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Quimica Oculta

leon99966699921 de Septiembre de 2013

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QUÍMICA OCULTA

Observaciones clarividentes de los elementos químicos

Annie Besant y Charles W. Leadbeater

Edición revisada y publicada por A. P. Sinnett

Traducción al español por Federico Climent Terrer

Reproducción de los dibujos a cargo de Juan Coll y March

Un aporte de:

www.santuario.cl

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR

Si el lector ha de allegar provecho de la lectura de esta obra, necesita tener conocimientos elementales o siquiera rudimentarios de química, tal como se enseña hoy día esta ciencia en aulas y laboratorios. Es necesario también que conozca los principios fundamentales de la física, pues aunque todavía subsiste académicamente la línea divisoria con que los antiguos separaron ambas ciencias, en la realidad de los hechos y los fenómenos hay tan íntima dependencia y mutua compenetración entre los físicos y los químicos, que ha sido indispensable reconocer categoría de ciencia a la físicoquímica, cuyo estudio es la materia grosera de nuestro mundo físico en su modo de estar conjuntamente con su modo de ser .

Desde luego que buen número de lectores, acaso la mayoría, por estar versadísimos en química, no necesiten aclaraciones ni advertencias ni notas que para su científica

suficiencia fueran insufrible pedantería; pero indudablemente habrá algunos que no echarán de más las notas puestas al pie del texto con la buena intención de explicar el significado de algunas palabras, prevenir dudas o confusiones de concepto y enmendar varias erratas de imprenta deslizadas en el texto inglés, que por inadvertida alteración de cifras dan en el resultado de los cálculos errores no fáciles de notar a primera lectura.

Por otra parte, de acuerdo con el editor creímos conveniente rehacer los dibujos, no en modo alguno para enmendar sus líneas, pues hubiera sido temeridad imperdonable, sino para trazarlas con mayor pulcritud y tamaño, a fin de que resultase más clara y comprensible su reproducción en fotograbado. (Las imágenes están disponibles en la página web de Upasika, para bajar en archivos zip)

Por lo que toca a la traducción, no hemos alterado en lo más mínimo los conceptos ni el sentido del texto original cuya responsabilidad incumbe a los autores sin que el traductor tenga derecho a modificarlos. Únicamente nos atrevimos a convertir en nuevos capítulos los numerosos párrafos en que se subdivide el Capítulo III del texto inglés, porque sin menoscabo de la fidelidad de la versión, aparece la obra mucho más claramente ordenada y mejor dispuesta a la índole de libro, que en la forma de artículos

de revista mantenida con demasiado rigor en su reimpresión.

Hemos respetado escrupulosamente lo esencial y modificado lo accesorio en términos favorables, según nuestro humilde entender, a la más fácil comprensión del texto, de suerte que las descripciones dadas en el transcurso de la obra, de los clarividentes experimentos realizados por los autores, aparezcan con la mayor claridad posible ante

la mente del lector no muy bien provisto de conocimientos químicos, con tal de que esté algo versado en las enseñanzas teosóficas.

Vaya por vía de advertencia, sin pretensiones de lección, que la presente obra se contrae a la exposición escueta de las observaciones clarividentemente efectuadas por Besant y Leadbeater en los cuerpos que la química académica califica de elementos. Los autores publican el resultado de sus observaciones y lo ofrecen a la consideración y estudio de los experimentadores de laboratorio, con la seguridad de que tarde o temprano los nuevos descubrimientos de la química, cuyos progresos son más rápidos y notables que en ninguna otra ciencia, corroborarán la divisibilidad de la partícula de materia a que por creerla indivisible llamaron átomo, y se convencerán por directa experiencia y personal observación de que el tal átomo es un complejo sistema de los verdaderos átomos físicos, en mayor o menor número, y en diversa, pero siempre armónica disposición, según la naturaleza del cuerpo constituido.

Los autores no infieren conclusiones concretas de sus experimentos ni mucho menos se revisten de pontifical para dogmatizar sobre su resultado. Dejan modestamente a los futuros investigadores la difícil y honrosísima tarea de indagar las hoy desconocidas relaciones entre la estructura del átomo químico, a que mejor fuera llamar molécula elemental, y las propiedades fisicoquímicas del correspondiente elemento químico. Si el oro es amarillo y brillante; la plata y el mercurio blancos; el hidrógeno incoloro y gaseoso; el radio activamente radiante; el sodio blando como la cera ; y el carbono cristalizado duro cual ninguna otra substancia, seguramente deben sus respectivas propiedades a la peculiar ordenación de los átomos ultérrimos constituyentes del átomo químico o molécula elemental.

