azul, debía colocar uno blanco si tocaba. Se ve claramente la

ingeniosidad del proceso: agradar primero y luego involucrar suavemente actividades con

contenido educativo. Mi madre cayó en cuenta de la intención del juego y anotó "Mel deja

al pobre chico colocar el azul si es lo que quiere". Mi padre contestó: "No, yo quiero que

descubra las configuraciones, es lo único que se le puede enseñar de matemáticas a este

nivel". Si esta conferencia fuese sobre qué es la matemática, ya tendríamos una respuesta:

la matemática es la búsqueda de configuraciones.

Quiero señalar otra evidencia de que la matemática es sólo configuraciones. Cuando

estuve en la universidad me fascinaba el conglomerado estudiantil. Parecía una mezcla

diluida de algunas personas sensibles y una gran masa de personas atolondradas que

estudiaban economía doméstica y cosas por el estilo, a la cual pertenecía gran cantidad de

chicas. Me sentaba en la cafetería y procuraba enterarme furtivamente de sus

conversaciones, tratando de identificar si comentaban algo inteligente. Ya podrán

imaginarse mi sorpresa cuando descubrí algo que me pareció tremendo.

Escuché la conversación de dos chicas. Una explicaba que para conseguir una línea recta,

por cada unidad que se suba debe avanzarse hacia la derecha cierta cantidad determinada.

Este es un principio fundamental de geometría analítica; fue sorprendente, jamás había

pensado que la mente femenina pudiese comprender geometría analítica.

Y la chica añadía: «Supónte que otra línea se acerca a la primera y que deseamos prever

donde se interceptarán. Supongamos que una avanza dos a la derecha por cada unidad

que sube y que la otra avanza tres por cada unidad que sube; sí inicialmente están

separadas veinte...», etc.

Era increíble, preveía correctamente el sitio de la intersección. Más tarde me di cuenta

que le estaba explicando a su amiga como tejer medias.

Volvamos a mis experiencias como joven matemático. Cuando mi padre me contó que la

razón de la circunferencia a su diámetro es una constante independiente del tamaño del

círculo, experimenté una sensación difícil de describir quizás porque no era muy obvio

para mí. Ese cociente era una propiedad extraordinaria, el maravilloso número pi. Existía

un misterio en torno a ese número que en aquel entonces no comprendí muy bien, que lo

hacia interesante y que me llevaba a buscarlo por todas partes. Lo menciono para ilustrar

una motivación. Lo importante para mi no era el número sino la idea de que existía un

misterio, algo maravilloso relacionado con él. Mucho después cuando experimentaba en

el laboratorio –bueno era un laboratorio en mi casa, así que no experimentaba sino que

jugaba, construyendo radios y otros cacharros–, fui descubriendo en los libros y manuales

que existían fórmulas en electricidad para relacionar, por ejemplo, la corriente y la

resistencia. Encontré un día la fórmula para la frecuencia de un circuito resonante

C

f L

2

1

Allí aparecía pi, pero ¿dónde estaba el círculo?. Ustedes ríen, pero para mí el asunto era

muy serio: pi es algo relacionado con círculos y aquí aparecen en un circuito eléctrico.

¿Dónde estaba el círculo?. ¿Será que los que se están riendo saben de dónde sale este pi?

Me enamoré tanto del asunto, pensaba tanto en él que opté por investigarlo. Así caí en

cuenta de que las bobinas son circulares. Medio año después, encontré que en las

expresiones de la inductancia para bobinas cuadradas también aparecía pi, luego no resultada de las bobinas circulares. Hoy entiendo mejor el asunto: sin embargo en el

fondo aún no sé muy bien dónde está el círculo y de dónde viene ese pi.

Aún era muy pequeño, no sé cuánto, cuando halaba un carrito con una esferita dentro; de

pronto noté algo que corrí a decir a mi padre: "Cuando halo el carrito la bola corre hacia

atrás, cuando corro con el carrito y paro, la bola corre hacia adelante, ¿por qué?" ¿Qué

contestarían ustedes? Mi padre me dijo: "Eso nadie lo sabe", y añadió: "Es sin embargo

general y sucede siempre y a todas las cosas. Lo que se esté moviendo tiende a seguir en

movimiento. Si la cosa está quieta, tiende a seguir así. Si miras con atención observarás

que la bola no se mueve hacia atrás con respecto al piso, sino hacia adelante, pero no tan

rápido como el carrito, de manera que su parte trasera choca con ella. Para la bola es difícil

iniciar el movimiento. A tal principio se le denomina inercia". Fui enseguida a comprobar

lo que me había dicho. Mi padre estaba estableciendo la diferencia entre lo que sabemos de

las cosas y los nombra que damos a ellas.

Respecto de los nombres y las palabras voy a contarles otra anécdota. Como vivíamos en

Nueva York, en vacaciones íbamos a las montañas Catskill. Los pobres maridos tenían que

trabajar pero regresaban a pasar los fines de semana con su familia. Frecuentemente,

entonces, mi padre me llevaba al bosque para aprender cosas sobre la naturaleza. Mis

amigos también querían ir pero mi padre se negaba a llevarlos aduciendo que yo era más

avanzado. No estoy tratando de decirles cómo enseñar, porque lo que mi padre hacía, lo

hacía con un único alumno; si hubiese tenido una clase con más de uno seguramente no

hubiese podido hacerlo.

Así pues, en nuestras caminatas por el bosque íbamos solos pero en razón del gran poder

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