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Texto Salud Y Enfermedad


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2014  •  3.656 Palabras (15 Páginas)  •  268 Visitas

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1. Textos para el informe

Tema: Tecnología, sociedad y cultura

Texto 1

¿Las tecnologías tienen un impacto?

La metáfora del impacto es inadecuada

De Pierre Levy*

[1] En los textos que anuncian coloquios y en los artículos de la gran prensa, se habla a menudo de los “impactos” de las nuevas tecnologías de la información en la sociedad o la cultura. La tecnología sería comparable a un proyectil y la cultura o la sociedad a un blanco viviente. No obstante, esta metáfora balística es criticable por más de una razón ya que supone una inadecuada lectura de los fenómenos.

[2]¿Vienen las técnicas de otro planeta, el mundo de las máquinas, frío, sin emoción, extraño a todo significado y a todo valor humano, como una cierta tradición de pensamiento tiende a sugerirlo? Me parece, por el contrario, que no sólo las técnicas son imaginadas, fabricadas y reinterpretadas en el uso por los hombres, sino que es incluso el uso intensivo de las herramientas lo que constituye la humanidad en tanto que tal (conjuntamente con el lenguaje y las instituciones sociales complejas). Es ese mismo hombre quien habla, entierra a sus muertos y talla el sílex. A través de la rueda y la navegación que han abierto sus horizontes; de la arquitectura que lo cobija y lo inscribe en la Tierra; de la escritura, el teléfono y el cine que la llenan de signos, el mundo humano de entrada es un mundo técnico.

[3]¿Es la tecnología un actor autónomo, separado de la sociedad y de la cultura, una entidad pasiva y percutida por un agente exterior? Sostengo, por el contrario, que la técnica es un ángulo del análisis de los sistemas sociotécnicos globales, un punto de vista que pone el acento sobre la parte material y artificial de los fenómenos humanos, y no una entidad real, que pudiera existir independientemente del resto, que tuviera efectos distintos y actuara por sí misma. Los asuntos humanos comprenden de manera indisociable interacciones entre:

• personas vivas y pensantes;

• entidades materiales naturales y artificiales;

• ideas y representaciones.

[4] Es imposible separar lo humano de su entorno material ni de los signos e imágenes a través de los cuales dan sentido a su vida y a su mundo. Por lo mismo, no se puede separar el mundo material-y aún menos su parte artificial- de las ideas a través de las que los objetos técnicos son concebidos y utilizados, ni de los humanos que los inventan, los producen y se sirven de ellos. Añadamos finalmente que las imágenes, las palabras, las construcciones de lenguaje anidan en los espíritus humanos, procuran medios y razones de vivir a los hombres y a sus instituciones, son reutilizadas por grupos organizados y por circuitos de comunicación y de memorias artificiales.'

[5] Incluso si suponemos que existen efectivamente tres entidades: técnica, cultura y sociedad, en lugar de poner el acento en el impacto de las tecnologías se podría pretender que las tecnologías son producto de una sociedad y de una cultura. Pero la distinción entre cultura (la dinámica de las representaciones), sociedad (la gente, sus lazos, sus intercambios, sus relaciones de fuerza) y técnica (los artefactos eficaces) no puede ser más que conceptual. Las relaciones verdaderas no se dan pues entre «la» tecnología (que sería del orden de la causa) y «Ia» cultura (que sufriría de los efectos), sino entre una multitud de aclares humanos que inventan, producen, utilizan e interpretan diversamente unas técnicas.

¿«La técnica» o «unas técnicas»?

[6] En efecto, las técnicas son portadoras de proyectos, de esquemas imaginarios, de implicaciones sociales y culturales muy variadas. Su presencia y su uso en tal lugar y en tal época cristalizan en unas relaciones de fuerza cada vez diferentes entre seres humanos. Las máquinas de vapor esclavizaron a los obreros de las fábricas textiles del siglo XIX mientras que las computadoras ordenadores personales aumentaron la capacidad de actuar y de comunicar de los individuos durante los años ochenta de este siglo. Es decir, no se puede hablar de los efectos socioculturales o del sentido de la técnica en general.

