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Ami El Niño De Las Estrellas

pachomm12 de Septiembre de 2013

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AMI EL NIÑO DE LAS ESTRELLAS

aguas. ¿Y si Ami fuera un ser perverso disfrazado de niño, hablando de bondad

para obtener mi confianza?... ... ... ¡No! No podía ser... ... ... ¿Raptado por una

nave extraterrestre?...

En esos momentos apareció ante mis ojos un espectáculo terrorífico:

debajo del agua un resplandor amarillo verdoso comenzaba a ascender

lentamente, luego asomó una cúpula que giraba, con luces de muchos colores...

¡Era verdad! ¡Yo estaba contemplando una nave de otro mundo! Después

apareció el cuerpo del vehículo espacial, ovalado, con ventanillas iluminadas.

Emitía una luz entre plateada y verde. Fue una visión que no me esperaba, sentí

verdadero terror. Una cosa es hablar con un niño... ¿Niño?... con cara de bueno...

¿máscara?... y otra cosa es estar parado solo, en una playa, en la oscuridad de la

noche y ver aparecer una nave de otro mundo... un “ovni” que viene a buscarlo a

uno, a llevárselo lejos... Olvidé al “niño” y todo lo que me había dicho. Para mi

aquello se transformó en una maquinaria infernal, venida quién sabe de qué

sombrío mundo del espacio, llena de seres monstruosos y crueles que venían a

raptarme. Me pareció de un tamaño mucho mayor que el del objeto que yo había

visto caer unas horas antes.

Comenzó a acercarse a mi, flotando a unos tres metros por sobre las

aguas. No emitía ningún sonido, el silencio era espantoso, y se acercaba, se

acercaba irremediablemente. Quise salir huyendo. Hubiera deseado no haber

conocido jamás a ningún extraterrestre, quería volver el tiempo atrás, estar

durmiendo tranquilo cerca de mi abuelita, a salvo, en mi camita, ser un niño

normal y vivir una vida normal. Eso era una pesadilla; no podía correr, no podía

dejar de mirar a ese monstruo luminoso que venía a llevarme... tal vez a un

zoológico espacial...

Cuando estuvo sobre mi cabeza, me sentí perdido. Apareció una luz

amarilla en el vientre de la nave, luego un reflector me encandiló y supe que

estaba muerto. Encomendé mi alma a Dios y decidí abandonarme a su Altísima

Voluntad...

Sentí que me subían, que yo iba en una especie de ascensor, pero mis pies no

estaban apoyados sobre cosa alguna. Esperé ver aparecer aquellos seres con

cabeza de pulpo y ojos sanguinarios y sanguinolentos...

De repente, mis pies se posaron sobre una superficie mullida y me vi

parado en un recinto luminoso y agradable, alfombrado y con paredes tapizadas.

Ami estaba frente a mi, sonriendo con sus grandes ojos de niño bueno. Su mirada

logró calmarme, volviéndome a la realidad, a esa realidad hermosa que él me

había enseñado a conocer. Puso una mano sobre mi hombro.

- Calma, calma; no hay nada malo

Cuando pude hablar sonreí y le dije:

- Me dio mucho miedo

- Es tu imaginación desbocada. La imaginación sin control puede matar de

terror, es capaz de inventar un demonio donde sólo hay un buen amigo, pero sólo

se trata de nuestros monstruos internos, porque la realidad es sencilla y hermosa,

es simple...

- Entonces... ¿estoy en un “ovni”?

- Bueno, “ovni” es un objeto volador no identificado. Esto está plenamente

identificado: es una nave espacial; pero podemos llamarle “ovni” si quieres, y a mi

puedes decirme “marciano”.

- Se me fue completamente la tensión cuando reímos.

- Ven, ven a la sala de mandos – me invitó.

Por una puerta pequeñísima y en arco pasamos a otro recinto, tan bajo de

techo como el que abandonábamos. Ante mi apareció una sala semicircular

rodeada de ventanas ovaladas. En el centro había tres s

illones reclinables frente a

unos controles, y varias pantallas casi recostadas sobre el piso. ¡Aquello era como

para niños! Tanto los sillones como la altura del salón. Allí no hubiera cabido de

ningún modo un adulto... Yo podía tocar el techo levantando el brazo.

- ¡Esto es fabuloso! Exclamé entusiasmado. Me acerqué a las ventanas

mientras Ami se acomodaba en el sillón central, frente a los controles. Tras los

vidrios pude ver a lo lejos el resplandor de las luces del balneario. Sentí una leve

vibración en el piso y el pueblo desapareció. Ahora solo veía estrellas...

- Oye, ¡¿Qué hiciste con el balneario?!

