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Alarcón, Pereda y Valera


Enviado por   •  24 de Febrero de 2024  •  Apuntes  •  1.716 Palabras (7 Páginas)  •  24 Visitas

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Tema 8. Alarcón, Pereda y Valera

  1. Pedro antonio de Alarcón

Pedro Antonio de Alarcón fue un novelista español del siglo XIX que heredó de Fernán Caballero el concepto de la novela como vehículo de moralización.

A pesar de su popularidad en su tiempo, Alarcón es considerado uno de los menos estudiados entre los principales novelistas del siglo XIX.

Alarcón reveló su talento desde una edad temprana, escribiendo y estrenando varias obras de teatro improvisadas.

Después de un intento fallido de formar parte del mundo literario de Madrid, Alarcón se volvió conservador y participó en un levantamiento liberal en Granada.

Alarcón ganó popularidad con su relato de testigo presencial de la guerra de África, "Diario de un testigo de la guerra de África", y sus libros de viajes por España.

Hasta 1861, las contribuciones de Alarcón a la ficción novelesca incluyeron su primera novela, "El final de Norma", y una colección de cuentos y cuadros de costumbres.

Alarcón tenía dos principios fundamentales en su escritura: la antítesis entre el arte y la realidad cotidiana, y la influencia socialmente útil del arte.

Alarcón escribió su obra maestra, "El sombrero de tres picos", en menos de quince días, destacándose por su manejo del suspense y elementos de terror y misterio.

Alarcón también escribió otras novelas, como "El capitán Veneno" y "La pródiga", que exploraron temas de amor y sacrificio.

Alarcón abandonó la escena literaria con su última novela, "La pródiga", y sus puntos de vista morales y estéticos reflejan los errores de la crítica literaria española del siglo XIX.

  1. José María de Pereda

José María de Pereda fue uno de los novelistas más afectados por la revolución de 1868. Proveniente de una familia rural acomodada de Santander, su obra refleja la influencia del catolicismo estricto y la rígida discriminación de clases sociales en su educación.

Las primeras publicaciones de Pereda fueron artículos pseudo-humorísticos y satíricos, seguidos por su colección de cuadros de costumbres titulada "Escenas montañesas" en 1864. Estos marcaron la transición en su obra de la descripción estática de cuadros a la narración lineal con personajes fuertemente delineados.

La revolución liberal de 1868 tuvo un gran impacto en Pereda, quien vio en ella una conmoción social e ideológica. Escribió una serie de artículos políticos muy violentos culpando a los liberales de los males nacionales, desde la pérdida de las colonias hasta la bancarrota de la hacienda pública.

Pereda defendió el realismo extremo en su obra, considerándose "esclavo de la verdad" al pintar la realidad en sus novelas. Rechazó la idea de embellecer la realidad antes de presentarla al lector medio, y se opuso a la expectativa de que la realidad sea convenientemente embellecida.

A pesar de su defensa del realismo, las primeras novelas de Pereda mostraron una influencia excesiva del tema sobre la estructura de la intriga y la caracterización. Parecían forzadas a adecuarse a un sistema de ideas previo en lugar de explorar situaciones humanas o sociales de manera más natural.

La novela "El sabor de la tierruca" (1881) marcó un cambio en la actitud de Pereda hacia la sociedad rural. Fue escrita con cuidado y presentó una estructura narrativa compleja, mostrando una defensa de lo rural contra la contaminación política.

En esta etapa de su carrera, Pereda comenzó a presentar una visión idílica de la vida en el campo, que culminaría en su obra posterior "Peñas arriba". Esta visión contrastaba con la representación más convincente de la vida rural realizada por otros escritores, como Emilia Pardo Bazán.

Pereda respondió a la expectativa de embellecer la realidad antes de presentarla al lector medio defendiendo la posición realista extrema. Se autodenominó "esclavo de la verdad" al pintar las costumbres de la Montaña, reconociendo que las imperfecciones del mundo real se reflejaban en sus obras.

Sin embargo, Pereda realmente creía en la necesidad de embellecer la realidad a través del arte. En su novela "Pedro Sánchez", menciona que las mentiras del arte son necesarias y hasta indispensables para embellecer la naturaleza y elevar los sentimientos humanos.

Aunque Pereda se autodenominaba realista, su obra no se ajusta a una definición satisfactoria de realismo. Falla en presentar el material con aparente desapego y en seleccionarlo sin prejuicios indebidos. Tanto en sus primeras novelas sectarias como en sus obras maestras posteriores, Pereda muestra un excesivo interés y apego emocional a sus temas, relacionándolos con su ideología personal.

Pereda siempre ve la realidad desde el punto de vista de la clase media. Los personajes de burgueses o terratenientes son vistos desde su propio nivel, mientras que los personajes de clase baja son vistos condescendientemente desde arriba.

Pereda no aborda el problema real de la región, que es la pobreza, desde dentro como lo hizo Galdós en sus novelas sobre Madrid. Esto se refleja en su obra "La puchera", que resulta decepcionante en este aspecto.

A mediados de la década de 1880, Pereda estaba cansado de abordar problemas y entró en una nueva fase de su obra. En sus novelas maduras, como "Sotileza" y "Peñas arriba", se centra en la descripción de los usos y costumbres de su provincia natal, resaltando el pintoresquismo y el casticismo de la región.

Aunque Pereda contribuyó al desarrollo del realismo, su obra no tuvo una influencia posterior significativa. Su uso del diálogo fue destacado, pero su obra se considera un producto final sin una influencia duradera.

Las novelas maduras más destacadas de José María de Pereda son "Sotileza" (1884) y "Peñas arriba" (1895), junto con "La puchera" (1889) en menor medida. Estas novelas siguen la pauta de la madurez de Pereda, aunque no todas alcanzan el mismo nivel creativo.

"Pedro Sánchez" (1883) y "La Montálvez" (1888) desarrollan las críticas de Pereda sobre la sociedad burguesa de Madrid. En "Peñas arriba", el personaje de Marcelo se aleja gradualmente de la sociedad burguesa por los placeres y responsabilidades de la vida en las montañas de Cantabria.

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