[7] Detrás de las técnicas actúan y reaccionan ideas, proyectos sociales, utopías, intereses económicos, estrategias de poder, el abanico entero del juego de los hombres en sociedad. La multiplicidad de los significados y de los proyectos que envuelven las técnicas son particularmente evidentes en el caso de lo digital. El desarrollo de las cibertecnologías está animado por los Estados que persiguen el poder en general y la supremacía en particular. Es también una apuesta de la competencia económica mundial entre las firmas gigantes de la electrónica y de la informática. Pero responde, igualmente, a las finalidades de los diseñadores y de los usuarios que buscan aumentar la autonomía de los individuos y multiplicar sus facultades cognitivas. Encarna, por fin, el ideal de muchos científicos, artistas y activistas que quieren mejorar la colaboración entre personas, que exploran diferentes formas de la inteligencia colectiva.

¿La tecnología determina o condiciona?

[8] Las técnicas, ¿determinan la sociedad o la cultura? La relación entre técnica y cultura es, en realidad, mucho más compleja que una relación de determinación. Una técnica se produce en una cultura, y una sociedad se encuentra condicionada por sus técnicas. Digo bien, condicionada y no determinada. La diferencia es capital. La invención del estribo autorizó la puesta a punto de una nueva forma de caballería pesada, partir de la que se han edificado el imaginario de la caballería y las estructuras políticas y sociales del feudalismo. Sin embargo, el estribo, en tanto que dispositivo material, no es la «causa» del feudalismo europeo. No hay «causa» identificable de un estado de hecho social o cultural, sino un conjunto infinitamente complejo y parcialmente indeterminado de procesos en interacción que se automantienen o se inhiben. Se puede decir por el contrario que, sin el estribo, se comprende mal cómo caballeros con armadura hubieran podido aguantarse sobre sus caballos y cargar con la lanza hacia adelante... el estribo condiciona, efectivamente, la caballería e, indirectamente, todo el feudalismo, pero no los determina. Que la técnica condiciona significa que abre ciertas posibilidades, que ciertas opciones culturales o sociales no se podrían considerar en serio sin su presencia. Pero se abren varias posibilidades, y no todas serán escogidas. Las mismas técnicas pueden integrarse en conjuntos culturales muy diferentes.

[9] La imprenta no tuvo las mismas consecuencias en Oriente que en Occidente. La prensa de Gutenberg no determinó la crisis de la Reforma, el desarrollo de la ciencia moderna europea ni la ascensión de los ideales de las luces y la fuerza creciente de la opinión pública en el siglo XVIII, solamente los condicionó. Sólo facilitó una parte indispensable del entorno global donde surgieron estas formas culturales.

[10] Una técnica no es ni buena ni mala (depende de los contextos y de los usos) ni neutra (puesto que condiciona o constriñe, puesto que abre aquí y cierra allí el abanico de posibilidades). No se trata de evaluar sus «impactos», sino de descubrir sus irreversibilidades donde un cierto uso nos compromete, nos permite aprovechar, formular proyectos que explotarían las virtualidades de las que es portadora y decidir lo que haremos con ellas.

*Pierre Levy es un filósofo que ha dedicado su vida profesional a estudiar los impactos culturales y cognitivos de las tecnologías digitales, y a promover mejoras en sus usos sociales. Actualmente se desempeña como profesor del Departamento de Hipermedia de la Universidad de Paris-VII.

Fragmento adaptado del siguiente texto: Levy, P. (2007) ¿Las tecnologías tienen un impacto? En Levy, P. Cibercultura. La cultura de la sociedad digital. Barcelona: Anthropos.

Texto 2

¿Tienen política los artefactos?

De Langdon Winner**

[1] En las controversias acerca de la tecnología y la sociedad no hay ninguna idea que sea más provocativa que la noción de que los artefactos técnicos tienen cualidades políticas. Lo que está en cuestión es la afirmación de que las máquinas, estructuras y sistemas de nuestra moderna cultura material pueden ser correctamente juzgados no sólo por sus contribuciones a la eficacia y la productividad ni simplemente por sus efectos ambientales colaterales sino también por el modo en que pueden encarnar ciertas formas de poder y autoridad específicas. Dado que algunas de estas ideas tienen una presencia persistente e inquietante en las discusiones sobre el significado de la tecnología es necesario prestarles una atención explícita.

[2] Al respecto, la teoría de las políticas tecnológicas […] sugiere que prestemos atención a las características de los objetos técnicos y al significado de tales características. Así, esta perspectiva identifica ciertas tecnologías como fenómenos políticos en sí mismos.

[3] A continuación esbozaré y ofreceré un ejemplo de una forma en la que los artefactos pueden poseer propiedades políticas. Me ocuparé de un caso en el que la invención, diseño y preparativos de determinado instrumento o sistema técnico se convierte en un medio para alcanzar un determinado fin político dentro de una comunidad. Con el término "política" me referiré a los acuerdos de poder y autoridad en las asociaciones humanas, así como a las actividades que tienen lugar dentro de dichos acuerdos. Con el término "tecnología" haré referencia a todo tipo de artefacto práctico moderno, pero para evitar confusiones, prefiero hablar de tecnologías.

