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Enviado por   •  30 de Septiembre de 2014  •  2.140 Palabras (9 Páginas)  •  298 Visitas

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CUENTOS POPULARES DE PEDRO MONGE CORDOVA

ALMAS:

EL LEGADO DEL ALMA

Había una señora que tenía mucha fe en los difuntos. Iba todos los días al cementerio a orar en las tumbas. Buscaba, de preferencia, las tumbas caídas, de hacía mucho tiempo. Rezaba muy devotamente arrodillándose al pie de cada tumba.

Un día de tantos, cuando estaba orando según su costumbre, le toco el hombro un caballero vestido de negro. La señora se asusto mucho, pero el caballero le dijo que nada temiera porque ella era la única que se acordaba de ellos, y que en premio a su virtud iba a comunicarle un secreto que le traería la felicidad.

La señora, ya repuesta del susto, le escucho atenta, y el caballero le dijo:

- Dios no me recibe en el cielo porque fui rico. Tengo mi casa en tal parte (y le indicó el lugar en que se encontraba la casa), pero está encantada y nadie puede entrar en ella: yo estoy viviendo ahí porque no puedo ir al cielo. Tengo también chacras, cerdos, y también dinero escondido. Te dejaré todo eso. Los papeles están en tal parte (y le señalo el sitio donde estaban las escrituras de sus propiedades). Todos tienen miedo de ir a mi casa porque está encantada, pero tú no tengas miedo, anda no más saca los “papeles”, no te haré nada. Una vez que te hayas dueña de todos mis bienes, yo podre irme al cielo.

Diciendo esto desapareció.

La señora fue a la casa y saco los “papeles” del lugar indicado por el caballero. Y tal como éste lo dijera, al día siguiente la señora era rica, poseedora de casas, chacras, cerdos y dinero. El caballero no volvió a presentársele más.

Mientras tanto nadie sabía cómo se había hecho rica la señora que un día antes era pobre.

EL ALMA Y LOS CERDOS

Paseábanse dos jóvenes por las afueras del pueblo en una noche de luna muy clara. Llegaron de pronto a una capilla en donde vieron a un alma que rezaba de rodillas. Ambos jóvenes juzgábanse muy valientes y como tales resolvieron burlarse del alma. Cogieron una mata de espinas y, aproximándose en silencio, se lo arrojaron a la espalda.

El alma se levanto furiosa y comenzó a perseguir a sus gratuitos agresores. Los jóvenes corrieron asustados. Uno de ellos se refugió en una casa donde se realizaba una fiesta, pero el alma entro sin ningún reparo y entre la multitud atrapo al joven, dándole muerte instantáneamente.

Luego se fue en busca del otro fugitivo. Lo halló en un corral de cerdos, en medio de los cuales se había ocultado. Intento sacarlo de allí, pero los cerdos se lo impidieron. Cada vez que se acercaba, los cerdos gruñían con fuerza, y el alma tenía que alejarse.

Viendo el fracaso de sus tentativas, el alma se retiro, jurando volver a la noche siguiente en busca de su ofensor.

El joven llego a la casa de sus padres, todo asustado y pálido. A los pocos días murió a consecuencia del susto que sufrió durante la persecución del alma.

EL ALMA Y LOS MUCHACHOS MÚSICOS

Aprovechando una noche de luna salieron al campo varios muchachos de escuela, llevando sus instrumentos musicales. Iban por los caminos tocando diversos aires, hasta que acertaron a pasar por delante de una capilla, en cuya puerta divisaron a un alma que rezaba. Se les ocurrió entonces fastidiar a esa alma con sus instrumentos de música. Y, sin más ni más, se situaron detrás de la capilla y desde allí comenzaron a tocar sus instrumentos, con todas sus fuerzas, formando un estrépito de los mil diablos.

El alma no tolero tamaña burla, y, revolviéndose furiosa, arremetió contra los bullangeros. Pero en lugar de mandarlos con la música a otra parte, los obligó a permanecer donde estaban y a tocar sus instrumentos toda la noche, sin descansar, so pena de ser muertos si otra cosa hacían.

Los muchachos se vieron obligados a obedecer y se quedaron tocando toda la noche, de miedo al alma. De esta manera se pasaron las horas, toca y toca, hasta el amanecer. Cuando rayó el alba, el alma se fue, dejándolos en libertad.

EL ALMA Y EL TAMBOR

Este singular acontecimiento sucedió en Huamalí, allá por los tiempos de mis abuelos.

Un abuelo mío, llamado Justo Cairampoma, era en su juventud, según refieren las gentes, un hombre de carácter alegre y un gran bromista. Se bromeaba con todos, hasta con las almas, como vamos a ver en seguida.

Un día había ido al pueblo de Masma a tocar en una de esas fiestas que se amenizan con una banda de músicos, pues mi abuelo tocaba el redoblante o tambor. Durante la fiesta había tomado, como es natural, varias copas, hasta embriagarse un poco.

En la noche, cumplido su compromiso, se dispuso a regresar a Huamalí. Salió de Masma a eso de las nueve de la noche y tomó el camino que bajando por Ataura conduce hacia Huamalí. Iba a pie solo, rememorando las diversas incidencias del día. La noche era clara, espléndidamente iluminada por una luna llena.

A las once se hallaba a la entrada de Huamalí, próximo a un sitio donde existe una cruz de regular tamaño. Faltando una cuadra, poco más o menos para llegar a dicho paraje, observó que al pie de la Alta Cruz estaba un alma arrodillada, vuelta de espaldas, rezando muy devotamente. Entonces el bribón de mi abuelo se dijo para sus adentros:

- ¡Qué bien! ¡Ahora a esta alma lo hago asustar!

Y diciendo esto se puso a templar su tambor para que sonara en gran forma. Cuando lo tuvo suficientemente templado, comenzó a acercarse al alma lentamente agazapándose, caminando de puntitas. Llegó así a unos cinco pasos del alma, que seguía absorta en sus oraciones. Pues en ese momento empezó a tocar y redoblar desaforadamente el tambor. Lo hizo en tal forma que el alma, cogida de sorpresa, se asusto realmente y echó a correr un buen trecho del campo. Pero en seguida se detuvo y no tardó en volver en pos del blasfemo que había turbado su oración. Al verla venir Justo Cairampoma emprendió la carrera, arrojando su tambor, perseguido de cerca por el alma.

A carrera tendida, con el alma que le pisaba los talones, llegó hasta la plaza del pueblo. Lleno de terror fue a empujar la primera puerta que

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