Cuentos populares colombianos
mariselapepitaTesis16 de Abril de 2015
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Cuentos, mitos y leyendas del Llano
Autor: Vargas Barón, Getulio, 1933-
Fecha de publicación: 1996
Editorial: Villavicencio : Corpes Orinoquia
Parte de: Copes-Occidente
Palabras clave: Cuentos populares colombianos; Leyendas; Literatura folclórica colombiana; Meta (Colombia)
Temas: Cuentos populares colombianos; Leyendas; Literatura folclórica colombiana; Meta (Colombia)
Colaboradores: Casas, Wilson
Descripción:
Libro en edición virtual en el que Getulio Vargas Barón recopila los cuentos, mitos y leyendas del llano.
CUENTOS, MITOS Y LEYENDAS DEL LLANO
Getulio Vargas Barón
Índice
Dedicatoria
Presentación
Amanecer Llanero
El toro negro patorreal
Los delfines dorados
La culebra cascabel
El Llano, ayer y hoy
La leyenda del silbón
Los tres luceros
El Llano cobra sus cuentas
Las chanzas de don Felipe
El brujo de la costa del pauto
Leal hasta la muerte
La tertulia de la italiana
Glosario
Dedicatoria
Con profundo agradecimiento dedico al Corpes Orinoquía estos retozos literarios, sencillos como su autor pero portadores del inmenso amor que profeso a estas esmeraldinas sabanas, en donde el Dios de las pampas fundió en un beso los amaneceres y los atardeceres, convirtiendo sabana, sol y luna, en un mundo bello en el cual tuvimos el privilegio de nacer.
Dedico este esfuerzo también a Magnolia, mi esposa, quien me dio el aliento necesario para adentrarme en el difícil camino de las letras y, desde luego, a mis hijos, pues todos ellos, al igual que nosotros, hacen parte de la altiva etnia
Presentación
El atardecer en el Llano es preámbulo a la aparición de los espantos que conviven con su gente y tradición. (foto: Constantino Castelblanco)
Artista llanero: cantor de joropos y corríos, tradición y folclor. (foto: Constantino Castelblanco)
El hablar de los Llanos Orientales acarrea tocar el tema de los Cuentos, los Mitos y
las Leyendas. El llanero, en su entorno con mil y una situaciones vividas, transmite de generación en generación sus experiencias a través de los cantos, poemas y rezos. Ello tiene importancia y significación dentro de su tradición cultural.
La obra realizada por Getulio Vargas Barón, despierta asombro y regocijo. Su contenido perpetúa a través del tiempo las costumbres del Llano y su gente rescata para las futuras generaciones las vivencias del autor quien escudriñó entre charlas informales, reuniones de familia e investigación como testigo presencial y actor de los hechos todo aquello que, encerrado en el tema, traslada al lector a enfrentar cara a cara las realidades que sobre la materia se viven en la Orinoquía colombiana.
Cuentos, mitos y leyendas son parte del folclor literario de los Llanos Orientales, folclor tan rico como el que más que invita, entre bancos de sabana, cantar de pajarillos, arpa, cuatro y maracas a conocer de cerca historias como la de la Bola de fuego, el Silbón, la Sombrerona y otras tantas que, en conjunto, reflejan una yeta apasionante de la cultura llanera.
Recomiendo con especial interés la obra literaria Cuentos, Mitos y Leyendas de los Llanos Orientales, reconociendo el valor de su aporte, donde el autor recrea la Llanura colombiana en lenguaje sencillo, con inspiración de artista que exhala en todo momento amor a su terruño y fe en su valor cultural.
Leonel Pérez Bareño
AMANECER LLANERO
Llanura amorosa, diosa del misterio, concubina del silencio, el sol te baña en luz cuando amanece el día y en la hora del crepúsculo deposita su amoroso ósculo de colores en el verde esmeralda de tus sabanas, para confundirse en la quietud augusta de la noche, vigilada desde el infinito, por la luna de la esperanza celosa.
¡Qué tiene de cierto una supuesta leyenda mitológica, que cuenta que un día muy remoto un ascendiente de la gran familia Chibcha se enamoró de una bella princesa de su raza y que el gran jefe indio oponiéndose a tales amoríos, ordenó la captura del enamorado mancebo para darle muerte, y evitar en esa forma que una doncella de la realeza uniera su sangre, con un ser a quien ellos consideraban inferior, y por ello indigno de poseer a una descendiente de dioses!
Responde con tu silencio, ¡oh dios de las llanuras!, si es cierto que al igual que en las viejas leyendas escandinavas, el poder era heredado de los poseedores del gran dios ‘fuego’ considerado junto con el sol, el aire y el agua, el generador de la vida y dispensador de todo aquello que existe bajo la bóveda azul del firmamento.
