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El pavo de la Bajada de Reyes

Teo ZavalaApuntes6 de Abril de 2020

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El pavo de la Bajada de Reyes

Travesuras de niño. ¿Quién no hizo una de pequeño? Quizá ahora uno recuerda con nostalgia o entre risotadas, pero en su momento, esa travesura, pudo haber sido un peligro grande para los suyos. Las travesuras desde otra perspectiva, nos ayudan a estar atentos con los hijos para que no se repita algo similar.

ARGAM (Arturo Galarza Medina)

Habían pasado las fiestas de fin de año y estaba próxima la Bajada de Reyes. Me había quedado una tira de cohetecillos. Esperaba hacerlos explotar en la calle, pero esa mañana mi mamá fue al mercado y me advirtió no salir hasta que ella llegara.

La casa era mía, y luego de ver algunos dibujos animados de la época, entraron en mí unos deseos de encender mis cohetecillos. Me asomé por la ventana y no había nadie en la calle. Regresé al patio y vi al pavo… no estaba solo aunque sí amarrado de una pata. Él también tenía ganas de andar a rienda sueltas.

Pero “si no salgo yo, menos vas a salir tú”, le dije al animal y le eché llave a la puerta del patio.

Como niño que era, paseaba intranquilo por la casa. Algo tenía que hacer…. Mi mamá demoraba tanto. Y me pensé: bueno no me dijo nada de no reventar los cohetes en casa.

Cogí una pita. Prendí un extremo y reventé el primero…

¡!!!Boom!!!! Estruendoso... El pavo se asustó, pues empezó a guglutear desde el patio… El primer cohetecillo dejó olor a pólvora en casa y no quería dejar huellas. No podía salir a la calle, así que decidí encenderlos en el patio junto al pavo.

El patio tenía dos ventanas que daban a los cuartos. Las abrí y desde allí empecé a tirar los cohetes. Encendía uno y lo tiraba. Corría a la otra habitación y tiraba otro. El pavo aleteaba asustado y con su fuerza desató la soguilla de su pata. Ahora ya corría por todo el patio. Sus alas blancas se veían más claras frente a su cuello que lucía más rojo. Yo seguía de una habitación a la otra reventando mis cohetones y por ratos abría la puerta para ver al pavo…

De pronto el ave me quedó observando fijamente, parada en una pata. Ya no aleteaba, ni se movía. Todavía me quedaban dos cohetones más. Los encendí y el animal seguía inmóvil. Parece que se había cansado de jugar.

Tocaron el timbre de la casa y el patio olía a la pura pólvora.

Tenía que desaparecer toda evidencia. Rápidamente cogí un ambientador y empecé a rociar las habitaciones. Volvió a sonar el timbre. Me asomé a la ventana y era mi mamá que regresaba del mercado.

Abrí la puerta y ayudé a sacar todo de las bolsas del mercado, para liberarme de culpas. Mi mamá me dio la comida del pavo: “anda dale para que coma”. Fui con temor al patio. El pavo seguía parado en una pata y mirando hacia la puerta donde yo estaba. Parecía molesto y no me acercaba, me vaya a picar… Con una escoba le moví el plato para dejarle su alimento. Con la misma escoba le toqué su pata y el pavo cayó de costado. Estaba erguido, completamente tieso.

Corrí a la cocina y muy suelto de huesos le dije a mi mamá: “el pavo no quiere comer y se ha echado”.

Mi mamá fue a ver al animal y percibió el olor a la pólvora…

Ya no quiero ni recordar el castigo que me dieron, pero sí sé hoy que en esa Bajada de Reyes, no me provocó comer pavo.

Muchos años han pasado de aquello, siempre tuve algunas dudas de qué murió el pavo. Del susto, es muy probable, pero ¿puede morir un animal de impresiones? Lo que es a mí, nunca más me quedaron ganas de reventar cohetones.

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