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El extranjero, de Albert Camus

Lepaps3 de Abril de 2015

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En la novela El extranjero, de Albert Camus, es posible advertir la presencia de dos corrientes filosóficas importantes: primero, la influencia del pensamiento filosófico instaurado por Friedrich Nietzsche y luego, el influjo de la filosofía existencialista, cuyo mayor representante será Jean Paul Sartre. En lo que sigue veremos como Camus, en El Extranjero, incorpora ciertos aspectos representativos de cada una de estas doctrinas, dejando de lado también ciertas particularidades inherentes a ellas.

Una primera etapa de la filosofía de Nietzsche se puede encontrar en su libro El Nacimiento de la Tragedia. En él, Nietzsche critica a la moderna civilización burguesa, en la cual ve un predominio de las fuerzas racionales, negando toda posibilidad de existencia a las cualidades irracionales que también poseería la vida. Es así que establece dos figuras para representar lo anterior: lo apolíneo, que considera la individualización, el límite y la forma, y lo dionisiaco, característica de lo trágico, la desmesura y la embriaguez. Para Nietzsche, una vida que no se niegue a sí misma debiera de integrar ambos conceptos y no uno sólo, lo apolíneo, que hasta el momento dominaba la escena.

Luego de la incorporación de lo dionisiaco a su doctrina filosófica, Nietzsche trabajará en los temas que caracterizan gran parte de su obra: la muerte de Dios, la voluntad de poder, el eterno retorno de lo idéntico y el superhombre.

En cuanto a la caída de Dios, los primeros indicios de esta idea son posibles de encontrar en el quinto libro de la Gaya Ciencia (1882), en el cual Nietzsche señala: “El más grande de los acontecimientos modernos -que ‘Dios ha muerto’, que la creencia en el Dios cristiano se ha convertido en incredulidad- ya comenzó a proyectar sus primeras sombras sobre Europa”. (Cit. Heidegger, 180). Según explica Heidegger en su ensayo “La Frase de Nietzsche: ‘Dios ha Muerto’”, si bien es posible inferir que Nietzsche se refiere directamente al Dios cristiano, tampoco es menos cierto que para él esto equivale a remitirse también al mundo sobrenatural y al pensamiento de Platón, según el cual la realidad en la cual habitamos no sería la verdadera realidad, ya que ésta se hallaría en un espacio ultraterreno conformado por el mundo de las ideas.

Así, lo que quiere decir la frase de Nietzsche no es otra cosa sino que los valores suprasensibles y el platonismo han perdido su protagonismo y que ya no es posible remitirse a certezas inmateriales para desempeñarse ante la nueva realidad. De esta forma el hombre queda expuesto ante el nihilismo, es decir, la falta de una verdad que pueda regir su vida. Aquel lugar que antes ocupaba Dios ha quedado vacío y, el ser humano, a la deriva en medio de la nada.

Ahora, la posición ante el nihilismo puede encararse de dos maneras distintas: la forma ideal de afrontarlo es lo que se denomina nihilismo clásico o activo, mediante el cual el ser reconoce su nuevo estado, es decir, la ausencia de valores y sentido y, motivado precisamente por este sentimiento de desilusión y destrucción, se entrega a la faena de la creación de nuevos valores de dirección, provocando una transvaloración de los anteriores valores. Para Heidegger esto correspondería al cambio rotundo en la posición de los valores, es decir, el nuevo planteamiento ocuparía un sitial distinto al dejado por el hueco de Dios, reconstruyendo sus propias leyes.

Pero también existe la posibilidad de que este nihilismo sea tomado de forma negativa, el cual es llamado nihilismo pasivo. En éste, el ser, al experimentar el vacío resultante de la muerte de los ideales, se decepciona y agota y debe pronto encontrar otro tipo de verdades eternas para paliar la caída del sistema precedente. En este caso, Heidegger señala que el hombre coloca en el mismo lugar vacío abandonado por Dios a estos nuevos valores, resultando con esto que la transvaloración de los antiguos ideales no se produzca.

Ante la caída de Dios, lo que intenta realizar Nietzsche es una nueva valoración de la vida. De esta forma, Heidegger plantea que si queremos realmente conocer que es lo que quiere decir la frase “Dios ha Muerto” es indispensable comprender que entendía Nietzsche por valor. La definición la podemos encontrar en las propias palabras de Nietzsche: “El punto de vista del ‘valor’ es el punto de vista de las condiciones de conservación y aumento respecto de estructuras complejas de duración relativa de la vida dentro del devenir.” (Cit. Heidegger, 189).

Lo primero que resalta es el hecho de que se conciba el valor como un punto de vista. Tal como señala Heidegger, “como punto de vista está puesto siempre por y para un ver.” (Heidegger, 189), es decir, el valor será para Nietzsche un punto de vista particular. Además Nietzsche agrega: “Los valores y su modificación están en proporción con el aumento de poder del que pone el valor.” (Cit. Heidegger, 192). Es decir, aquel que pone el valor, coloca al mismo tiempo las reglas para aumentar cada vez su poder. De ahí que Nietzsche se refiera a esto como “voluntad de poder.”

