Armando fue mi primer amor

ARMANDO

Armando fue mi primer amor, lo conocí camino a la escuela, ambos utilizábamos el transporte escolar.

Fue ahí donde lo vi por primera vez. Alto, cabello castaño claro, ojos azules y con una profundidad que me hacía perderme en ellos, ese día en particular llevaba botas, primera y última vez que las uso. Al parecer nunca le gustaron pero era el cumpleaños de su mamá y a ella le gustaba cómo se le veían.

A pesar de que se sentó a lado mío, no me atreví a decirle nada, era la perfección andando y alguien tan mundano como yo no podía ir por el mundo creyendo que merecía tener a alguien como él en su vida. Tonto, ¿no? a mis escasos 15 años, yendo a mi primer día de preparatoria, creía que no merecía a alguien como Armando.

Fue hasta dos días después que paseando a mi mascota, tropecé con él, literalmente, tropecé.  Siempre he sido muy distraída y hasta ese momento, no lo consideraba como algo bueno, pero, bueno, las cosas pasan por algo y no fue hasta que me abalancé contra él  y terminamos en el piso, que reconocí podría ser mi mejor defecto.

Me levanté deprisa con las mejillas totalmente enrojecidas y sin parar de decir ”perdón”, a lo que él con una sonrisa tímida me contestó, ”no te preocupes, no pasa nada”,

–”¿no pasa nada? estúpida, rompiste sus lentes” era lo único que pasaba por mi mente mientras él intentaba encontrar la patita de sus lentes que había salido volando Dios sabrá a dónde.

Lentamente se acercó a mí, jamás había estado tan nerviosa como ese día, ¿qué estaba haciendo? ¿por qué sus manos se estaban aproximando a mí?, tomó mi cuello con gentileza y entre risas me hizo saber que la parte faltante de sus lentes, se encontraba enredada en el enorme collar que traía en mi cuello. Lo desenredó con un poco de violencia, lo cual hizo que se quebrara el collar, ”bueno, al menos ya estamos a mano” le dije, él comenzó a reír a carcajadas.

De ahí surgió plática, me acompañó a mi casa, y al llegar a la puerta, me detuvo tomándome la mano, una vez más me sonrojé, era tan evidente mi nerviosismo que lo notó. No me lo dijo, pero yo lo sé. Aún así, se atrevió a invitarme a salir, ”¿te gusta el sushi?” preguntó con un tono intrigante, ”me encanta”, respondí.

Al viernes siguiente nos encontrábamos en el mejor restaurante de la ciudad comiendo y riéndonos de nuestro encuentro. Había sido algo mágico, tan de película que no podía creer que en realidad estuviera pasando.

Terminamos de comer y  caminamos por la ciudad. El atardecer fue  tan inolvidable, de esos que sólo ves fotografiados por los mejores, por segunda vez se acercó a mí, me tomó por las mejillas y me besó. No era la primer persona que besaba, ya lo había hecho antes en juegos, cuando salía con mis amigos, pero sin duda, era la primera vez que sentía algo así. Mi ritmo cardiaco se aceleró como si hubiera corrido un maratón, mis piernas comenzaron a temblar tanto que me costaba mantenerme de pie, mis pensamientos estaban en blanco, comencé a colapsar de la mejor manera posible.

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