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Hijo De Hombre, Agusto Roa Bastos

tamasta4 de Julio de 2012

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los ríos profundos

Contemporáneos

Hijo de hombre

Augusto Roa

Bastos

Hijo de hombre

Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2001

Glosario: Isabel Baca de Espínola, Ebelio Espínola Benítez

(Léxicos guaraníes en Hijo de hombre de Augusto Roa Bastos)

Ampliado con la ayuda de Ybory Bermúdez

©Augusto Roa Bastos

©Fundación Editorial el perro y la rana, 2008

Centro Simón Bolívar

Torre Norte, piso 21, El Silencio

Caracas - Venezuela, 1010

telefs.: (58-0212) 377-2811 - 8084986

correo electrónico:

elperroylaranaediciones@gmail.com

Edición al cuidado de

Coral Pérez

Transcripción

Omar Moreno

Corrección

Ybory Bermúdez

Diagramación

Mónica Piscitelli

Montaje de portada

Francisco Contreras

Diseño de portada

Carlos Zerpa

ISBN 978-980-396-549-5

lf 40220071002143

La Colección Los ríos profundos, haciendo

homenaje a la emblemática obra del peruano

José María Arguedas, supone un viaje hacia

lo mítico, se concentra en esa fuerza mágica

que lleva al hombre a perpetuar sus historias y

dejar huella de su imaginario, compartiéndolo

con sus iguales. Detrás de toda narración está

un misterio que se nos revela y que permite

ahondar en la búsqueda de arquetipos que

definen nuestra naturaleza. Esta colección

abre su espacio a los grandes representantes

de la palabra latinoamericana y universal,

al canto que nos resume. Cada cultura es un

río navegable a través de la memoria, sus

aguas arrastran las voces que suenan como

piedras ancestrales, y vienen contando cosas,

susurrando hechos que el olvido jamás podrá

tocar. Esta colección se bifurca en dos cauces:

la serie Clásicos concentra las obras que al

pasar del tiempo se han mantenido como

íconos claros de la narrativa universal, y

Contemporáneos reúne las propuestas más

frescas, textos de escritores que apuntan hacia

visiones diferentes del mundo y que precisan

los últimos siglos desde ángulos diversos.

Fundación Editorial

elperroy larana

Nota a la edición

Se revisaron versiones de Hijo de hombre publicadas con

anterioridad, a fin de constatar la presencia de alguna guía en

relación a los vocablos y expresiones coloquiales guaraníes abun-

dantes en la novela. Se comprobó que las ediciones carecen de

este tipo de guía.

Esta edición anexa un glosario guaraní comparado y con-

textualizado, realizado por los investigadores Isabel Baca de

Espínola y Ebelio Espínola Benítez, del Instituto Pedagógico de

Barquisimeto, lo cual afortunadamente viene a suplir esta signi-

ficativa ausencia.

Esto, independientemente de que, como citan los mencio-

nados lingüistas, a su vez discutido y referido en ámbitos aca-

démicos: “…la novela contemporánea de América Latina utiliza

estrategias diferentes al glosario para explicar el vocabulario

desconocido en el español estándar general”.

Incluso, cuando, como se comentará en lo seguido, el propio

autor, Augusto Roa Bastos, editó recientemente una versión

corregida de la novela, sin incluir esta vez, y quizá a conciencia,

un glosario guaraní para ayuda del lector común y de lectores

extranjeros.

Por razones de derechos editoriales, no es la versión corre-

gida la que ofrecemos al público lector. Es importante acotar

que, en 1993, Alfaguara editó el texto revisado de Hijo de

hombre, incluyendo una nota del autor, fechada en 1982, donde

éste aclara los argumentos de la nueva versión. Esa corrección,

como se explica en la nota, no se trata de un cambio que afecte

el trasfondo ideológico o la visión de realidad social a la que

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colección los ríos profundos

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alude la novela, pero sí cambia, en términos de relectura, ciertas

perspectivas y conclusiones, dándole un cambio de profundidad

teórica a su propuesta inicial dentro de la literatura indigenista.

Además, incluye un capítulo nuevo (“Madera quemada”).

