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El Anciano Con Un Grano En La Mejilla (cuento Popular Japonés, Anónimo)


Enviado por   •  22 de Febrero de 2015  •  471 Palabras (2 Páginas)  •  2.745 Visitas

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El anciano con un grano en la mejilla

(cuento popular japonés, anónimo)

Cerca de la montaña, vivía un viejo leñador que tenía un enorme grano en la mejilla izquierda. Todas las mañanas, partía de su casa rumbo a la montaña para cortar leña.

Cierto día, mientras realizaba su trabajo, estalló una fuerte tormenta. Los rayos y los truenos no se detenían; pronto la lluvia se apodero del cielo. El anciano corrió a refugiarse en el tronco hueco de un árbol, donde, a salvo de la tormenta que amenazaba continuar durante un largo rato, se durmió.

Varias horas después, un fuerte griterío lo despertó. Ya no se oía el ruido de la lluvia que, para entonces, había cesado; ahora escuchaba sonidos de canciones desconocidas para él, gritos incomprensibles que sólo entendió cuando salió del refugio. Afuera, varios ogros bebían y bailaban, bailaban y cantaban, cantaban y volvían a beber.

La escena atrajo al leñador, que de inmediato se sumó al grupo. Sentía deseos de bailar con ellos, de cantar y beber. Rodeado por los ogros, el anciano demostró sus habilidades con el baile ante las miradas maravilladas de quienes no dejaban de aplaudir. Tanto maravilló a los ogros el baile del leñador, que, cuando el baile terminó, le quitaron el grano que siempre había llevado en su cara.

“Lo conservaremos nosotros –le prometieron-. Si vuelves mañana a bailar, podrás recuperarlo”. El anciano regresó feliz a su casa. Su mujer no salía de su asombro cuando lo vio sin el grano en la mejilla. Pero su asombro fue aún mayor una vez que el leñador le contó lo que le había ocurrido. Como sucede en todo pueblo pequeño, la historia del leñador comenzó a circular de boca en boca. Pocos días después, todos estaban al tanto de ella.

Así fue como otro anciano, que vivía cerca de la misma montaña, supo de la historia. Al igual que el leñador, él también tenía un grano, pero en la mejilla derecha. Sin vacilar, decidió que había llegado el momento de librarse de su grano. Se dirigió a la montaña y buscó. Se dirigió a la montaña y buscó el mismo árbol para guarecerse dentro de él hasta que llegara la noche. Allí dentro, esperó impaciente que los ruidos y el griterío se repitieran. Recién entonces, salió de su escondite.

Los ogros bebían y cantaban otra vez, y el anciano se acercó a ellos. Cuando le pidieron que bailara, comenzó a hacerlo lo mejor que pudo. Tenía dificultades para mover las piernas, y los brazos acompañaban la música sin gracia alguna. Los ogros enfurecieron ante semejante espectáculo y, a cada paso, su furia era mayor. Fue entonces cuando uno de ellos se acercó al mal bailarín y le pegó en la mejilla izquierda el grano que había conservado del leñador. El anciano volvió a su casa con dos granos, uno en cada mejilla.

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