Roa Bastos
anaayala199511 de Noviembre de 2013
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Deseo hacer mi exposición desde una óptica muy personal, sin meterme en terrenos que son más aptos para ser recorridos por críticos literarios, y hacerlo exponiendo mi visión personal, la de un escritor que encara el oficio de escribir con verdadera pasión. Deseo compartir con ustedes las razones por las cuales creo que la escritura de Augusto Roa Bastos, la presencia de su obra, tuvo una importancia fundamental en el desarrollo de la literatura paraguaya.
A lo largo de su difícil historia de país mediterráneo y rodeado por países mucho más poderosos, el Paraguay en su vida independiente se convirtió en lo que el escritor Juan Bautista Rivarola Matto, ya fallecido, describiera como “la isla sin mar” en la última novela que escribiera. Este aislamiento del país, real o ficticio pero absolutamente cierto en sus resultados, este retraso para recibir las corrientes renovadoras de afuera y para insertarse en el desarrollo de los demás países de la región y del mundo, esta dificultad para trascender las propias fronteras, se manifestó también, como es lógico, en la literatura. Es sabido que el Paraguay adoleció hasta mediados del siglo veinte de una precaria presencia de narradores, más concretamente de novelistas. Tan sólo hacia los años cincuenta, coincidentemente con la aparición de la obra de Roa Bastos, se manifestó un interesante vuelco en la situación, razón que lo llevó, supongo, al estudioso español de nuestra literatura, Joaquín Juan Penalva, de la Universidad de Alicante, a señalar en un interesante estudio sobre la literatura del Río de la Plata “…el carácter casi inaugural que tiene la obra de Roa Bastos dentro de la literatura paraguaya”(1).
Por cierto el movimiento de renovación se había iniciado un poco antes. Es en la época de la pos guerra del Chaco (la que enfrentó a Paraguay con Bolivia del 1932 al 1935) cuando se inicia una marcada evolución en la narrativa paraguaya. Me refiero a una muy importante evolución en lo estilístico y en lo temático, venciendo el anacronismo que hasta entonces se viniera arrastrando. Y digo que se trató de una importante evolución porque la misma abarcó desde la selección de los temas tratados, superando desde el costumbrismo muy doméstico y excluyente hasta la expresión, la forma, que a partir de entonces se mostró innovadora y más de acuerdo con las nuevas claves de expresión. Se produjo entonces lo que el crítico valenciano José Vicente Peiró Barco expresa al decir que los autores paraguayos lograron de una vez y para siempre “que la narrativa paraguaya enlace completamente con la del continente” (2).
En ese movimiento tan significativo de actualización y avance de la literatura paraguaya, tuvo sin duda gran relevancia la aparición de las obras de Augusto Roa Bastos por el formidable impacto que consiguieron.
Hacia los años cuarenta se publicaron algunas novelas importantes como las de Gabriel Casaccia : “Mario Pareda” (que pienso que es la última novela del romanticismo paraguayo) y “La Babosa”, ya dentro de lo que se dio en llamar Literatura del Exilio, luego de la pavorosa Revolución del 47 que llevara a muchos paraguayos a tener que optar por el exilio político; y la novela de José María Rivarola Matto, “Follaje en los ojos”, libro inscripto dentro de la corriente que Josefina Plá denominara “del insilio”, es decir de exilio interior, presentando firme oposición al Gobierno pero viviendo dentro del país. Estas obras por su tratamiento temático y formal mostraron claramente lo que antes llamamos intentos de renovación. Un poco después, en 1953 aparece el libro de relatos “El trueno entre las hojas”, de Augusto Roa Bastos, y su aparición se convierte en un formidable espaldarazo a favor de la nueva situación. El libro es recibido con curiosidad, con sorpresa, con gusto, y definitivamente se consolida
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