Country Club
7Apuntes27 de Diciembre de 2023
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COUNTRY CLUB
Un tiempo de verano, el más largo si se lo preguntaban a Julius, por todos los meses que había pasado en el Country Club. Triste, sin Nilda que ya no estaría a su lado nunca más, tampoco estaban Daniel y Celso, y Arminda, ella venía una vez a la semana para traer la ropa recién lavada de Juan Lucas, avanzando desde la parada de ómnibus, acercándose por enormes casas blancas con jardines amplios, casas que no observa, nadie sabe desde dónde viene. Es esa mujer vestida de negro que camina por San Isidro, inconfundible, vestida así talvéz porque era el color lo más cercano a su vida, su hija que se había marchado y no regresaba, ella caminaba con el sudor que caía de su frente, inconfundible incluso a varias cuadras de distancias. Siempre la veía Carlos, que se encontraba en el Mercedes y decía “Ya llega la doña”. Arminda envejecía en silencio, los quiere a todos mientras plancha la ropa o sentada en la cocina, ella y su silencio, pensaba que pronto moriría y que Dios la va a amparar.
Ahí está Carlos, uniformado de verano y con una gorra, sentado al volante del Mercedes y se pasa todo el día leyendo periódicos junto al Jaguar que había lavado en la mañana. Esperaba hasta que Susan le pidiera que la llevara a un lugar, le entregara un papel con una dirección, probablemente un lugar que no existía o que existía y con el mismo nombre que los que hay en barrios altos, en Miraflores o en San Isidro.
Salía Susan y él apagaba el auto, salía para pedir el papelito mientras que ella bajaba un poco las ventanas del auto para refrescarse, leía la nota y se la devolvía a Susan que se encontraba avergonzada, le dicen a Carlos que la señora debe de ir a aquel lugar desconocido, y rápido, capta todo enseguida, siendo el chofer de la familia, no como sirviente y el mejor pagado. Guiña el ojo a otros choferes del lugar, que limpian carros en la mañana, aquellos que ganan más y trabajan menos, se va mientras estos siguen esperando a los clientes como los taxistas del hotel.
Bobby, andaba feliz por que ya tenía autorización para manejar la camioneta, todos los días se iba a buscar a Peggy, le presentaba a varios amigos y se reunían con varios chicos para ir a Ancón donde muchos tenían casas y departamentos, donde siempre hay bailes cada noche, en el casino, en casa de Pelusita Marticonera o donde Lamadrid. Bobby se pasaba la vida allá y regresaba muy tarde, pero desde algún tiempo empezó a regresar solo a pedir dinero, porque unas amigas habían invitado a Peggy a pasar el verano ahí.
Otro que andaba feliz era Juan Lucas, que se ponía un gorro para ir al golf, y Susan que cada vez que lo veía al volante en su Jaguar siempre pensaba en volver a casarse con él, un hombre con la piel bronceada, con unos anteojos de sol, y con las canas en el cabello, ya se iba por los cincuenta pero se mantenía joven, iban a restaurantes caros, donde la cuenta era uno que equivalía a un suelto completo, y no de esos que aparecen en los afiches. Él siempre andaba feliz a punto de ir al golf, a una de sus haciendas porque a sus caballos de paso o de polo a él le gustaba controlarlos, o a un cóctel, porque había quedado primero, segundo o tercero en una competencia internacional.
Esa tarde iban a un cóctel, a despedir a los argentinos y chilenos con sus esposas probablemente hijas de presidentes, ricas y muy bellas. Juan Lucas había descubierto un juego, o tal vez redescubierto uno, le gustaba sentirse viajero, tenía el afán de dejar una maleta a medio abrir encima de sus cama y que nunca dejara de sentir la mudanza, le gustaba llegar y salir, repartir monedas a los botones, que siempre lo seguían esperando sus órdenes. A estos les empezó a agradar Juan Lucas porque siempre les daba propinas, lo seguían llevando sus maletas de cuero de chancho y lo subían a su auto, le encantaba ir con las maletas a su departamento de los Cóndores alegando que faltaban algunas de sus cosas, cuando lo que realmente hacía era dejar alguna de sus cosas ahí y volver a regresar. De pronto le apetecía ir a la casa de los Cóndores y empezaba a empacar sus maletas de cuero de chancho e irse con Susan, sin los chicos, pedía la comunicación desde su cuarto e invitaba a sus amigos, Luis Martín Romero y a veces a Lastarria porque tenían inversiones y este tenía que trabajar. Había ocasiones donde debía de ir a una de sus haciendas y habría las maletas alborotado, llenandolas de camisas de seda para la ocasión, él cabalgaba entre los campos de algodón, en un caballo que a Susan le gustaba, ella lo miraba acercarse y alejarse de la casa, pensando, podría haber sido porque el café podría haber estado un poco cargado, que si ella se enfermaba o envejecía, se iría muy lejos para que nada alrededor de él dejara de ser perfecto. Ella anhelaba que Juan Lucas regresará, mientras lo veía hablar en el golf, decían que él era hombre de una sola mujer, y ella era tan feliz.
