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“ESCRIBIENDO UNA PUERTA”


Enviado por   •  28 de Febrero de 2016  •  Ensayos  •  2.007 Palabras (9 Páginas)  •  269 Visitas

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“ESCRIBIENDO UNA PUERTA”

Me quede embriagada por el calor de las llamas, su suave bailar y el meneo de sus faldas azules me hipnotizaba; una taza de chocolate caliente se encontraba entre mis dedos. Sólo quedaba un sorbo que guardaría para más tarde.

Miré a todos lados en la habitación. Mis ojos se detuvieron en el reloj cucú del estante de madera. Estaba lleno de polvo y triste por el pasar de los años. En su pico había algo extraño, ¿Era una lombriz? ¿Una mosca atrapada en su pico? ¿Una simple pelusa? Desde luego no me iba a quedar con la duda, así que me acerqué a averiguarlo. .. ¡Era una llave! Era muy pequeña y bastante laboriosa, flores y tallos la adornaban y debajo se encontraba un pequeño moño.

-¿Te gusta?

Escuché una voz y volteé hacia esa dirección

-¡Ah, abuelo! ¡Me asustaste!

Mi abuelo soltó una risita traviesa y dejó la bandeja con galletas en la mesita en frente de la chimenea.

-¿Y qué tienes ahí pequeña Melanie?

No sé porque “pequeña Melanie” me causaba gracia. ¡Ya que! Me atraparon con las manos en el chocolate.

-¿De qué es esta llave?- pregunté

-De metal Melanie- respondió mi abuelo en tono burlón. Su comentario me enojó.

¡¿A dónde pertenece esta llave?!

Mi abuelo se rio.

-A una puerta secreta.

¡Espera un minuto! ¿Dijo puerta secreta? Cuide las palabras de mis siguiente pregunta, no permitiría que el abuelo se burlara de mi otra vez.

-¿Y en dónde esa puerta abuelito?- puse la cara más tierna que pude poner.

-Es un secreto, y mis labios están sellados.

Era oficial, yo era un bulto de 7 años de enojo.

-¡Ya abuelo! ¡Dime!

-Nop. Es un secreto- el abuelo me guiñó el ojo.

-¡si no me dices tú lo averiguaré yo misma!

El abuelo se marcho de la habitación con todo y galletas.

Oh bueno, no tiene que ser tan difícil, esta casa no es tan grande. Me puse mis botas afelpadas y comencé a buscar. Primero en el pasillo, abrí en cuarto del abuelo. El no estaba ahí. Encendí la luz y busque algún pasadizo (o algo así) debajo de la cama… ¡Nada! ¿En alguna pared?... ¡No!  ¿En el armario?... ¡Nada de nada!

Recorrí una a una cada habitación, incluyendo el baño. Ni rastro de aquella puerta secreta. Decepcionada, me dirigí a la cocina, abrí la nevera y saqué un rico jugo de fresa. Como no encontré ningún popote, le hice un agujero con un tenedor al envase y bebí el contenido sin respirar. Mis ojos se dirigieron al viejo columpio del jardín. Desde la cocina pareciera que pidiera a gritos algún acompañante. “si insiste” pensé. Me senté en el frio y oxidado metal y comencé a mecerme. La punta de mi nariz se volvía roja al ser golpeada por el aire frio de la noche. Las estrellas parpadeaban mirándome; jamás, tantos ojos me habían mirado al mismo tiempo. Baje la mirada, algo abrumada, miré la punta de mis botas y entonces ¡La vi!

¡Vi la puerta! ¡No puedo creer que estuviera ahí y no lo haya notado! En el jardín, justo ahí, detrás de un árbol viejo de limones hay un garaje, o eso creí que era. Bajé del columpio sin detenerlo. Me golpeó el tobillo, pero ni lo sentí. Corrí des frenada hacia el garaje.

Sí, la puerta era la correcta. Igual de laboriosa que la llave, blanca y desgastada por el sol, la lluvia, el viento y el pasar de los años. La manija era antigua, y estaba aun más oxidada que mi columpio. No perdí tiempo e introducí la llave en la cerradura.

La puerta chilló tan alto, que temí que hubiera despertado al conejo de la luna. Miré al cielo. Uff, el conejo seguía durmiendo. Busqué el interruptor de la luz con mis dedos hasta que al fin logré dar con el. La luz se encendió y escuché una voz detrás de mí.

-Sabía que la encontrarías pequeña Melanie.

-No me habría tardado toda la noche si me hubieras dado una pista abuelo.

-Eres muy lista- se acercó y me besó la mejilla.

Quería decirle al abuelo que la había encontrado por suerte, pero no iba a discutir aquella verdad.

Entonces, mis ojos se posaron por completo en la habitación, había dibujos no terminados en la pared. Creo que mi abuelo los llamo “bocetos”. Cada trozo era firme y exacto. Bastante realista, sólo que le faltaba color. Vi mariposas, arboles, casas, paisajes, Iglesias, todos muy detallistas y firmadas por un: HR.

En el centro de la habitación había un escritorio bastante desordenado, con papeles por todos lados. Una lamparita y como pequeños trozos de carbón encima.

-¿Tu los hiciste abuelo?

-¡oh, no querida! No soy tan bueno.

-¡Ya abuelo, deja el misterio!

Mi abuelo se puso serio, me cargó y me sentó en el escritorio. Tomé uno de los bocetos y se lo enseñé.

-¿Me dirás que HR no eres tú?

Mi abuelo rió y se puso serio otra vez.

-No mi hijita, ya no lo soy.

-¿A qué te refieres?

-Ese Horacio Rowe ya no está, ahora, en su lugar está este viejo acabado.

-¡Que bah! Yo veo a un hombre muy bueno.

-Si mi hijita, eso no ha cambiado, pero si otras cosas.

-¿Cómo que, abuelo?

-hace unos cuantos años, yo era un rompe corazones, ¿lo sabías?

Yo me mordí la lengua para no reír.

-Ahh, recuerdo a las gemelas Valencia, muy bonitas pero ¡Que mal carácter! Ambas me inivitaban a salir, ¡Pero no! Este viejo se hacía del rogar. Recuerdo que en la entrada de mi casa, me encontraba cajas llenas de esos chocolates envinados que me encantan- una sonrisa se dibujó en su rostro, pero se borró de inmediato.

-Pero todo esto es muy aburrida, mejor vayamos…

-¡No abuelo!, ¡sigue!

Él no lo notó, pero tomé una de las hojas del escritorio y comencé a tomar nota.

-¡uhh! También era un futbolista excelente, muchos equipos profesionales me querían en su equipo, ¡pero no! No me veía dedicando mi vida a este deporte. Yo quería ser pintor. ¿Sabes por qué?

-No abuelo, dime.

-Porque había conocido una hermosa chica que pintaba atardeceres en el puente, tú sabes, ese junto al lago. Todos los días a las 5:30 de la tarde, se encontraba ahí. Pintando el mismo lugar. El mismo encuadre. El mismo sol. El mismo lago.- mi abuelo suspiro y parecía que una sonrisa quería asomarse de sus labios.

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