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Resumen Capitulo 7-8 Del Origen De Las Especies

abigarosario23 de Mayo de 2012

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Capítulo VII

Objeciones a la teoría de la selección natural

Sería inútil discutir todas las objeciones. Así, un distinguido naturalista alemán ha afirmado que la parte más débil es que considero todos los seres orgánicos como imperfectos: realmente es que todos no son tan perfectos como podían haberlo sido. Además, los seres orgánicos, aun en caso de que estuviesen en algún tiempo perfectamente adaptados, tampoco pudieron haber continuado estándolo cuando cambiaron éstas, a menos que ellos mismos cambiasen igualmente.

Un crítico ha sostenido, que la longevidad es una ventaja para las especies; de modo que el que crea en la selección natural «tiene que arreglar su árbol genealógico» de manera que los descendientes tengan vida más larga que antepasados. ¿No puede concebir nuestro critico que una planta bienal o un animal inferior pudo extenderse a un clima frío, y perecer allí cada invierno, y, sin embargo, por las ventajas conseguidas por selección natural, pudo sobrevivir de año en año por medio de semillas o huevos? Míster E. Ray Lankester, recientemente, ha discutido este asunto, y llega -hasta donde la extrema complejidad le permite juzgar- que la longevidad está relacionada con el tipo de cada especie en la escala de organización, así como también con el desgaste de la reproducción y en actividad general. Y estas condiciones probablemente han sido determinadas en gran medida por selección natural.

El célebre paleontólogo Bronn, pregunta cómo puede, según el principio de la selección natural, vivir una variedad al lado de la especie madre. Bronn insiste en que las especies distintas no difieren entre sí por un carácter, sino en muchas partes, y pregunta cómo ocurre siempre que muchas partes del organismo se tengan que haber modificado al mismo tiempo por variación y selección natural. La mejor respuesta, es de las razas domésticas, que han sido modificadas Consideremos el caballo de carreras y de tiro, el galgo y el mastín. Toda su constitución y características mentales se han modificado; pero, si pudiésemos seguir los pasos de la historia de su transformación -y los últimos pasos pueden ser seguidas-. Aun cuando la selección ha sido aplicada a un carácter sólo -de lo que nuestras plantas cultivadas ofrecen los mejores ejemplos- se encontrará que, si bien esta parte, ya sea la flor, fruto u hojas, ha cambiado grandemente, casi todas las otras se han modificado un poco.

Una objeción mucho más grave ha sido presentada por Bronn, y recientemente por Broca. Bronn cita la longitud de las orejas y la cola en diferentes especies de liebres y ratones, los pliegues del esmalte en los dientes de mamíferos y una multitud de casos análogos. Por lo que se refiere a las plantas, este asunto ha sido discutido por Nägeli. Admite que la selección natural ha hecho mucho, pero insiste en que las familias de plantas difieren entre sí principalmente por caracteres morfológicos que parecen no tener importancia alguna para la prosperidad de las especies. Cree, por consiguiente, en una tendencia innata hacia el desarrollo progresivo y más perfecto. A éstos pueden añadirse las divisiones numéricas de las partes de la flor, posición de los óvulos, la forma de la semilla cuando no es de utilidad alguna para la diseminación, etc.

Muy poderosa es la objeción anterior. Sin embargo, debemos, en primer lugar, ser prudentes al decidir qué conformaciones son ahora, o han sido en otro tiempo, de utilidad a cada especie. En segundo lugar, tendríamos que tener siempre presente que, cuando se modifica un órgano, se modificarán los otros, por causas que vislumbramos confusamente, como aumento o diminución en substancia nutritiva que llega a un órgano, presión recíproca, influencia de un órgano desarrollado precozmente sobre otro que se desarrolla después, etc., por otras causas que nos conducen a casos de correlación, que no comprendemos. Estas causas pueden agruparse todas, por brevedad, con la expresión de leyes de crecimiento. En tercer lugar, la acción directa y definida del cambio de condiciones de vida y llamadas variaciones espontáneas, en las cuales la naturaleza de las condiciones parece representar un papel muy secundario. Tiene que haber una causa eficiente para cada diferencia individual, lo mismo que para las variaciones más marcadas que aparecen accidentalmente, y si la causa desconocida actuase de continuo, es casi seguro que los individuos se modificarían de modo semejante.

Una estructura que ha sido desarrollada a través de selección continuada por mucho tiempo, cuando deja de ser útil a la especie se hace generalmente variable, como lo vemos en los órganos rudimentarios, porque deja de ser regulada por este mismo poder de selección. No puede haber sido de mucha importancia para el mayor número de los mamíferos, aves o reptiles, el estar cubiertos de pelos, plumas o escamas: sin embargo, el pelo ha sido transmitido a casi todos los mamíferos, las plumas a todos los pájaros y las escamas a todos los verdaderos reptiles.

