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Ser Humano

lizbetharyana21 de Febrero de 2014

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Introduccion

Hombres y mujeres somos conscientes de compartir una misma humanidad y, al mismo tiempo, de vivirla de modo radicalmente distinto. En otras palabras, conocemos dos “encarnaciones” de la naturaleza humana, igualmente plenas: el varón y la mujer. Pues bien, la vivencia de esta “unidad de dos” o “diferencia en la igualdad” es lo que llamamos complementariedad.

Deuda innata

En virtud de la complementariedad varón y mujer existen ordenados el uno al otro como a su plenitud. Conduce a descubrir la humanidad propia reflejada en el complementario, y a asimilarla mediante la amistad: celebrándola, fomentándola y respetándola. El varón, por ejemplo, interioriza los valores femeninos de tal modo que, lejos de afeminarse, encuentra en sí nuevas vetas de masculinidad. Y de modo simétrico ocurre con la mujer. La complementariedad se vive como deuda innata con el sexo opuesto, y es fuente de exigencias morales (pureza de corazón), e incluso profesionales (corresponsabilidad doméstica, conciliación laboral, etc).

En cambio, cuando la complementariedad se posterga o ignora (pragmatismo, machismo, pornovisión, ramplonería, moralismo, etc.) la común humanidad se intoxica de mentira y se empobrece.

Desarrollo

Lo que no es complementariedad

Por tanto la complementariedad, no se reduce al apoyo psicológico que se presta la pareja, ni al enriquecimiento afectivo, espiritual o cultural que reciben el uno del otro. La expresión no tiene aquí el mismo sentido que cuando decimos de dos personas que se complementan bien por sus caracteres o forma de ser. No, la complementariedad varón-mujer no es de orden psicológico sino estrictamente personal, y por tanto está marcada por la polaridad constitutiva de los sexos: sólo la mujer en cuanto mujer puede complementar al varón en cuanto varón, y viceversa.

Complementariedad dentro de cada individuo

Algunos autores (Jung, Woolf, Moeller, Ballesteros, Castilla, Elósegui, etc) han hecho notar cierta complementariedad no sólo entre varón y mujer, sino en el interior de cada individuo. La experiencia enseña, en efecto, que hay valores tradicionalmente atribuidos a la mujer (ternura, delicadeza, intuición) que porser humanos se dan igualmente en el varón, pero de modo masculino. Y viceversa ocurre en la mujer con valores como fortaleza, valentía, disciplina, audacia etc. La diferencia está en el estilo o talante con que se viven más que en su contenido, por más que el lenguaje corriente lo exprese clasificando según el género. Aparte de los prejuicios sexistas que hayan influido en ello, este modo de hablar refleja una realidad muy profunda: que nuestra comprensión misma de lo humano es naturalmente sexuada: varón y mujer simbolizan, cada uno por su parte, aspectos diversos de la humanidad que les es común. De ahí la importancia de vivir la complementariedad, por ejemplo mediante la colaboración doméstica, de modo que esta intuición luminosa del lenguaje sea fuente de enriquecimiento mutuo, y no degenere en esquematismos mentales y discriminaciones morales, como ha sido tan frecuente en la Historia.

ambos se dieron cuenta de la pérdida que implicaba esta situación y se fueron dando los cambios necesarios para poder llegar a plantear no sólo la igualdad entre ellos sino también la complementariedad y la co-responsabilidad.

Es un hecho que los hombres y las mujeres tienen unas características positivas propias, se desempeñan, se comunican y resuelven los problemas que se les presentan de manera diferente. Tanto el hombre como la mujer tienen sus puntos distintivos que sumar tanto a la familia como al trabajo, homologarlos sería hacer un reduccionismo de la naturaleza femenina y masculina. No se presenta esta cuestión como una disputa o un tema de quien es más o quien

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