Doña Damiana
Salvadora047 de Agosto de 2013
934 Palabras (4 Páginas)777 Visitas
Doña Damiana, de Enrique Alvarado Martínez
—Erick Aguirre—
Managua
Doña Damiana (Fondo Cultural BANIC, 1998) es el sexto libro publicado por Enrique Alvarado Martínez, politólogo granadino con estudios en Costa Rica y Estados Unidos; psicólogo graduado en la UCA; articulista y editor de revistas y periódicos; diplomático y catedrático universitario. Adiestrado ya en sus obras anteriores (Cuentos de calle y camino, Anécdotas granadinas, El pensamiento político nicaragüense y ¿Ha muerto el Partido Conservador de Nicaragua?) en el ejercicio narrativo y el buceo constante de nuestra historia.
Definitivamente la obra está emparentada con el tipo de «novela histórica y de costumbres nicaragüenses» de Amor y constancia, escrita en 1878 por el historiador liberal José Dolores Gámez (1851 - 1918). El mismo tipo de novela que ensayaran posteriormente Adolfo Calero Orozco (1899 - 1981) con Sangre Santa, Jorge Eduardo Arellano (1946) con Timbucos y calandracas, y que Ricardo Pasos (1939) ha llevado a extremos prolíficos de consumación en los noventa con su continua serie de novelas históricas.
Con prosa muy clara y concisa, impregnada de ocasionales arrebatos líricos que junto a la amenidad del relato hacen oportuno contrapunto a la abundante información histórica y la constante pormenorización de las costumbres de la época, Doña Damiana recrea las intríngulis político-familiares nicaragüenses en pleno nacimiento de nuestra «república». Es una trama sencilla, en la que el narrador entreteje los recuerdos de doña Pepa Montiel, hija del capitán Avelino Montiel, muerto en la batalla del Mesón de Rivas, con los de su abuela, doña Damiana Palacios, «La Panameña» o «La Vengadora», mujer de peculiar belleza y recio carácter, cuya figura se yergue como una larga sombra sobre la totalidad del relato.
La trama gira alrededor de las pugnas entre Manuel Antonio de la Cerda y Juan Argüello, primer jefe y vice-jefe del Estado nicaragüense respectivamente, electos por una Asamblea Nacional Constituyente en 1825, apenas dos años después del asalto de Cleto Ordóñez al cuartel de Granada proclamando la República.
Desde el comienzo hasta el final de la obra, quien relata es un narrador omnisciente que alterna intermitentemente los recuerdos de nieta y abuela, y nos los muestra desde su perspectiva distante de narrador no-personaje, con el recurso clásico del uso de la tercera persona gramatical. A la postre, el relato viene a pormenorizar literariamente las intrigas familiares y políticas del periodo inmediato a nuestro nacimiento como supuesta nación independiente, y las rencillas y aparentes diferencias ideológicas entre ambos personajes, que dieron paso a la conformación de las llamadas paralelas históricas («serviles» y «cabezas calientes», «timbucos» y «calandracas», «cachurecos» y «colorados», «granadinos» y «leoneses», «conservadores» y «liberales»), y el sucesivo desencadenamiento de guerras e intervenciones que han plagado nuestra historia política.
En realidad, en medio de la vieja rencilla entre el escolástico y puritano de la Cerda, y el astuto y ambicioso Juan Argüello, simplemente se despliega el «marco humano» o el mero escenario en el que se inicia el desarrollo del proceso de conformación nacional, cuyas herramientas ideológicas se fundamentaron -sin ratificarse en realidad plenamente- en las ideas de la Ilustración provenientes de Europa y en el independentismo de los Estados Unidos.
El desplazamiento del poder de Manuel Antonio de la Cerda y las manifestaciones de rechazo popular y de las capas sociales burguesas «modernizadas» hacia su extremo puritanismo y su tan ridícula como empecinada dependencia espiritual de la Iglesia Católica y del ideario escolástico, fueron el preámbulo perfecto para una reforma seudoliberal y la instauración
...