Guión De La Obra Sueño De Una Noche De Verano
Tishana21 de Enero de 2013
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ACTO I
Introducción.
(El Bosque. El Crepúsculo.)
(Entran Hadas, el primer grupo con Cobweb y Mustardseed, el segundo con Peaseblossom y Moth.)
HADAS
Por los montes y los valles,
cruzando cercas y verjas,
por las olas, entre el fuego,
a todas partes, ligera,
más rápida que la luna,
voy a servir a mi Reina,
poniendo sus esferillas
de cristal entre las hierbas.
CUATRO HADAS
Sus invitadas las prímulas,
llevan doradas libreas;
sus manchitas de rubí
son huellas de hada, no pecas.
TODAS LAS HADAS
Tenemos que ir a buscar
gotas de rocío frescas,
para que tengan las prímulas
pendientes en las orejas.
(Puck aparece de repente.)
PUCK
(llamando)
¡Eh, espíritus! ¡Adónde vais?
(Las hadas se dispersan)
HADAS
O confundo mucho
tu forma y tu figura,
o eres ese espíritu
astuto y maligno
llamado Robin Goodfellow.
¿No eres tú el que asusta
a las muchachas de la aldea,
descrema la leche,
y a veces,
trabaja en la muela,
haciendo inútil
que el ama de casa,
sin aliento,
bata la mantequillera,
y a menudo no deja
fermentar la cerveza,
extravía a los caminantes
y se ríe de su daño?
¿No eres ese?
PUCK
¡Pero dejad sitio, hadas!
Aquí viene Oberón.
HADAS
Y allí nuestra señora;
COBWEB
Ojalá se marchara él.
(Entran lentamente Oberón y
Titania, con sus escoltas)
HADAS
Oberón está colérico y feroz,
porque ella tiene por paje
un delicioso muchacho
robado a un príncipe indio.
Y el celoso Oberón
quiere tener al chico.
OBERÓN
A la luz de la luna,
orgullosa Titania...
TITANIA
¡A la luz de la luna,
celoso Oberón!
Hadas, escapad de aquí.
He jurado abandonar
su lecho y su compañía.
(Las hadas se esconden.)
OBERÓN, TITANIA
Por eso los vientos,
soplándonos melodías en vano,
como por venganza,
han absorbido del mar
nieblas enfermizas.
Por eso, en vano, el buey
ha tirado de su yugo,
el redil se alza vacío
en el campo inundado,
los cuervos se ceban
con el ganado apestado.
Se alteran las estaciones:
la primavera, el verano,
el otoño fecundador,
el colérico invierno se intercambian
sus habituales libreas,
y el atónito mundo no les distingue
en su multiplicación.
Esta progenie de males
procede de nuestra discordia,
de nuestra disensión;
nosotros somos el origen
de estos males.
OBERÓN
Arréglalo entonces,
está a tu alcance.
Yo no pido sino
un muchachito robado,
para que sea mi paje.
TITANIA
Deja en paz tu corazón.
La tierra de las Hadas
no basta para comprarme ese niño.
Su madre había ingresado en mi orden,
pero ella,
por ser mortal,
murió al tener ese niño,
y por fidelidad a ella
no quiero separarme de él.
OBERÓN
Dame ese muchacho
e iré contigo.
TITANIA
Ni por todo tu Reino de las Hadas.
¡Hadas, vámonos!
(Salen Titania y las hadas.)
OBERÓN
Bueno, vete por tu camino;
no saldrás de este bosque
sin que te atormente por esa ofensa.
Mi buen Puck, ven acá;
(Puck se acerca a Oberón.)
Tú recuerdas que una vez
te mostré una planta...
Su jugo, puesto en párpados dormidos,
hace que el hombre o la mujer
enloquezcan de amor
con la primera criatura viva
que vean; sea león, oso,
lobo, toro,
mono presumido, o simio atareado.
Tráeme esa hierba,
y regresa aquí
antes que el Leviatán
pueda nadar
una legua.
PUCK
¡Daré una vuelta
en torno a la tierra
en cuarenta minutos!
(Sale volando.)
OBERÓN
Una vez tenga ese jugo,
buscaré a Titania,
y mientras duerma,
le echaré su jugo
en los ojos.