[4] Todo el que haya viajado alguna vez por las autopistas de Estados Unidos y se haya acostumbrado a la altura habitual de sus pasos elevados puede encontrar algo anormal en los puentes sobre las avenidas de Long Island, en Nueva York. Muchos de esos puentes son extraordinariamente bajos. En nuestra forma habitual de observar cosas tales como autopistas y puentes, vemos los detalles como inocuos, y raramente pensamos demasiado en ellos. Resulta, no obstante, que los cerca de doscientos pasos elevados de Long Island fueron deliberadamente diseñados así para obtener un determinado efecto social.

[5] Robert Moses, el gran constructor de carreteras, parques, puentes y otras obras públicas de Nueva York entre los años veinte y setenta, construyó estos pasos elevados de tal modo que fuera imposible la presencia de colectivos en sus avenidas. De acuerdo con las evidencias presentadas por Robert A. Caro en su biografía de Moses, las razones que el arquitecto ofrecía reflejaban su sesgo clasista y sus prejuicios raciales. Los blancos de las clases "ricas" y "medias acomodadas", como él los llamaba, propietarios de automóviles, podrían utilizar libremente los parques y playas de Long Island para su ocio y diversión. En cambio, la gente menos favorecida y los negros, que normalmente utilizaban el transporte público, se mantendrían a distancia de dicha zona porque los colectivos de doce pies de altura no podrían transitar por los pasos elevados. Una consecuencia de esto era la limitación del acceso de las minorías raciales y grupos sociales desfavorecidos a Jones Beach, el parque público más alabado de los que Moses construyó.

[6] Así, los resultados más importantes y duraderos de su trabajo son sus tecnologías, los grandes proyectos de ingeniería que dieron a Nueva York gran parte de su actual aspecto. Después de generaciones, sus obras públicas, especialmente las autopistas y puentes que construyó con el fin de favorecer el uso del automóvil frente al desarrollo de los transportes públicos, continuarán dando forma a la ciudad. Muchas de sus estructuras monumentales de acero y hormigón encarnan una desigualdad social sistemática, una forma de ingeniería de las relaciones personales que, después de cierto tiempo, se convierte, sin más, en parte del paisaje.

[7] Intentaré, entonces, extraer algunas conclusiones de todo lo anterior. Muchas invenciones y sistemas técnicos importantes en nuestra vida cotidiana conllevan la posibilidad de ordenar la actividad humana de diversas maneras. Conscientemente o no, deliberada o inadvertidamente, las sociedades eligen estructuras para las tecnologías que influyen sobre cómo van a trabajar las personas, cómo se comunican, cómo viajan, cómo consumen a lo largo de toda su vida. En este sentido, las innovaciones tecnológicas se asemejan a los decretos legislativos o las fundamentaciones políticas que establecen un marco para el orden público que se perpetuará a través de las generaciones.

**Langdon Winner es un catedrático de Humanidades y Ciencias Sociales en el Departamento de Estudios Científicos y Tecnológicos en el Instituto Politécnico Rensselaer, Troy, Nueva York .

Fragmento adaptado de la versión castellana del siguiente texto: Winner, L. (1985). Do Artifacts Have Politics?. En D. MacKenzie et al. (eds.), The Social Shaping of Technology, Philadelphia: Open University Press.

Texto 3

La tecnología: un modo de transformar el mundo cargado de ambivalencia

De Juana M. Sancho Gil***

[1] Uno de los aspectos considerados más peligrosos de la denominada cultura tecnológica es su tendencia a descontextualizar, a tener sólo en cuenta aquellos componentes de los problemas que tienen una solución técnica y a desconsiderar el impacto—en los individuos, la sociedad y el entorno—producido por la misma. Una de las consecuencias más inmediatas de esta perspectiva es la generalización de la creencia que sólo las máquinas (los artefactos) de invención más reciente son tecnología, que la tecnología deshumaniza y que la mejor forma de luchar contra la tecnología es no utilizando ordenadores u otros cachivaches que nos resultan novedosos y nos dan miedo. La falta de conocimiento sobre los aspectos sociales, políticos y económicos de la tecnología y el hecho de vivir en sociedades cada vez más dominadas por lo «artificial» nos enfrentan día a día con innumerables paradojas.

