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Cuento El Orejon


Enviado por   •  11 de Marzo de 2015  •  522 Palabras (3 Páginas)  •  361 Visitas

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Cuento

"El orejón"

Este cuento fomenta la autoestima y la tolerancia. Dirigido a los niños que sufren bullying. Muy popular y conocido, se ha contado y pasado a lo largo de los años.

Escrito por Álvaro Jurado Nieto, Colombia.

EL OREJÓN

Era su segundo día de clases. Henry se sentó en el primer pupitre del salón, al lado de la ventana, como le recomendó su mamá. La profesora entró en clase y les dijo "buenos días". Hoy vamos a estudiar algunos animales. Comenzaremos con el asno, ese animal tan útil a la humanidad, fuerte, de largas orejas, y…"Como Henry", la interrumpió una voz que salía de atrás del salón.

Muchos niños comenzaron a reír ruidosamente y miraban a Henry.

¿Quién dijo eso?, preguntó la profesora, aunque sabía bien quién lo había dicho.

Fue Quique, dijo una niña señalando a su lado a un pequeñín pecoso de cinco años.

Niños, niños, dijo Mily con voz enérgica y poniendo cara de enojo. No deben burlarse de los demás. Eso no está bien y no lo voy a permitir en mi salón. Todos guardaron silencio, pero se oía algunas risitas.

Un rato después una pelota de papel goleó la cabeza de Tomás. Al voltear no vio quién se la había lanzado y nuevamente algunos se reían de él. Decidió no hacer caso a las burlas y continuó mirando las láminas de animales que mostraba Mily. Estaba muy triste pero no lloró.

En el recreo Henry abrió su lonchera y comenzó a comerse el delicioso bocadillo que su mamá le había preparado. Dos niños que estaban cerca le gritaron: "orejón, oye orejón, no comas tanto que va a salirte cola como un asno", y echaron a reír. Otros niños a su alrededor lo miraron y tocando sus propias orejas, sonreían y murmuraban. Henry entendió por primera vez, que de verdad había nacido con sus orejas un poco más grandes. "Como su abuelo Manuel", le había oído decir a su papá una vez.

De pronto se escucharon gritos desde el salón de música, del cual salí mucho humo. Henry se acercó y vio a varios niños encerrados sin poder salir, pues algún niño travieso había colocado un palo de escoba en los cerrojos. A través de los vidrios se veían los rostros de los pequeños llorando, gritando y muy asustados. Dentro algo se estaba quemando y las llamas crecían. Los profesores no se habían dado cuenta del peligro, y ninguno de los niños se atrevía a hacer nada.

Henry, sin dudarlo un segundo, dejó su lonchera y corrió hacia la puerta del salón y a pesar del humo y del calor que salía, agarró la escoba que la trababa y la jaló con fuerza.

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