Y si quiere que le quite
el hechizo de la mirada,
me tendrá que entregar su paje.
(Oberón desaparece. Entran por
separado Lisandro y Hermia)
LISANDRO
¿Qué hay, mi amor?
¿Por qué están pálidas tus mejillas?
¿Qué azar hace que sus rosas
se marchiten tan de prisa?
HERMIA
Quizás es por falta de lluvia,
que bien podría concederles
con la tempestad de mis ojos.
LISANDRO
¡Ay de mí!
Por todo lo que he leído y he oído
siempre en relato o historia,
el camino del verdadero amor
nunca avanzó con facilidad;
o incluso acabó en sangre...
HERMIA, LISANDRO
¡Ay de mí! Demasiado alto
para injertarse tan bajo...
...o de muy diferentes edades...
¡Ah, dolor! Demasiado viejo
para unirse a la juventud...
...o dependió de la elección
de los padres...
¡Ah, infierno!
¡Elegir amor con ojos ajenos!
Los verdaderos enamorados
siempre han sido infelices,
eso es tan cierto
como una ley del Destino.
HERMIA
Enseñémosle, pues,
la paciencia a nuestro amor.
LISANDRO
Buen consejo.
Escúchame, pues, Hermia:
Tengo una tía viuda sin hijos,
de grandes rentas;
su casa está
a siete leguas de Atenas,
y me quiere
como su único hijo.
Allí, amable Hermia,
me puedo casar contigo,
y la dura ley ateniense,
que te fuerza a casarte
con Demetrio,
no puede
perseguirnos hasta allí.
Si me quieres,
entonces yo iré allá contigo.
HERMIA
¡Mi buen Lisandro!
Si tú me quieres,
yo me prometo a ti.
Lo juro por el Arco de Cupido.
LISANDRO
Yo juro y me prometo a ti,
por su mejor flecha
de punta dorada.
HERMIA, LISANDRO
Yo juro y me prometo a ti
por la candidez
de las palomas de Venus,
por lo que entreteje almas
y hace crecer amores,
y por ese fuego que quemó
a la reina de Cartago
cuando vio hacerse a la vela
al traicionero troyano;
por todos los juramentos
que nunca el hombre ha violado,
que son más que todos los que
nunca haya hecho la mujer.
Yo juro, yo juro...
(ambos salen lentamente. Entra
Oberón.)
OBERÓN
Sea león, oso,
o lobo, o toro,
mono presumido, o simio atareado.
Pero... ¿quién viene aquí?
Soy invisible y voy a escuchar
su conversación.
(entra Demetrio, Elena le
persigue)
DEMETRIO
¡No te quiero,
así que no me persigas!
¿Dónde están Lisandro
y la bella Hermia?
Mataré al uno; la otra me mata a mí.
Me dijiste que se habían escapado
a este bosque; y aquí estoy,
desesperado en este bosque,
porque no puedo encontrar
a mi Hermia.
Así que ¡vete de aquí
y no me sigas más!
ELENA
Me atraes,
con tu duro corazón de diamante.
Abandona tu poder de seducción,
y no tendré ya valor
para seguirte.
DEMETRIO
¿Te lisonjeo yo?
¿Te digo cosas lindas?
¿O por el contrario
no te digo más bien,
con la más absoluta sinceridad,
que no te puedo querer?
ELENA
Por eso precisamente te quiero más;
soy tu perrito,
y cuando más me pegas, Demetrio,
más te amo.
Trátame sólo como a tu perrito;
dame patadas, golpéame,
despréciame, piérdeme;
dame sólo permiso,
indigna como soy,
para seguirte.
DEMETRIO
No inflames demasiado el odio
de mi espíritu,
pues me pongo enfermo
cuando te miro.
ELENA
Y yo me pongo enferma
cuando dejo de mirarte.
DEMETRIO
Me escaparé corriendo de ti,
y me esconderé entre los matorrales,
dejándote a merced
de las bestias feroces.
(Sale.)
ELENA
(corriendo)
Te seguiré,
y haré un cielo del infierno
muriendo entre esas manos
que tanto quiero.
OBERÓN
Adiós, ninfa:
antes que él salga de este bosque,
...