El autor argumenta su postura revisionista a la luz de lo que

llama la “poética de las variaciones, que subvierte y anima los

textos establecidos, forma palimpsestos que desesperan a los crí-

ticos sesudos, pero que encantan a los lectores ingenuos”, por lo

cual “...hace posible la aventura de las metamorfosis de los libros

éditos o inéditos en busca de su identidad…”. De ahí que agrege

un nuevo epígrafe a la edición corregida: “Cuando retoco mis

obras es a mí a quien retoco” (W. B. Yeats).

Prosiguiendo con sus palabras, así lo define Roa Bastos:

“Hijo de hombre… me permitió precisamente profundizar esta

experiencia de búsqueda en el intento de lograr la fusión o imbri-

cación de los dos hemisferios lingüísticos de la cultura paraguaya

en la expresión de la lengua literaria de sus narradores y poetas;

dos universos lingüísticos de tan diferente estructura y funcio-

nalidad. Traté de hacerlo a través de las formas de la experiencia

simbólica y semántica que permitieran esta síntesis más allá o

por lo menos en una dirección diferente de la simple mezcla de

léxico y sintaxis jopará del castellano-paraguayo hablado, fór-

mula que utilicé sin éxito en mis primeros libros. La tentativa

ensayada en Hijo de hombre por el camino de una aglutinación

semántica tampoco me satisfizo del todo. Así, después de veinte

años, me encontré retocando y corrigiendo el texto de Hijo de

hombre, animado por las experiencias realizadas en dos novelas

posteriores, Contravida (inédita aún) y Yo, el supremo”.

C. P. G.

A mi padre

A la memoria de mi madre

Hijo del hombre, tú habitas en medio

de casa rebelde... (XII, 2)

...Come tu pan con temblor y bebe tu agua con

estremecimiento y con anhelo... (XII, 18)

Y pondré mi rostro contra aquel hombre, y le

pondré por señal y por fábula, y yo lo cortaré de

entre mi pueblo... (XIV, 8)

Ezequiel

...He de hacer que la voz vuelva a fluir por los huesos...

Y haré que vuelva a encanarse el habla...

Después que se pierda este tiempo y un nuevo

tiempo amanezca...

Himno de los Muertos de los Guaraníes

i

Hijo de hombre

1

Hueso y piel, doblado hacia la tierra, solía vagar por el

pueblo en el sopor de las siestas calcinadas por el viento norte.

Han pasado muchos años, pero de eso me acuerdo. Brotaba en

cualquier parte, de alguna esquina, de algún corredor en som-

bras. A veces se recostaba contra un mojinete hasta no ser sino

una mancha más sobre la agrietada pared de adobe. El candelazo

de resolana lo despegaba de nuevo. Echaba a andar tanteando el

camino con su bastón de tacuara, los ojos muertos, parchados

por las telitas de las cataratas, los andrajos de aó-poí sobre el ya

visible esqueleto, no más alto que un chico.

—¡Gua, Macario!

Dejábamos dormir los trompos de arasá junto al hoyo y lo

mirábamos pasar como si ese viejecito achicharrado, hijo de uno

de los esclavos del dictador Francia, surgiera ante nosotros, cada

vez como una aparición del pasado.

Algunos lo seguían procurando alborotarlo. Pero él avan-

zaba lentamente sin oírlos, moviéndose sobre aquellas delgadas

patas de benteveo.

—¡Gua Macario Pitogüe!

Los mellizos Goiburú corrían tras él tirándole puñados de

tierra que apagaban un instante la diminuta figura.

—¡Bicho feo... feo..., feo!

—¡Karaí Tuyá colí..., güililí!...

Los chillidos y las burlas no lo tocaban. Tembleque y terroso

se perdía entre los reverberos, a la sombra de los paraísos y las

ovenias que bordeaban la acera.

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colección los ríos profundos

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En aquel tiempo el pueblo de Itapé no era todavía lo que

es hoy. A más de tres siglos de su fundación por mandato de un

lejano virrey de Lima, continuaba siendo un villorrio perdido en

el corazón de la tierra bermeja del Guairá.

El virrey achacoso se habría limitado a posar la uña sobre la

inmensidad desconocida y vacía, despreocupado de las penurias

y del sudor que empujaba a nacer, como sucedía siempre cuando

se trataba de repartir la tierra a los encomenderos o de premiar

las fatigas de los capitanejos que habían contribuido a reducir las

tribus.

De aquel pueblo primitivo sólo quedaban unas casas de

piedra y adobe alrededor de la iglesia. De las carcomidas paredes

emergían tallos de helechos salvajes y amambay. De pronto

algún

...

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