No cabe duda de que la química del porvenir descubrirá esta oculta relación entre la estructura atómica y las propiedades de los cuerpos; mas para descubrirla habrá de apoyarse sin remedio en el resultado de las clarividentes observaciones descritas y diagramizadas en esta obra, de cuyo somero examen se infiere que corresponden sin alucinación posible a la realidad de los hechos, pues mayor prodigio que el que al profano pudiera parecerle el de la clarividencia, hubiera sido coordinar imaginariamente una serie de estructuras atómicas que no sólo evidencia la unidad en la diversidad de las substancias materiales, sino que por comparación y cotejo entre los diferentes grupos de estructuras, el número de átomos componentes y su matemática correspondencia con el peso atómico, determinado por la ciencia oficial, denotan la innegable analogía entre el parentesco químico de los elementos y su estructura atómica.

La ciencia académica está muy cerca de reconocer empíricamente esta relación y descubrirla prácticamente, porque ya la admite y reconoce en los cuerpos compuestos, cuyos caracteres dependen, según confiesan hoy día los químicos, de la naturaleza, número y disposición de los átomos que integran su molécula. Hay elementos cuya naturaleza particular se manifiesta en el conjunto de sus combinaciones por algún carácter organoléptico o fisiológico. Así los compuestos de arsénico y los de cobre son

venenosos; las sales de magnesio, amargas; las hidratadas de níquel, verdes; las anhidras, amarillas; las de cobalto, rosadas o azules respectivamente. Además, en las combinaciones o compuestos orgánicos ocurre con frecuencia que dos cuerpos constituidos por los mismos elementos y con idéntico peso molecular tienen muy diversas propiedades físicoquímicas, como, por ejemplo, el formiato etílico y el acetato metílico, a los que corresponde indistintamente la fórmula empírica C3 H6 02, es decir, que uno y otro están constituidos por tres átomos de carbono, seis de hidrógeno y dos de oxígeno; y sin embargo, las propiedades de ambos compuestos son enteramente diversas.

Otras veces los elementos componentes son los mismos, y distinto el peso molecular, con la particularidad no despreciable para quienes comprenden la influencia oculta del

número, de que el peso mayor es múltiplo del menor. Así sucede con el aldehido ordinario o etanal C2 H4 0 y el acetato de etilo o éter acético C4 H8 02 cuyas respectivas

propiedades químicas son también muy diversas, no obstante estar constituidos por los mismos elementos, en proporción múltiple de los átomos del segundo respecto de los del primero.

No hay necesidad de multiplicar estos ejemplos de isomería para inferir la racional conclusión, ya admitida por la química académica, de que las propiedades de los cuerpos compuestos dependen de la naturaleza) número y ordenación de los átomos que integran su molécula. Pero la ciencia oficial no se atreve a extender estos razonamientos a los que llama cuerpos simples, porque todavía está obcecada por el error de considerarlos como tales y de creer en la indivisibilidad y elementalidad de sus átomos.

A desvanecer tan fundamental error ha de contribuir sin duda esta obra que, por métodos de investigación todavía inaccesibles a los químicos de laboratorio, demuestra que los llamados cuerpos simples no son ni más ni menos que diversas agrupaciones de los verdaderos átomos de materia física, y que las distintas propiedades físicoquímicas

de los cuerpos simples dependen del número y ordenación de dichos átomos, pero no de su naturaleza, pues todos los átomos ultérrimos de materia física son exactamente idénticos.

Admitida esta racional verdad, quedan satisfactoriamente explicados los hasta ahora enigmáticos fenómenos de alotropía observados en los cuerpos simples, que los químicos de laboratorio atribuyen a estados distintos de condensación de sus moléculas, sin darse cuenta de que con semejante hipótesis confirman inconscientemente las observaciones de la química oculta, pues dicha condensación deriva del modo en que están colocados los átomos ultérrimos en la molécula elemental, sea cual sea su número.

De la propia suerte que en las combinaciones metámeras la diferencia de propiedades químicas no depende del número de átomos ni de su peso, pues en todas son cualitativa y cuantitativamente los mismos, sino que forzosamente ha de depender de su ordenación, así también las modificaciones alotrópicas de los cuerpos llamados simples no pueden provenir del número

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