La “voluntad de poder” va a corresponder entonces a la conservación y aumento del poder para aquel ente que valora según su “punto de vista.” Pero, ¿a qué se refiere Nietzsche con poder? En la Gaya Ciencia Heidegger cree hallar la respuesta: “Donde hallé lo viviente, hallé la voluntad de poder; y aún en la voluntad del sirviente hallé la voluntad de ser dueño.” (Cit. Heidegger, 194). Para Heidegger, esto se refiere entonces a que siempre la “voluntad de poder” va a aspirar a ser dueño, es decir, a ordenar, a poseer el mandato. Esto también significa que la voluntad en sí no aspira a algo en concreto, sino que lo que anhela es predisponer de la posibilidad de llevar a cabo deliberadamente su propia conducta. De esta manera lo que procurará la voluntad es algo que ya posee: el poder. Por esto Nietzsche puede decir: “Querer, cabalmente, significa lo mismo que querer llegar a ser más fuerte, querer crecer…” (Cit. Heidegger, 194), es decir, la voluntad tenderá a dar vueltas sobre sí misma buscando cada vez más aquello que desea, pero que además ya cobija. Esta es la instauración del “eterno retorno de lo idéntico.” Es la “voluntad de poder” que gira en sí misma y según la cual el ser repetirá incansablemente el movimiento de la rueda que se desprende de su voluntad.

Así, por medio de la “voluntad de poder”, se enuncia el eterno retorno de lo idéntico. A través de él la voluntad afirma la eternidad de su propio querer. Y esto también quiere decir que la voluntad debe afirmar la vida hasta el punto de que quiera el eterno retorno de cada uno de sus instantes. En Así Habló Zaratustra Nietzsche señala: “Pero el valor es el mejor matador, el valor que ataca: éste mata a la muerte misma, pues dice: ¿Era esto la vida? ¡Bien! ¡Otra vez!’” (Nietzsche, 1998, 229). Es decir, Nietzsche reafirma el valor de la vida en la tierra, deseando volver a vivir esta vida en una repetición eterna.

Gilles Deleuze, en su libro Nietzsche, agrega otro elemento interesante al concepto del eterno retorno. Para él, el nihilismo niega la pluralidad, por cuanto el “eterno retorno” debiera albergar un devenir compuesto de múltiples verdades que, por medio de la voluntad de poder, expulsen a la negación del ser. Deleuze señala que: “ahora lo Uno se dice lo múltiple en cuanto múltiple […] el Ser se dice del devenir en cuanto devenir […] Ya no se opone el devenir al Ser, lo múltiple a lo Uno […] Por el contrario, se afirma lo Uno de lo múltiple, el Ser del devenir.” (Deleuze, 45-46). Así, lo que regresa no es sino lo mismo, entendido éste como lo diverso, como el azar que rige la vida y del cual penden todas las circunstancias que atañen al hombre.

En cuanta a la filosofía existencialista, sus principales líneas están expuestas en el ensayo El Existencialismo es un Humanismo de Jean Paul Sartre. Sartre define el existencialismo de la siguiente manera: el hombre puede ser definido en base a dos posibilidades. En la primera, el ser es concebido antes como esencia y luego como existencia, es decir, está configurado desde antes de su nacimiento por una serie de conceptos preestablecidos que ya definen lo que es. Sería el caso de suponer una existencia de Dios, el cual crea la esencia del hombre antes de que éste exista. Aún más, para Sartre, durante el siglo XVIII, si bien se suprime la idea de Dios en algunas filosofías ateas, esto no implica que deje de pensarse que el hombre es primero esencia y luego existencia. Sartre dice: “Esta idea la encontramos un poco en todas partes: la encontramos en Diderot, en Voltaire, y aún en Kant.” (Sartre). Pero él propone totalmente lo contrario: que sea la existencia la que preceda a la esencia, es decir, que el hombre primero nazca en la tierra y, luego, que él mismo se defina. Sartre explica que así “sólo será después, y será tal como se haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla.” (Sartre), frase que nos hace pensar que el existencialismo tiene, como punto de partida, unos de los preceptos más relevantes de la filosofía nietzscheana: la caída de Dios. Además, el hecho de que sea el hombre quien se defina, implica que su camino comience desde su subjetividad, con lo que Sartre agrega que, de este modo, el hombre tiene una responsabilidad ante sus actos.

Sartre da un paso más y añade “el sentido profundo del existencialismo.” (Sartre). Explica que el hombre, al tomar una decisión, en realidad la ésta tomando por todos y, por ende, al escogerse de una determinada manera, elige cómo

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