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El Turno Del Escriba

karelyz5 de Octubre de 2013

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De la época y el argumento. Durante los siglos XII y XIII Génova representó un papel fundamental como centro económico y comercial de primer orden rivalizando con Pisa –a la sazón gran potencia económica del Mediterráneo occidental- y con Venecia. Con su genio mercantil volcado en el comercio marítimo, los genoveses extendieron su domino por Córcega y Cerdeña, y su influencia por buena parte del Mediterráneo oriental. Aunque el máximo esplendor de la República no llegaría hasta el siglo XVI -conocido después como el siglo de los genoveses-, ya en el siglo XIII Génova era un temible adversario que ganaba guerras a pisanos y venecianos y que encarcelaba a sus enemigos para dejarlos languidecer después en un calabozo a la espera de un eventual rescate o un trueque de prisioneros, como era uso y costumbre en la época. En una celda del Palazzo del Mare coinciden Rustichello de Pisa, escribano que alguna vez copió manuscritos para las casas reales más importantes de Europa, ahora amanuense de la Aduana genovesa, y Marco Polo, viajero y mercader veneciano. El primero concibe el sueño de escribir un libro que recoja los fabulosos viajes del segundo, le restituya el favor de los príncipes cristianos y saque a ambos de la prisión.

De los detalles formales y el contenido. La novela se escribió durante varios años de arduo trabajo de investigación y redacción para conseguir un estilo deslumbrante, en la tradición de Borges, Carpentier, Mújica Laínez o Benítez Rojo. El argumento no es sino una extensa metáfora de los sueños y la lucha por conseguirlos, de la diferencia que hay entre dejarse morir lentamente o ser poseedor de lo que los franceses llaman, con elegancia, la joie de vivre. Un planteamiento que, sin ser original, es acertado. Se le ha criticado a la novela un excesivo gusto por el detalle y por la descripción; encuentro, sin embargo, que las precisiones sobre los útiles de escritura y sobre cómo se arreglaba Rustichello para escribir, enmendar y ordenar los textos, por poner sólo un ejemplo, son deliciosas. Se le ha reprochado también que los personajes estén poco desarrollados. A mi parecer lo están tanto como requiere la trama y, en particular, el retratopsicológico del escriba resulta insuperable. El personaje está impregnado de una profunda humanidad, en tanto que el veneciano queda en un segundo plano y es descrito con trazos más sombríos. Cuando concibe su proyecto, Rustichello se siente al mismo tiempo tan feliz y tan asustado como cualquiera que se haya puesto alguna vez a la tarea de escribir. No es posible leer estas líneas sin experimentar alguna simpatía por el escriba:

Quiere empezar por el principio y advierte que no sabe cuál es. Elegirá uno cualquiera y más adelante pondrá todo en el orden debido. Vacila entonces sobre cuál es el mejor, si el asalto de los bandidos en Trebisonda o lo que el veneciano le ha contado de la tierra maldita de Isfahan, que enferma a quien la pisa con el veneno de la discordia. Agoniza de pronto ante la idea súbita de que el libro ya esté escrito, y la espanta como a un mal pájaro. El problema es otro. ¿Con qué ha de encender lacuriosidad del lector?¿Con qué palabras va a sorprenderlo, que sean a la vez persuasivas y poderosas como para atraparlo en la primera línea y retenerlo hasta el final sumergido en un encantamiento del que él mismo no quiera liberarse? Aspira hondo y escribe:‹‹Existen dos Armenias: una grande y otra pequeña ››.

Es digno de mención el proceso mediante el cual Rustichello va trocando su oficio de escriba por el de escritor, en lo que parece un anacronismo completamente intencionado. Al principio no es más que el efecto natural del olvido -no puede escribir al dictado, sino cuando encuentra un hueco en su trabajo uno o dos días después de la narración nocturna-, pero luego es ya absolutamente voluntario, en parte por su desacuerdo con el

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