Mivart, ha reunido las objeciones que se han hecho, en todo tiempo, por mí mismo y por otros, a la teoría de la selección natural, tal como ha sido propuesta por míster Wallace y por mí, y los ha expuesto con arte y energía admirables. Ordenadas así, constituyen un formidable ejército, y como no entra en el plan de míster Mivart el citar los diferentes hechos y consideraciones opuestos a sus conclusiones, queda no pequeño esfuerzo de razonamiento, y de memoria para el lector que quiera pesar las pruebas de ambas partes. Del mismo modo supone que no atribuyo nada a la variación independientemente de la selección natural, siendo así que, en la obra acabada de citar, he reunido un número de casos bien comprobados, mayor que el que pueda encontrarse en cualquier obra que yo conozca. Mi opinión podrá no ser digna de crédito; pero después de haber leído con cuidado el libro de míster Mivart y de comparar cada sección con lo que he dicho yo sobre el mismo punto, nunca me habla sentido tan firmemente convencido de la verdad general de las conclusiones a que he llegado, sujetas evidentemente, en asunto tan complicado, a muchos errores parciales.

Este asunto está íntimamente unido al de la gradación de caracteres, acompañada frecuentemente de un cambio de función -por ejemplo: la transformación de la vejiga natatoria en pulmones-; puntos que fueron discutidos en el capitulo anterior bajo dos epígrafes. Sin embargo, examinaré aquí, con algún detalle, varios de los casos propuestos por mister Mivart, eligiendo aquellos que son más demostrativos,

En el caso de la jirafa, la conservación continua de aquellos individuos de algún rumiante extinguido que alcanzasen muy alto, que tuviesen el cuello, las patas, etc., más largos y pudiesen ramonear un poco por encima de la altura media, y la continuada destrucción de los individuos que no pudiesen ramonear tan alto, habría sido suficiente para la producción de este notable cuadrúpedo; aunque el uso prolongado de todas las partes, unido a la herencia, habrán ayudado de un modo importante a su coordinación.

Respecto a los numerosos insectos que imitan a diversos objetos, no hay nada de improbable en la creencia de que una semejanza accidental con algún objeto común fue, en cada caso, la base para la labor de la selección natural, perfeccionada después por la conservación accidental de ligeras variaciones que hiciesen la semejanza mucho mayor; y esto habrá proseguido mientras el insecto continuase variando y mientras una semejanza, cada vez más perfecta, le permitiese escapar de enemigos dotados de vista penetrante.

En ciertas especies de cetáceos existe una tendencia a la formación de pequeñas puntas córneas y regulares en el paladar; y parece estar por completo dentro del radio de acción de la selección natural el conservar todas las variaciones favorables hasta que las puntas se convirtieron, primero, en prominencias laminares o dientes como los del pico del ganso; luego, en laminillas cortas como las de los patos domésticos; después, en laminillas tan perfectas como las del pato cucharetero, y, finalmente, en las gigantescas placas o barbas, como las de la boca de la ballena franca. En la familia de los patos, las laminillas se usan primero como dientes; luego, en parte, como dientes y, en parte, como un aparato filtrante, y, por fin, se usan, casi exclusivamente, para este último objeto.

En estructuras como las láminas córneas o barbas de ballena, hasta donde nosotros podemos juzgar, la costumbre o uso poco o nada ha podido hacer tocante a su desarrollo. Por el contrario, puede atribuirse, casi por completo, al uso continuado, unido a la herencia, el traslado del ojo inferior de un pleuronéctido al lado superior de la cabeza; y la formación de una cola prensil puede atribuirse casi por completo al uso continuado, unido a la herencia.

Por lo que se refiere a las mamas de los animales superiores, la conjetura más probable es que primitivamente las glándulas cutáneas de toda la superficie de un saco marsupial segregasen un líquido nutritivo, y que estas glándulas se perfeccionasen en su función por selección natural y se concentrasen en espacios limitados, en cuyo caso habrían formado una mama.

No existe mayor dificultad en comprender cómo las espinas ramificadas de algunos equinodermos antiguos, que servían de defensa, se convirtieron mediante selección natural en pedicelarios tridáctilos, que en comprender el desarrollo de las pinzas de los crustáceos mediante ligeras modificaciones útiles en el último y el penúltimo segmentos de un miembro que al principio se usaba sólo para la locomoción.

En los avicularios y vibráculos de los polizoos tenemos órganos muy diferentes en

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