[2] Personas que mantienen apasionadas discusiones sobre los peligros de la informática, pero utilizan todos los artilugios (desde el coche al teléfono, pasando por los electrodomésticos) que les puedan hacer la vida más cómoda, sin preguntarse cómo estas tecnologías modelan sus vidas, ni por los costes sociales y ecológicos que sustentan su confort.

[3] Lo que quiero evidenciar es que una visión parcial sobre la tecnología nos lleva a pensar sólo en los aspectos tangibles de la misma (los artefactos) y a considerar peligrosos sólo los que nos resultan desconocidos. Una vez que los hemos integrado en nuestra forma de vida, aunque se nos advierta de las consecuencias de su utilización, resulta prácticamente imposible desprenderse de ellos. Pocas veces nos paramos a pensar en los procesos que han llevado a su construcción y las situaciones que han propiciado su aceptación y generalización. Y lo que es más importante, pocas veces se plantea cómo las tecnologías organizativas y simbólicas configuran y transforman nuestro mundo.

[4] Todo lo anterior para argumentar la necesidad de que quienes nos dedicamos a los menesteres de la educación tengamos una visión más amplia y contextualizada de lo que significa e implica el largo camino del ser humano en su empeño por adaptar el medio a sus necesidades y todo el «saber hacer» elaborado y trasmitido en este empeño. Pero también es importante explicitar que el camino no es único, que hay distintas opciones, y la sociedad occidental ha escogido una de ellas. Que cualquier opción conlleva ambivalencia, incertidumbre, costes de diferente tipo y, en las sociedades consideradas tecnológicamente avanzadas, perplejidad e indefensión.

[5] La discusión de estos temas ocupa los dos primeros apartados de este capítulo. […]

2. Las múltiples caras de la tecnología: más allá de las máquinas

2.1. Evolución de un concepto

[6] En Grecia, la combinación de los términos téchne (arte, destreza) y logos (palabra, habla) significaba el nexo conductor que abría el discurso sobre el sentido y la finalidad de las artes. La distinción entre técnica y arte era escasa, cuando lo que hoy denominamos técnica estaba poco desarrollada. Sin embargo, la téchne no era una habilidad cualquiera, sino la que seguía ciertas reglas, por lo que también el término ha sido utilizado como «oficio». En general, la téchne conlleva la aplicación de una serie de reglas por medio de las cuales se consigue algo. De ahí que exista una téchne de la navegación («arte de navegar»), una téchne del gobierno («arte de gobernar»), una téchne de la enseñanza («arte de enseñar»).

[7] En la Edad Media se siguió utilizando el término ars en el mismo sentido que la téchne griega. Poco a poco la ars mechanica fue dando paso a lo que será luego la técnica propiamente dicha.

[8] La Edad Moderna propició la visión y reflexión sobre la técnica en el sentido que se le da en la actualidad.

[9] La Enciclopedia francesa prestó una gran atención a todas las técnicas, en particular a las mecánicas, incorporándolas al «saber» (la ciencia). Esta incorporación ha sido tan completa que en algunos momentos se ha llegado a considerar no sólo que la técnica es un saber, sino que el saber es fundamentalmente técnico.

[10] Esta fusión indisoluble (y aparentemente indispensable) entre ciencia y técnica abre un nuevo espacio de conocimiento, el de la tecnología, como una técnica que emplea conocimientos científicos y que a su vez fundamenta a la ciencia al darle una aplicación práctica. La tecnología se configura como un cuerpo de conocimientos que, además de utilizar el método científico, crea y/o transforma procesos materiales.

[11] A comienzos del siglo XX, el término abarcaba una creciente gama de medios, procesos e ideas, además de herramientas y máquinas. Hacia los años cincuenta, era definida por frases tales como «los medios o la actividad mediante la que los seres humanos tratan de cambiar o manipular su entorno» y también como «ciencia o conocimiento aplicado». Para los filósofos de la tecnología como Skolimowsky (1983:44) «en la Tecnología producimos artefactos; proporcionamos medios para construir objetos según nuestras especificaciones. En resumen, la ciencia tiene que ver con lo que es, la tecnología como lo que ha de ser».

[12] Sin embargo, es en las sociedades industriales, y sobre todo las post-industriales, en las que la tecnología se convierte en un fenómeno generador. La interacción del individuo con sus tecnologías ha transformado profundamente al mundo y al propio individuo. La prolongación de los sentidos y las habilidades naturales del ser humano a través del desarrollo de instrumentos, técnicas y medios de comunicación ha alterado radicalmente la naturaleza y la actitud del ser humano frente a ella (Shallis, 1984).