Di, ¡oh llanura!, pebetero de la libertad, si es verdad que antes de producirse dicho romance, no existían tus sabanas y en su lugar había un desierto de arenas calcinadas por un sol canicular, y que cuando la egregia familiar del gran guerrero Nonpamin huyó de su pueblo, fue perseguida obligada a remontar la gran cordillera oriental, y que a su paso la enamorada pareja fue obsequiada por el dios de las alturas con una gigantesca esmeralda, que ellos con mucha dificultad pudieron transportar, y que tras varios días de lucha y sufrimiento en la búsqueda de un rincón en donde se les permitiera disfrutar de su amor, llegaron a la cima de una montaña y contemplaron a los pies de esta un desierto de arenas.
Tú, amorosa sabana, novia de los ríos, fuiste testigo de que la núbil beldad, al contemplar tan desolador espectáculo, le pidió a su amado que le arrebatara la vida, y que este en su desesperación lanzó al abismo la preciosa gema regalo de los dioses, y que al rodar, provocó una explosión de luces multicolores que en gigantescos espirales se elevaban al infinito, y que al caer sobre el desierto, se iban cubriendo sus arenas con un manto verde, dándole vida a las sabanas, mientras que a los pies de la pareja se abría una senda llena de flores de perfumado olor.
¡Decid!, oh, amante de la luz y la poesía, sí es verdad que al diluirse la esmeralda, aparecieron los ríos que como cintas plateadas perdían en las nacientes llanuras, mientras a uno y otro lado de sus riberas se insinuaban esbeltas las palmeras, y a su lado como centinelas surgían árboles de todas las especies, mientras el cielo se cubría de colores con el plumaje de las aves y un concierto de trinos saludaba la creación del más bello paraíso de la tierra.
Pamoare, nombre heredado de la princesa de sus reales antepasados, no entregó su virginal belleza a su amado Casanari, hasta tanto no se cumpliera con el blanqueo, vieja costumbre de su pueblo, de llegar al matrimonio libre de pecado y capaz de ser el tronco de una gran familia. Conscientes de ello, tomados de la mano emprendieron el descenso y sus plantas hora daron por primera vez la tierra que más tarde sería la cuna de la libertad.
Di, ¡oh, llanura infinita!, en cuál de las playas de tus ríos descansaron por primera vez sus fatigados cuerpos y cuál de tus linfas borró, de sus dolidas anatomías el polvo de una sociedad opresora y sujeta por mentirosas normas que hacen a un ser que tiene una misma procedencia, diferente a otro, por causa de poder, dinero, o color. Di en cuál de tus riveras y a la sombra de cuál de tus palmeras, se cobijaron, la noche en que la real pareja se sintió libre, desechando toda clase de ataduras convencionales, y haciéndose dueños de su horizonte, y cerriles como los potros salvajes en las ílimites sabanas.
Cuénta, oh amado río de anchuroso lecho y de cristalinas aguas, cómo eran las formas de la escultural y bella Pamoare, tú que serviste de espejo en
el que durante mucho tiempo se contempló la altiva y noble enamorada. Di si es verdad que las formas varoniles del gran Casanari eran semejantes a una escultura del griego Belvedere, y si es cierto que tus aguas se detuvieron durante mucho tiempo contemplando a los recién llegados caminantes, que llenos de amor y de fe observaron con su mirar incrédulo un mundo lleno de belleza que sólo a ellos pertenecía. Enseña, ¡oh, consentido de las lluvias!, cuántas y cuáles eran tus variadas especies ictiológicas y cómo conservabas el sano equilibrio en tus incontaminadas aguas.
Cuenta, enigmática sabana, —por quien el astro soberano de la tierra se viste en un mundo de colores para despedirse de ti, oh, enamorada amante, y regresar al caer de la tarde para volverte a besar y continuar bajo el entrujo de las noches llaneras su eterno idilio— si es cierto lo que señalan las leyendas mitológicas que antes de posarse humanas plantas diferentes a las de los ilustres y reales herederos de la principesca pareja, sobre las ardientes arenas de las riberas de los ríos, se engalanaba tu cielo con un hermoso azul turquí y lucía al igual que el aire que mecía tus palmeras y peinaba con amor tus extensos pajonales sin contaminación alguna, y agregan que la brisa viajando juguetona improvisaba una suave melodía al chocar sobre las copas de tus gigantescos árboles, para luego continuar brindando ambrosía a todas las especies animales que tenían el privilegio de disfrutar de un paraíso digno de los inmortales del Olimpo.
Cuenten, ¡oh, esbeltas y vibrantes palmares, sombrosos montes y cantarinos ríos!, cuánto tiempo duró el blanqueo de la bella. Aseguran las viejas leyendas que durante tres lunas la núbil princesa permaneció en una choza que Casanarí le construyó, y que él en la noche depositaba a las puertas del bohío, frutas de dulce sabor y mieles traídas por dóciles abejas, mientras
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