Etapa 1 cuento de literatura

El zorro y la oveja.

Aquí se cuenta la historia de un zorro que ha sufrido de discriminación por parte de quienes le rodean, viviendo en carne propia las supersticiones que carga ser "el malvado del cuento". Desde su corta edad nunca entendió algunas cosas que al crecer solo le dejaron un hueco cada vez más grande, hasta que un día, alguien se cruza en su camino para cambiar lo que había sido, hasta ese momento, su vida.

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Kitsune nunca entendió el por qué todo mundo lo trataba mal. Kitsune nunca entendió por qué los niños le decían cosas tan hirientes. Kitsune nunca entendió porque su familia tenía tantos problemas con los vecinos. Kitsune nunca entendió que tenían de malo él y su familia.

Kitsune nunca entendió que tenia de malo ser un zorro.

−¡Vete! ¡Alejate de nosotros! ¡No queremos a un sucio zorro ladrón!

Le gritaban.

Pero ¿Qué tenia de malo? Él entendía que, en las historias, los zorros siempre eran malos, siempre eran los que robaban o hacían cualquier otra maldad, pero él sabía que esas eran sólo historias, no el mundo real, donde él trata a todo mundo con amabilidad, donde su familia se esfuerza cada día para salir adelante, donde no importaba que tantas cosas le gritasen, él solamente sonreía y se daba la vuelta, con la cola entre sus patas.

Roto por dentro.

Sin embargo, él nunca mostraba su tristeza, nunca lloraba delante de nadie, porque sabía que los demás niños solo lo tratarían peor y sus padres se preocuparían por él, y él no quería darles más preocupaciones a sus padres.

Él sólo quería ser tratado con amabilidad, tan siquiera una vez.

Kitsune pasó su infancia con ese tipo de tratos. Golpes, burlas, empujones, que si le quitaban sus útiles en la escuela, que si lo inculpaban de alguna maldad que claramente él no hizo, que si le tiraban su almuerzo a la basura, cosas como esas y muchas otras aún más crueles.

Era entonces cuando Kitsune se preguntaba, ¿era él realmente el malo? ¿era él el ladrón? ¿era él quien jugaba sucio?

No, nunca lo hizo, y nunca lo hará.

No fue hasta que conoció a Miki, una ovejita que acababa de mudarse a su pueblo, que entendió entonces, que él no tenía nada de malo, sino que, eran las personas a su alrededor quienes eran malas.

−¡Claro que no, Kitsu!-le decía cada vez que él preguntaba si pensaba que era malo. −Eres el zorro más amable que he conocido.

−Pero, Miki…-le preguntaba, tímido− ¿No te da miedo que los demás niños te molesten a ti también? No deberías de juntarte conmigo, sólo te traeré problemas.

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