[13] Las anteriores consideraciones plantean una serie de temas importantes tales como: la relación entre ciencia-tecnología, las posiciones y visiones sobre la tecnología, y la idiosincrasia de las sociedades regidas por el imperativo tecnológico. A ellos voy a dedicar los siguientes apartados.

2.3. Posiciones frente al desarrollo tecnológico: la necesidad de criterios para evaluar su sentido

[14] Aunque como hemos apuntado, la Filosofía se ha ocupado relativamente poco de la Tecnología, las formas de relación entre la humanidad y sus técnicas han sido objeto de diferentes estudios (Mitchan, 1989).

[15] Para Feenberg (1991), la teoría instrumental, la visión dominante de los gobiernos modernos y de las políticas científicas en las que confían, trata a la Tecnología como subordinada a los valores establecidos en otras esferas sociales (por ejemplo, la política y la cultura). En esta visión subyace la idea de sentido común de que las tecnologías son herramienta preparadas para servir a los propósitos de quienes las usan.

[16] En cambio, la teoría substantiva atribuye a la tecnología una fuerza cultural autónoma que anula todos los valores tradicionales o en competencia. Su argumento es que la Tecnología constituye un nuevo tipo de sistema cultural que reestructura todo el mundo social como un objeto de control. Este sistema se caracteriza por una dinámica expansiva que, en definitiva, mediatiza cualquier enclave pretecnológico y configura toda la vida social. La instrumentalización de la sociedad es así un destino para el que no existe otra salida que la retirada.

[17] La teoría substantiva de la tecnología intenta hacernos conscientes de la arbitrariedad de esta construcción o, más bien, de su carácter cultural. El tema no es que las máquinas hayan «tomado el mando», sino que al elegir utilizarlas realizamos muchas elecciones culturales implícitas. La tecnología no es un simple medio sino que se ha convertido en un entorno y una forma de vida: éste es su impacto «substantivo».

[18] La teoría crítica de la tecnología traza un recorrido difícil entre la resignación y la utopía. Los primeros marxistas y la Escuela de Frankfurt muestran que la conquista de la naturaleza no es un hecho metafísico, sino que comienza en la dominación social. Por lo tanto, el remedio no se encontrará en la renovación espiritual, sino en el avance democrático. La Escuela de Frankfurt también se aplicó al miedo de que el socialismo pudiera simplemente universalizar el tecnicismo prometeico del moderno capitalismo. La liberación de la humanidad y la liberación de la naturaleza se conectan en la idea de una reconstrucción radical de la base tecnológica de las sociedades modernas. Al elegir nuestras tecnologías nos convertimos en lo que somos, lo que a su vez configura nuestro futuro.

[19] La teoría crítica argumenta que la tecnología no es una «cosa» en el sentido ordinario del término, sino un proceso «ambivalente» de desarrollo suspendido entre dos posibilidades. Esta «ambivalencia» se distingue de la neutralidad por el papel que le atribuye a los valores sociales en el diseño, y no sólo en el mero uso, de los sistemas técnicos. Desde esta perspectiva, la tecnología no es un destino, sino una escena de lucha. «Es un campo de lucha social, o quizás una metáfora mejor sería un parlamento de las cosas en el que formas de civilización alternativas se debaten y deciden» (Feenberg, 1991: 14).

[20] Pero ¿es posible un cambio en el centro del control técnico? Existen objeciones culturales y técnicas para ello. Una democratización radical presupone el deseo de incrementar la responsabilidad y el poder, pero hoy los ciudadanos de las sociedades industriales parecen estar más ansiosos de «escapar de la libertad» que de ampliar su ámbito.

***Juana M. Sancho Gil es catedrática del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona.

Fragmento adaptado del siguiente texto: Sancho Gil, J.M (1998). La tecnología: un modo de cambiar el mundo cargado de ambivalencia (pp. 13-38). En Sancho Gil, J. M. (Ed.) Para una tecnología educativa. Barcelona: Editorial Horsori.

Es, por ejemplo, la tesis. apenas caricaturizada aquí de Gilben Hottis en Le signe et la technique. Paris, Aubier Montaigne, 1984.

El sílex (SiO2) es un mineral de gran dureza que se usó en la Edad de Piedra para la elaboración de herramientas cortantes.

Véanse igualmente los trabajos de la nueva antropología de las ciencias y de las técnicas, por ejemplo, Bruno Latour; La science en action, Pans, La Découverte, 1989.

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