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Santos ,su Paz No Es Mi Paz

sebas24929 de Abril de 2013

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Sé que se deben estar preguntando quién soy y qué hago aquí parada en frente de ustedes… Me presento, mi nombre es Margot Frank, y para sorpresa de muchos, Ana Frank, que en paz descanse, fue mi abuela. Como es de su conocimiento, ella junto con su familia estuvo oculta de los nazis por más de dos años en Ámsterdam, vivió en un anexo y fue en este lugar donde escribió día tras día en su diario. Pero yo no estoy aquí para contarles lo que ya saben, estoy aquí para contar una parte desconocida de su historia, la cual no salió a la luz pública ni siquiera en su famoso diario: “El diario de Ana Frank” (publicado por primera vez bajo el título Het Achterhuis (la casa de atrás) en Holanda, en 1947, por el editor Contact). Es por eso que he viajado de país en país, para que todos los jóvenes del mundo se enteren de lo que en realidad sucedió, porque no quiero que las futuras generaciones pierdan la esperanza tan fácilmente, quiero que aprendan a luchar por lo que quieren hasta el final, tal y como mi abuela lo hizo, y hoy tengo la fortuna de hablarles a ustedes, futuros abogados de la Universidad de Los Andes, por eso estoy aquí.

Hace 69 años, en Bergen-Belsen, un campo de concentración nazi situado en Alemania, mi abuela se encontraba en cautiverio y vivía en deplorables condiciones, pero lo que no saben es que además de encontrarse totalmente descuidada y maltratada, mi abuela fue victima de un abuso sexual a sus catorce años de edad, y mi madre fue fruto del mismo.

Durante sus meses de embarazo, mi abuela sacó fuerzas de donde no las tenía y tomó la decisión de escribirle una carta de agradecimiento al único hombre en la faz de la tierra que odiaba, Adolf Hitler. Pero la carta que con tanto esfuerzo mi abuela escribió, nunca llegó a las manos de este señor. Esta carta ahora está en las mías, fue lo único que pude heredar de mi madre, y hoy vengo a compartirla con ustedes porque quiero que el mundo conozca esta parte de la historia…

“Estimado Adolf Hitler, enemigo mío, espero que se encuentre muy bien, que lleve una vida plena y no le falte la salud.

Mi nombre es Ana Frank, puede que usted muera en unos años tranquilamente sin saber quién soy, o quién fui, pero quiero informarle que yo sí sé perfectamente quién es usted. Usted es un hombre sin principios, un hombre que no posee corazón ni sentimientos, usted es el hombre que se encargó de destruir los sueños y las vidas de millones de personas, incluyéndome a mí y a mi familia.

Sin embargo, no escribo esta carta con la intención de recordarle quién es, supongo que usted ya lo sabe y además se encuentra muy orgulloso de serlo. Yo le escribo para expresarle mi dolor, le escribo para contarle cuanto lo odio y cuan grande es el rencor que le tengo, pero también le escribo para agradecerle, porque así no lo crea, tengo mucho que agradecerle despreciable señor.

Déjeme contarle que gracias a usted y a sus inhumanos actos aprendí mucho de la vida, aprendí a valorar a mi familia y el verdadero significado de estar unidos, aprendí a no ver la miseria que hay, sino la belleza que queda a mi alrededor a medida que pasa el tiempo, aprendí a desprenderme de lo material y a no ser egoísta, aprendí a luchar por mis ideales hasta el último instante sin perder la fe y la esperanza, y por último, aprendí lo que significa poner la vida de alguien más por encima de la vida propia, alguien más indefenso, más inocente, más vulnerable, y lo más importante, alguien con más posibilidades.

Sí, estoy hablando del niño o de la niña que llevo en mi vientre. Le agradezco por ese regalo porque también se lo debo a usted, ya que fue uno de sus hombres el que abusó de mí sin piedad alguna. Con este inesperado embarazo encontré el valor que necesitaba para escribirle y poder confesarle todo lo que usted me ha hecho

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