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El Ritmo


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2012  •  Informes  •  3.498 Palabras (14 Páginas)  •  304 Visitas

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Las palabras se conducen como seres caprichosos y autónomos. Siempredicen "esto y lo otro" y, al mismo tiempo, "aquello y lo de más allá". Elpensamiento no se resigna; forzado a usarlas, una y otra vez pretendereducirlas a sus propias leyes; y una y otra vez el lenguaje se rebela y rompelos diques de la sintaxis y del diccionario. Léxicos y gramáticas son obrascondenadas a no terminarse nunca. El idioma está siempre en movimiento,aunque el hombre, por ocupar el centro del remolino, pocas veces se dacuenta de este incesante cambiar. De ahí que, como si fuera algo estático, lagramática afirme que la lengua es un conjunto de voces y que éstasconstituyen la unidad más simple, la célula lingüística. En realidad, el vocablonunca se da aislado; nadie habla en palabras sueltas. El idioma es unatotalidad indivisible; no lo forman la suma de sus voces, del mismo modo quela sociedad no es el conjunto de los individuos que la componen. Una palabraaislada es incapaz de constituir una unidad significativa. La palabra suelta noes, propiamente, lenguaje; tampoco lo es una sucesión de vocablosdispuestos al azar. Para que el lenguaje se produzca es menester que lossignos y lo sonidos se asocien de tal manera que impliquen y transmitan unsentido. La pluralidad potencial de significados de la palabra suelta setransforma en la frase en una cierta y única, aunque no siempre rigurosa yunívoca, dirección. Así, no es la voz, sino la frase u oración, la que constituyela unidad más simple del habla. La frase es una totalidad autosuficiente; todoel lenguaje, como un microcosmo, vive en ella. A semejanza del átomo, es unorganismo sólo separable por la violencia. Y en efecto, sólo por la violencia delanálisis gramatical la frase se descompone en palabras. El lenguaje es ununiverso de unidades significativas, es decir, de frases.Basta observar cómo escriben los que no han pasado por los aros del análisisgramatical para comprobar la verdad de estas afirmaciones. Los niños sonincapaces de aislar las palabras. El aprendizaje de la gramática se iniciaenseñando a dividir las frases en palabras y éstas en sílabas y letras. Pero losniños no tienen conciencia de las palabras; la tienen, y muy viva, de las frases:piensan, hablan y escriben en bloques significativos y les cuesta trabajocomprender que una frase está hecha de palabras. Todos aquellos queapenas si saben escribir muestran la misma tendencia. Cuando escriben,separan o juntan al azar los vocablos: no saben a ciencia cierta dónde acabany empiezan. Al hablar, por el contrario, los analfabetos hacen las pausasprecisamente donde hay que hacerlas: piensan en frases. Asimismo, apenasnos olvidamos o exaltamos y dejamos de ser dueños de nosotros, el lenguajenatural recobra sus derechos y dos palabras o más se juntan en el papel, yano conforme a las reglas de la gramática sino obedeciendo al dictado delpensamiento. Cada vez que nos distraemos, reaparece el lenguaje en suestado natural, anterior a la gramática. Podría argüirse que hay palabrasaisladas que forman por sí mismas unidades significativas. En ciertos idiomasprimitivos la unidad parece ser la palabra; los pronombres demostrativos dealgunas de estas lenguas no se reducen a señalar a éste o aquél, sino a "estoque está de pie", "aquel que está tan cerca que podría tocársele", "aquélla

ausente", "éste visible", etc. Pero cada una de estas palabras es una frase.Así, ni en los idiomas más simples la palabra aislada es lenguaje. Esospronombres son palabras frases(1).El poema posee el mismo carácter complejo e indivisible del lenguaje y de sucélula: la frase. Todo poema es una totalidad cerrada sobre sí misma: es unafrase o un conjunto de frases que forman un todo. Como en el resto de loshombres, el poeta no se expresa en vocablos sueltos, sino en unidadescompactas e inseparables. La célula del poema, su núcleo más simple, es lafrase poética. Pero, a diferencia de lo que ocurre con la prosa, la unidad de lafrase, lo que la constituye como tal y hace lenguaje, no es el sentido odirección significativa, sino el ritmo. Esta desconcertante propiedad de la frasepoética será estudiada más adelante; antes es indispensable describir de quémanera la frase prosaica —el habla común— se transforma en frase poética.Nadie puede substraerse a la creencia en el poder mágico de las palabras. Nisiquiera aquellos que de desconfían de ellas. La reserva ante el lenguaje esuna actitud intelectual. Sólo en ciertos momentos medimos y pesamos laspalabras; pasado ese instante, les devolvemos su crédito. La confianza ante ellenguaje es la actitud espontánea y original del hombre; las cosas son sunombre. La fe en el poder de las palabras es una reminiscencia de nuestrascreencias más antiguas: la naturaleza está animada; cada objeto posee unavida propia; las palabras, que son los dobles mundo objetivo, también estánanimadas. El lenguaje, como el universo, es un mundo de llamadas yrespuestas; flujo y reflujo, unión y separación, inspiración y espiración. Unaspalabras se atraen, otras se repelen y todas se corresponden. El habla es unconjunto de seres vivos, movidos por ritmos semejantes a los que rigen a losastros y las plantas.Todo aquel que haya practicado la escritura automática —hasta donde esposible esta tentativa— conoce las extrañas y deslumbrantes asociaciones dellenguaje dejado a su propia espontaneidad. Evocación y convocación.Lesmots font l’amour , dice André Breton. Y un espíritu tan lúcido como AlfonsoReyes advierte al poeta demasiado seguro de su dominio del idioma: "Un díalas palabras se coaligarán contra ti, se te sublevarán a un tiempo...". Pero noes necesario acudir a estos testimonios literarios. El sueño, el delirio, lahipnosis y otros estados de relajación de la conciencia favorecen el manar delas frases. La corriente parece no tener fin: una frase nos lleva a la otra.Arrastrados por el río de las imágenes, rozamos las orillas del puro existir yadivinamos un estado de unidad, de final reunión con nuestro ser y con el ser del mundo. Incapaz de oponer diques a la marea, la conciencia vacila. Y depronto todo desemboca en una imagen final. Un mundo nos cierra el paso:volvemos al silencio.Los estados contrarios —extrema tensión de la conciencia, sentimiento agudodel lenguaje, diálogos en que las inteligencias chocan y brillan, galeríastransparentes que la introspección multiplica hasta el infinito— también sonfavorables a la repentina aparición de frases caídas del cielo. Nadie las hallamado; son como la recompensa de la vigilia. Tras el forcejeo de la razón quese abre paso, pisamos una zona armónica. Todo se vuelve fácil, todo esrespuesta tácita, alusión esperada. Sentimos que las ideas riman. Entrevemosque pensamientos y frases son también ritmos, llamadas, ecos. Pensar es dar la nota justa, vibrar apenas nos toca la

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