Juan Lucas se cambiaba de ropa varias veces, como fraccionando el tiempo en temporadas, medio despeinado cuando regresaba del golf y llevaba a Julius a comer a la taberna, un príncipe con Susan, mientras dejaban a Julius y él cenaba en el dormitorio. Entraba al Aquarium y saludaba unos hombres que miraban el espárrago, una dieta ridícula, vestido en hilo blanco, pasaba a saludar a Susan con un beso en la frente y saludaba a una amiga de ella que tenía unos perros Dálmata, los más hermosos del mundo y una enorme casa que podría alquilar como colegio, hacía un comentario corto y se iba. Cruzaba el Hall del hotel y se dirigía al Mercedes para dirigirse al centro de Lima, rumbo al edificio de la compañía. A esa hora aparecía Bobby y sorprendía a Susan, él iba para pedir dinero, ella nunca preocupada y Juan Lucas en la gerencia y después le decía a Bobby que vaya a la gerencia del hotel a buscar si le daban algo, y nuevamente este desaparecía.
Susan pensaba en Julius, porque ya hace algún tiempo que no comían con él, porque ya no quería ir al golf, se la pasaba todo el día en la piscina del hotel, en la de menores, porque en el Country las había, acompañados con las amas que cuidaba a los niños sin meterse al agua pero haciéndolos avanzar con la mano, mientras su mamá, una mujer tendida al sol espera a su esposo para bañarse juntos en la piscina de socios. Pero ahí tampoco estaba Julius, él estaba en la de intermedio, donde había un gringo que ya iba por el treinta y un salto mortal, observado por unos jóvenes del barrio Marconi que planean golpearlo en la tarde, porque este le había guiñado el ojo a Elena que era novia de Pedro, Enrique era el que lo haría y los demás esperaban por si sucedía algo mientras fumaban. Veían que venía el gordo y le decían que le diga al cholo que saque al gringo de la piscina o que ellos lo sacarían a la fuerza, sin presenciar que este ya salía de la piscina para respirar un poco, fue entonces que las novias de los jóvenes entraron a la piscina.
Observaban a Susan que se encontraba con Julius, ya sin su amiga en Barranco, esta había venido a visitarlo para ponerse al corriente de él. Lo veía temblando, ya eran casi las seis y a esa hora cerraban la piscina, pero decidió quedarse un rato con él y lo invitó a una butifarra en el bar, que estaba junto a la piscina de socios, Julius aceptó de inmediato porque estaba con hambre, era cierto que no comía porque Juan Lucas casi no bajaba a la taberna a comer, y Susan solo pedía que le trajeran la comida al Suit cuando se acordaba de comer. Se acercaban al bar cuando Susan divisó a Pericote Siles, un hombre que se le había declarado tres veces, una antes de casarse con Santiago, otra cuando enviudó y la tercera meses antes de casarse con Juan Lucas, era de la raza que Juan Lucas conocía pero no reconocía, con su guayabera blanca, pantalones grises y mocasines negro y blanco, este la había visto y casi se va de cara por estar muy picado, se acercó a ella agarrándose de la baranda, intentó entablar conversación con Susan, ella presentó a Julius y Pericote respondió “Caballerito ilustre”,al ver que Pericote estiraba su mano para ponerla en su cabeza, Julius molesto empezó a inclinar la cabeza, poniendose un dedo en la oreja y empezando a saltar para sacarse el agua que había le había entrado, haciendo que esta salpicara un poco a la guayabera de Pericote, y para evitar que Julius que lanze a Pericote, Susan sonrió a uno de los mossos y empezó con su orden refiriendose a uno que parecía el más bueno, le pidió dos butifarras en platos separados, después Pericote pidió una naranjada más y dos coca-colas, que aceptó como Julius, pero como estaba oscureciendo Susan pidió un Jerez y empezó a recordar que el momento se parecía cuando estaba en un teatro en Londres, Pericote quería pedir lo mismo para verse tan fino como ella, pero vió que ya le estaban sirviendo su naranjada y no le quedaba de otra aceptarla, los jovenes del barrio Marconi la observaban y decían que le daba al alcohol, cuando empezaron a disimular cuando sus novias regresaron de la piscina y se iban a cambiar, Pericote empeñado en terminar su naranjada para pedir un jerez que por primera vez en su vida la tomaría a esa hora, pero Susan sintió que el escurecer era solo una nube tapando el sol, retiró el vino con los dedos y pidió un vaso de agua natural, Pericote vió que ya nada podía hacer, Julius empezaba con su segunda butifarra, Susan vió que este temblaba de frío y lo mandó a cambiarse, después pidió la cuenta, buscó en su cartera y se dió cuenta que no traía ni un real, y Pericote no permitiría que ella pague, pero ella ni hizo caso así que pidió un vale, Pericote gritó que ni hablar y se distrajo cuando aquellas muchachas, novias de los jóvenes del barrio Marconi pasaron y por el otro lado la Flight hostess, no sabía hacia donde ver, y por mirar a las chicas no vió a la otra, mientras tanto Susan ya había escrito la dirección y número de su suite y procedió a irse. Pensando ella que no se había enterado de los días de Julius y que todo cambiaría cuando fuera a cambiarse para ir a la carrera que a Juan Lucas le gustaba y que ella descubriría. Mientras los jóvenes del barrio Marconi habían pedido cervezas y lo veían a Pericote.
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