- Mira hacia abajo – respondió Ami.

Casi me desmayo: estábamos a miles de metros de altura sobre la bahía.

Se veían todos los pueblos costeros de la zona, el mío se encontraba allá abajo,

muy abajo. ¡Habíamos ascendido kilómetros en un instante y yo no tuve ninguna

sensación de movimiento!

- ¡Super, super bueno! – Mi entusiasmo crecía, pero pronto la altura me

produjo vértigos.

- Ami...

- Dime.

- ... ¿Esto no se cae?

- Bueno, si a bordo hubiera una persona que ha dicho mentiras, entonces

los mecanismos podrían fallar...

- ¡Bajemos entonces, bajemos!

Por sus carcajadas supe que bromeaba.

- ¿Nos ven desde abajo?

- Cuando esta luz se enciende – señaló un óvalo sobre el tablero de

comandos – quiere decir que somos visibles. Cuando está apagada, como ahora,

somos invisibles.

- ¿Invisibles?

- Igual que este señor sentado a mi lado – indicó hacia un asiento vacío

junto a él. Me alarmé, pero sus risas me hicieron comprender que se trataba de

otra de sus bromas.

- ¿Cómo haces para que no nos vean?

- Si una rueda de bicicleta está girando rápido, sus rayos no se ven.

Nosotros hacemos que las moléculas de esta nave se muevan rápido...

- Ingenioso, pero me gustaría que nos vieran desde abajo.

- No puedo hacerlo. La visibilidad o invisibilidad de nuestras naves cuando

están en los mundos incivilizados, se efectúa de acuerdo al “plan de ayuda”. Eso

lo decide un “computador” gigante situado en el centro de esta galaxia...

- No entiendo bien.

- Esta nave está conectada a ese “super-computador” que decide cuando o

no podemos ser avistados.

- ¿Y cómo sabe ese “computador” cuando...?

- Ese “computador” lo sabe todo... ¿Quieres que vayamos a algún lugar

especial?

- ¡A la capital! Me gustaría ver mi casa desde el aire...

-¡Vamos! – Ami movió unos controles y dijo “ya”. Me preparé para disfrutar

del viaje mirando por la ventana... ¡Pero ya habíamos llegado!... ¡Cien kilómetros

en una fracción de segundo!

Yo estaba fascinado.

- ¡Esto se pasó de rápido para viajar!

- Ya te dije que en general no “viajamos” sino que nos “situamos”... Es cosa

de coordenadas, pero también podemos “viajar”.

Miré las grandes avenidas iluminadas. Se veía increíble la cuidad, en la

noche, desde el aire. Localicé mi barrio y le pedí que nos dirigiésemos hacia allá.

- Pero “viajando”, lento, por favor. Quiero disfrutar del paseo

La luz del tablero estaba apagada. Nadie nos veía

Fuimos avanzando suave y silenciosamente por entre las estrellas del cielo

y las luces de la cuidad.

Apareció mi casa. Fue extraordinario verla desde las alturas.

- ¿Quieres comprobar si todo está bien allá adentro?

- ¿Cómo?

- Vamos a mirar por esta pantalla.

Frente a él, en una especie de gran televisor, apareció la calle enfocada

desde la altura; era el mismo sistema por el cual veíamos dormir a mi abuelita,

pero con una gran diferencia: aquí la imagen se veía en relieve, con profundidad.

Parecía que uno podía meter la mano por la pantalla y tocar las cosas. Intenté

hacerlo, pero un vidrio invisible me lo impidió. Ami se divertía conmigo.

- Todos hacen lo mismo...

- ¿Todos; quienes son esos todos?

- No pensarás que eres el primer incivilizado que sale a pasear en una nave

extraterrestre...

- Yo había pensado que sí – dije algo desilusionado.

- Pues te equivocas.

El foco de la cámara, o lo que fuese, pareció traspasar el techo de mi casa,

recorriéndola por cada rincón. Todo estaba en orden.

- ¿Porqué en tu televisor portátil no se ve en relieve, como en esta pantalla?

- Ya te lo dije, es un sistema anticuado...

Le pedí que diéramos una vuelta por la ciudad. Pasamos por sobre mi

colegio. Vi el patio, la cancha de fútbol, los arcos, mi sala. Me imaginé contando

más tarde la aventura a mis compañeros: “Yo vi el colegio desde una nave

espacial”... Estaría orgulloso.

Fuimos pasando por toda la ciudad.

- Lástima que no sea de día – dije.

- ¿Porqué?

- Me hubiera gustado pasear en tu nave también de día... ver ciudades,

paisajes a la luz del sol...

Como de costumbre, Ami se seguía riendo de

...

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