EN MEMORIA DE VÍCTOR HUGO RASCÓN BANDA Elia Paredes

EN MEMORIA DE VÍCTOR HUGO RASCÓN BANDA

Elia Paredes

Escuela Nacional Preparatoria

La mañana del 31 de julio de 2008, los periódicos anunciaron la muerte de Víctor Hugo Rascón Banda, el dramaturgo, el abogado. Para algunos que disfrutamos su grata amistad cuando aún no era afamado, es y sigue siendo el maestro. Pues lo conocimos así como profesor de literatura. Alto y apuesto-aunque el pensara lo contrario-deambulaba por los antiguos pasillos de la Secundaria 8 “Presidente Masarik”, donde fue nuestro colega. Siempre muy propio, respetuoso, se ve que disfrutaba la docencia y las alumnas lo apreciaban mucho. Recuerdo con qué interés insistía en que los exámenes semestrales de Español y de Literatura fueran redactados en términos poéticos. Cada enunciado, cada reactivo debería ser sonoro, acústico, deleitable y comprensible, siempre literario; cada secuencia debía mantener unidad de sentido, así como la prueba íntegra, y todo, siempre, impregnado de poesía. Cada examen elaborado por él era una pequeña muestra del talento de escritor que llevaba dentro. Después se alejó para iniciar su ascenso y volvimos a enterarnos de él a través de su teatro exitoso y de sus triunfos: Presidente de la Sociedad General de Escritores de México, Miembro de la Comisión de Artes y Letras del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNA)y Ganador de la Medalla Xavier Villaurrutia, entre otros premios. Fue Miembro de la Real Academia de la Lengua, honor que recién se le había conferido el 27 de junio, un mes antes de morir.

Había nacido en 1948 en Santa Rosa de Uruáchic, pueblo minero enclavado en la sierra de Chihuahua, al norte de México, de donde solamente se salía en avioneta o a lomo de mula. Y, en vez de continuar la tradición familiar de la minería se decidió por las letras pues, como decía, su madre lo había condenado a ser escritor desde el nombre.

En 1979 escribió su primera obra de teatro titulada Voces en el umbral, donde recreó la vida de dos mujeres enmarcadas en el auge y la decadencia minera.

Su primera obra llevada a los escenarios fue Los ilegales, la cual marcó el inicio de una carrera por éxitos, así como el reconocimiento de la crítica y la academia. Otras obras significativas de su dramaturgia son Contrabando, La mujer que cayó del cielo, Sazón de mujer y Apaches.Además de su creación dramática, realizó varios guiones para cine como: Días difíciles, Morir en el Golfo, Playa azul, Jóvenes delincuentes, La muerte del Padre Pro y Rosa de California. Fue el más destacado defensor de los derechos de los autores mexicanos y el más comprometido impulsor de la Ley del Libro.

En entrevista a La Jornada, declaró otros datos interesantes de su vida. Contó deber su disciplina y constancia a una fealdad física– que no sabemos por qué él se la adjudicaba–, que la literatura le ayudó a sobrellevar su supuesta fealdad y como evasión, para escribir en soledad.

De sus experiencias como escritor dice: “Yo me sorprendía por cómo hablaban los personajes sin mi control. No más ponía el nombre y sopas, salía un texto; yo parecía un intermediario. Y resulta que Contrabando y Playa azul son mis obras que mejor funcionan en teatro, porque son textos cerrados, porque salen del inconsciente del sueño, de esta duermevela, de la que aparecen estos personajes que habitan una dimensión de donde uno va, los saca y los pone a vivir”. (La Jornada de en medio, agosto 22, 2009, p.3ª) En Playa azul revela la habitual corrupción en México.

Sobre su estilo él mismo afirmaba que hay que saber encontrar belleza en lo sórdido, en lo sangriento, para alcanzar una dimensión tanto trágica como artística; que se debe aprender el oficio de dramaturgo sin descuidar la intuición.

Interrogado acerca del pesimismo que se percibe en los desenlaces de sus dramas dice: “En lo que respecta a los finales pesimistas de mis obras, se debe a mi modo de ver el mundo actual, que no es de triunfadores, es de antihéroes. A la mayoría de la gente le toca perder. Mis personajes, a pesar de que intentan desafiar un orden social, siempre son destruidos. Aunque ellos se inerpongan, aunque yo les ayudara. Están inexorablemente marcados por una época terrible. De ahí que los desenlaces de las obras tengan que ser trágicos, tal como son en la vida real. Ellos no pueden tener un final diferente al que tenemos los mortales”

En el universo de la dramaturgia de Rascón Banda encontramos que en 1974 con su obra Nolens Volens ganó el primer lugar como autor y director en el Concurso Obras de Teatro convocado por el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana. En 1979 Voces en el umbral fue finalista del premio Tirso de Molina de España y recibió diploma de honor en el concurso de teatro organizado por la SOGEM. Ese mismo año se llevaron a escena Los ilegales y La maestra Teresa, con la que obtuvo el Premio Nacional de Teatro Ramón López Velarde . En 1981 escribió la obra Tina Modotti que se hizo merecedora del premio Nuestra América de las Universidades de Puebla y Sinaloa. Armas blancas recibió el Heraldo y el Premio de la crítica teatral Xavier Rojas, como el mejor teatro de búsqueda. El baile de los montañeses obtuvo el Premio de teatro en el X Festival Internacional Cervantino. Otras obras suyas son: Máscara vs. Cabellera, Manos arriba, Cierren las puertas, Playa azul, Luces de Thermidor, Contrabando, que fue premiada por la Unión de Cronistas y Críticos de Teatro (UCCT); El criminal de Tacuba, La casa del español, Fugitivos, Alucinada, Sabor de engaño, El caso Santos y Homicidio calificado. Fue coguionista de la cinta Morir en el Golfo y una autobiografía: De cuerpo entero: el último acto

Rascón Banda escribió una autobiografía titulada, De cuerpo entero, publicada en 1990 por la UNAM y la Editorial Corunda. Su novela Contrabando obtuvo el premio Juan Rulfo, en 1991. Sus obras teatrales Manos arriba, La fiera del Ajusco (1984) y Máscara vs. Cabellera se publicaron en 1985 bajo el título Teatro del delito por Editores Mexicanos Unidos.

Después de 24 años de luchar contra una leucemia linfocítica escribió la crónica “¿Por qué a mí? donde detalla sus interrogantes espirituales y la lucha intensa con que trató de desarmar a la muerte hasta el último acto.

“Que no me preocupe de los muertos, que los deje vivir como quieran y que anden por ahí, recogiendo sus pasos, tratando de encontrar sus sombras” escribía en su cuento Volver a Santa Rosa, remembranza del terruño a donde pidió retornar al final, el escritor, el amigo, el maestro.

Bibliografía

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