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La tragedia después de la tragedia

Laura GarcíaMonografía30 de Junio de 2019

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UNIVERSIDAD DE MORÓN

Facultad de Filosofía, Ciencias de la educación y Humanidades

“La tragedia después de la tragedia”

Hamlet

de William Shakespeare

Carrera: Licenciatura en Letras R.E.I.

DOCENTE: lic. Juan Carlos Nicora

Materia: Literatura inglesa

Alumna: Laura García

Matrícula: 41013221

Año: 2016


LA TRAGEDIA DESPUÉS DE LA TRAGEDIA

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo analiza la concepción de lo trágico que los dramaturgos griegos crearon en sus obras, las tragedias, a partir del marco propuesto por Aristóteles en su Poética, y la posterior expresión de esta cosmovisión trágica en la lengua inglesa. Específicamente, en la obra Hamlet de William Shakespeare.

La tragedia encierra una cosmovisión, una determinada manera de ver el mundo. Así la define Aristóteles en su Poética:

Una tragedia, en consecuencia, es la imitación de una acción elevada y también, por tener magnitud, completa en sí misma; enriquecida en el lenguaje, con adornos artísticos adecuados para las diversas partes de la obra, presentada en forma dramática, no como narración, sino con incidentes que excitan piedad y temor, mediante los cuales realizan la  catarsis de tales emociones.[1]

Desglosando la definición de tragedia, se observa que su fin último es el de producir  terror y compasión en el espectador: “La tragedia persigue un efecto trágico, éste apunta a la reacción del espectador”[2]. El efecto trágico se denomina kathársis, concepto definido anteriormente como la experiencia de emociones de compasión y temor mediante las que se  expurgan dichas pasiones.

La caída del héroe desde la felicidad a la desdicha se produce por una falla o error sin culpa moral: “La desgracia ha caído sobre él no por el vicio ni la depravación sino por culpa de alguna falla”[3].

Los elementos para lograr el placer trágico de compasión y temor son: la peripecia, definida como “un cambio de suerte del personaje de una situación a su contraria”[4]; el reconocimiento o anagnórisis: “pasaje de la ignorancia a la comprensión”[5] y lo patético, precisado en la Poética como “una acción de naturaleza destructora, muertes en escena, torturas, heridas y todo lo de esta clase”[6].

En cuanto a las partes de la tragedia, Aristóteles distingue seis: “Trama, caracteres, dicción, pensamiento, espectáculo y melodía[7]. La trama es “la combinación de acciones, o sucesos ocurridos en la historia”[8], es decir, el entramado de acciones imitadas. Los caracteres son “los que determinan las cualidades de las personas, pero es de acuerdo con las acciones que estas puedan ser felices o lo contrario”[9]. Es decir, los caracteres están subordinados a la acción. El carácter junto a la dicción y el pensamiento asignan características a la acción. El pensamiento indica las actitudes del personaje: “El pensamiento se prueba cuando los personajes aceptan o rechazan algo”[10]. La dicción es el lenguaje de los personajes, definida en La Poética como “la exteriorización de los pensamientos en palabras”[11]. Por último, la melodía y el espectáculo son ambos “medios de la imitación”[12].

Insiste Aristóteles durante toda la obra en que el elemento más importante es el entramado de las acciones: “La acción y la fábula o argumento constituyen el fin de la tragedia, y el fin es siempre lo más importante de todo”[13]. Por consiguiente, el presente trabajo analiza la trama de las acciones como centro de la tragedia.

Asimismo, no cualquier obra literaria, por tratar temas trágicos, puede considerarse una tragedia. Esta es privativa del teatro, de la acción. El filósofo y ensayista George Steiner afirma en su libro La muerte de la tragedia: “Pocas son las obras de la Literatura universal que pueden incluirse en el género tragedia”[14].

