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El juguete rabioso como picaresca argentina


Enviado por   •  28 de Julio de 2020  •  Informes  •  2.285 Palabras (10 Páginas)  •  873 Visitas

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El juguete rabioso: una novela picaresca de estilo porteño

Índice

Una novela picaresca de estilo porteño        3

Desarrollo        4

Conclusión        9

Bibliografía        10

[a]

Una novela picaresca de estilo porteño

Las condiciones de surgimiento, estructura narrativa y función de cuasi espejo social, permiten considerar a El juguete rabioso de Roberto Arlt como una novela picaresca porteña.

La Picaresca es un género narrativo que nació en el Siglo de Oro español y que rompió con  la estética literaria de su tiempo. Su objetivo fue criticar a la sociedad española de la época y reaccionar contra el idealismo renacentista. El Lazarillo de Tormes (1554) es uno de sus más grandes exponentes.

Casi cuatrocientos años después, en 1926, al otro lado del mundo, en Buenos Aires, El juguete rabioso inauguró la novela moderna argentina, porque tuvo también una estilística nueva y quebró con el lenguaje de ese momento.

Fue innovador en ambas obras que, mientras que la lírica y las novelas propias del período idealizaban a sus personajes, estas ficciones no tuvieron reparos en mostrar el contexto social tal y como era en realidad: una sociedad repleta de pobres, de ladrones y de gente anclada en la miseria económica luchando por sobrevivir.[b]

Guillermo Saccomanno[1] dijo, en diálogo con el periódico Página/12: “Para mí, leer El juguete rabioso a los 15 años fue no sólo el descubrimiento de la literatura, sino además el descubrimiento de la ciudad y del conflicto del tipo solo en la ciudad” (2000).[2]   

Desarrollo

En muchos sentidos, el protagonista de El juguete rabioso se asemeja al personaje pícaro español: ocupa el centro del relato, pertenece a lo marginal y debe encontrar por sus propios medios los caminos que le permitan salir de su pobre posición social. En la novela de Arlt, el esquema picaresco: relación señor/criado, es una analogía acorde a la época, de institución/individuo: la de Silvio con la librería de Don Gaetano, la Escuela de Aviación también asume ese rol de señor que busca aprendices y el último trabajo para Monti como vendedor de papel completa el principio picaresco de presentar al menos tres episodios.

Silvio Astier no es un pícaro arrojado a los caminos y pasado de amo en amo con el fin de, por lo menos, alimentarse; sino que desde niño lleva dentro de sí el deseo de llegar a algo, de ser alguien: “-No me importa no tener traje, ni plata, ni nada – y casi con vergüenza me confesé: lo que yo quiero es ser admirado por los demás, elogiado por los demás” (Arlt, 56).

El concepto de antihéroe puede aplicarse tanto a Silvio Astier como al Lazarillo de Tormes, sin embargo, ambos personajes tienen matices diferentes. Silvio es un joven común que se guía con su propia brújula moral y su instrucción de vida se realiza en constante tensión entre sus deseos y aspiraciones frente a lo aceptado socialmente. Sus inventos como el “cañon para matar” (Arlt, 8) o su percepción de que el “aprendizaje de ratero” forma hábitos de prudencia (Arlt, 14), refleja su ingenio para el mal. Gnutzmann (2002) afirma que en este género nunca o casi nunca se da un final armónico y positivo para el personaje dado el camino que recorre durante su aprendizaje.

Silvio Astier participa de las condiciones sociales del antihéroe: pobreza y marginación, pero difiere del Lazarillo de Tormes, en cuanto a que este roba por necesidad y el pícaro argentino roba por placer y hasta llega a formar una pequeña banda de pillos: “El Club de los Caballeros de la Medianoche” (Arlt, pp. 12-13). El comportamiento de  Silvio Astier y sus amigos demuestra que sus actos no son motivados por una necesidad primordial como alimentarse, sino que siguen el impulso de sus caprichos todavía infantiles.  

Algo que también es propio de la Picaresca, es la satirización literaria del contexto histórico real de producción. En la primera mitad del siglo XVI la sociedad española estaba en plena decadencia financiera a causa de las largas guerras. El Lazarillo, por tanto, aparece como víctima del momento histórico que le ha tocado vivir. A principios del siglo XX, el contexto histórico social argentino estuvo marcado por la llegada de grandes masas inmigratorias que huían de las guerras que ocurrían en Europa y eran atraídas a su vez por la posibilidad de nuevas oportunidades de progreso en un país que estaba en pleno desarrollo. Ya en Argentina, los inmigrados se encontraron en su mayoría, nuevamente sumidos en la estrechez y marginación social de la que huían, se amontonaron en la ciudad de Buenos Aires, reagrupándose entre coterráneos y dieron lugar al nacimiento de los precarios grupos habitacionales conocidos como “conventillos” que aparecen en la obra y se retratan en la descripción que hace Astier de la casa de Enrique Irzubeta: “(…) estaba en los fondos de la casa de Enrique, frente a una letrineja de muros negruzcos y revoques desconchados, y consistía en una estrecha pieza de madera polvorienta, de cuyo techos de tablas pendían largas telas de araña” (Arlt, 13).

Otra de las particularidades del género picaresco es que sus novelas están estructuradas como si fuesen una autobiografía. Para ello, básicamente se usa el recurso de narrar los hechos en la primera persona singular tal como sucede en El juguete rabioso, este narrador protagonista da cuenta de su visión de la realidad a través de monólogos interiores y reflexiones acerca de sus propios sentimientos. Silvio Astier subjetiviza la ciudad. Analía Capdevila (1999) dice que en el impresionismo el sujeto se mantiene a cierta distancia del objeto que mira para así reflejar su naturaleza cambiante y mostrar objetivamente cómo se le presenta a la mirada; pero que en el caso del expresionismo el observador proyecta su yo en el objeto, dando de esta manera su particular visión de aquello que observa. Las descripciones que hace de los paisajes son la respuesta individual de sus sentimientos y expresan imágenes contrastantes entre la naturaleza y la ciudad: “Y más y más me embelesaba la cúpula celeste cuanto más viles eran los parajes donde traficaba”  (Arlt, 73).

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