Como Aprendí A Leer

COMO APRENDÍ A LEER

REPORTE

Un lector estará aprendiendo a leer siempre. Pues leer esa compleja operación de atribuir sentido y significado a los signos que nos rodean, es una habilidad que siempre puede ser perfeccionada.

Una lectura, la lectura de textos, comienza como ha dicho Paulo Fraire, por la lectura del mundo. En un lector, una y otras lecturas se esclarecen, se enriquecen, se complementan; arman un juego de espejos; son mutuamente imprescindibles.

El autor nos relata que fue alfabetizado en su casa, con la misma naturalidad con la que empezó a hablar ya que sus padres leían y le leían cuentos él y a sus hermanas. Poco a poco le fueron regalando libros, ganándoselos e incluso llego a comprar él un libro con sus propios ahorros a muy temprana edad. Después de leer bastantes libros constantemente, memorizaba y decía poemas que apenas comprendía a su edad, pero que sus palabras lo fascinaban.

Cuando llego a la universidad en la UNAM en la Facultad de Filosofía y Letras conoció en primer año de la carrera a la maestra de María del Carmen Millán quién les pidió que leyeran Talpa del autor Rufo y cuando finalizaron la maestra les hizo una pregunta acerca del libro que aunque todos lo habían leído ninguno se había cuestionado esa interrogante, cuando nadie supo dar respuesta a aquella pregunta la maestra les dio “hay que leer con los ojos abiertos”; este comentario cambo su vida.

Acercar a otros al lenguaje escrito, familiarizarlos con los libros, ayudarlos a abrir sus ojos, a sentir a comprender el texto a hacerlos lectores. ¿Qué más, qué mejor puede hacer un padre por sus hijos? Si las personas no comprenden ni sienten lo que leen, ¿cómo podrán aprender?.

Mucho ayudaría que los propios maestros y las autoridades educativas fueran lectores, que tuvieran la afición de leer. Que ningún maestro se resignará a la condición de no lector. Que supiera que más allá de los libros de texto se extiende un mundo ilimitado de oportunidades; que no todos los libros pueden ni deben ser leídos por los mismos lectores, que no todos son dignos ni buenos, pues la sacralización del libro es un síntoma de ignorancia y otro de los enemigos de la lectura.

La lectura y la escritura, el dominio del lenguaje escrito, son necesidades básicas de cualquier institución educativa, en todo nivel, y no están limitados a las escuelas de letras. No es sorprendente que, cuando realizamos un estudio de capacidad de compresión en preparatorias, tendremos resultados equivalentes al nivel de niños de tercero de primaria.

La mitad de los hogares mexicanos donde vive algún familiar con licenciatura, es decir, cuando menos 16 años “leyendo” tiene menos de treinta libros en su casa. En un país donde la pobreza extrema ha crecida de manera singular, podría esperarse un uso extenso de las bibliotecas

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