En Hamlet, la estructura es más compleja: hay variedad de personajes y abundancia de situaciones y conflictos. Y, aunque el personaje principal es noble y elevado, se presentan también personajes vulgares. Esta diversidad permite incluir pasajes cómicos que no se observan en la tragedia clásica. Por otro lado, si bien Hamlet no elije la situación en la que se encuentra y no es presa de los dioses, su conflicto está planteado desde la posibilidad de elección. Por lo tanto, el núcleo trágico en Hamlet se cifra en las dudas y las vacilaciones del protagonista.  

El coro es un elemento del que esta obra prescinde y hay un desbordamiento de las unidades de espacio y tiempo. Siempre en función de la acción.

La hipótesis de este trabajo es que, aunque no se ajuste a todos los preceptos aristotélicos de la tragedia clásica,  Hamlet es una tragedia que toma los elementos esenciales del género y los reelabora.

 

DESARROLLO

Postulados aristotélicos: La imitación de las acciones

Aristóteles, retomando la definición inicial, insiste durante toda la obra en la importancia de las acciones. La tragedia, sostiene, está ligada siempre a la acción, no a las personas:

La tragedia es en esencia una imitación no de las personas, sino de la acción y la vida, de la felicidad y la desdicha. Toda felicidad humana o desdicha asume la forma de acción; el fin para el cual vivimos es una especie de actividad, no una cualidad. En un drama, entonces, los personajes no actúan para representar los caracteres; incluyen los caracteres en favor de la acción. De modo que es la acción, es decir, su fábula o trama la que constituye el fin o propósito de la tragedia.[15]

La acción, entonces, es el principal elemento de la tragedia. Los demás elementos están subordinados y se constituyen en función de ella. Estas acciones, además, se deben entramar de manera que todas sus piezas tengan conexión entre sí y conduzcan al núcleo del efecto trágico: “Tales hechos tienen el máximo efecto sobre la mente cuando ocurren de manera inesperada y cuando al mismo tiempo se suceden unos a otros; entonces resultan más asombrosos que si acontecieran por simple casualidad. En efecto, hasta los hechos ocasionales son más asombrosos cuando guardan relación con los precedentes”[16].

 Lo trágico, entonces, se concreta por el encadenamiento de las acciones que confluyen inevitablemente a un final catastrófico. Así lo expresa el filólogo Albin Lesky, en su libro La tragedia griega: “El sentido de lo trágico está dado también por la concatenación de suscesos, cadena que comienza con un accionar y pone en marcha un dinamismo dramático que necesaria e ineludiblemente conduce a la catástrofe[17].

Unidad de acción

En La Poética se definen un concepto importante sobre la trama y la unidad de acción. En palabras de Aristóteles: “La unidad imitativa es una cuando resulta de imitar una sola cosa”[18]. No basta, entonces, con imitar a un solo héroe: “La vida de un mismo hombre comprende una infinidad de acontecimientos que no forman una unidad”[19].

La obra debe constituir, para Aristóteles, una unidad de elementos esenciales, donde no exista pluralidad de acciones sino selección y concentración de las mismas: “Aquello que por su presencia o ausencia no provoca ningún efecto perceptible, no constituye ninguna parte esencial del todo”[20].  

En la tragedia clásica la decisión de llevar adelante un designio no confronta con la duda. Las  acciones son lineales y directas, no sólo por la unidad de acción, también porque eran los dioses, con sus favores o disgustos, así como el destino, los que empujaban al hombre a accionar sin posibilidad de escapar. Lo expresa Aristóteles cuando explica el concepto de hamartía o error sin falta. También lo enuncia indirectamente cuando presenta el ejemplo de Ifigenia, en las clases de reconocimiento: “Si su hermana fue sacrificada, su destino debe ser el mismo”[21]. Ejemplos de los dioses y el destino sellando el final trágico del héroe, se observan en las obras de los grandes dramaturgos clásicos. La orestíada, de Esquilo o Edipo Rey de Sófocles son ejemplos claros de esta concepción del destino y la vida.

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