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JULIO GARMENDIA - el alma, guachirongo, la tienda de muñecos


Enviado por   •  29 de Mayo de 2022  •  Reseñas  •  1.477 Palabras (6 Páginas)  •  319 Visitas

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El alma – Julio Garmendia

Curiosidad, seducción, engaño, un vendedor con una propuesta. Garmendia relata sobre un tema como una anécdota de la manera más sencilla, supongo para no espantar a un público general a pesar de uno de los personajes, como una simple historia de todos los días, como si la vecina del otro lado de la calle hubiese pasado por segunda vez en la semana a pedir una taza de azúcar para endulzar su café. No es secreto que muchas veces se intenta no tocar temas haciendo referencia a Satán, pues por temas religiosos es fácil llamar la atención. En la segunda parte, siguiendo con el acuerdo de descubrir un alma, es casi hipnotizante la manera en que representa la historia de tal negocio, al principio como si se tratara de encontrar la pieza adecuada para reparar un carro (el alma), y que de ser así, determinar el valor del carro al estar culminada la búsqueda (el alma), y todo con una actitud de aceptación inmutable. Garmendia muestra una realidad, la realidad que puede ser para muchos (tal vez para él mismo en ese tiempo) relatándola con tanta fluidez que encanta, pues no es solo la venta de cualquier cosa, es una alma, algo invaluable. La conclusión en su último párrafo me ha dejado intrigada y satisfecha a la vez, tanto que me gustaría invitar un café al autor, pues a mí me puede parecer que es obvia la estafa del final, ¿Satán lo deja vivo, con su alma, y él su fiel acompañante hasta que por fin se la entrega cuando le llegue su día? O en cambio, ¿muere, ya que el mismo Satán dice : “que un hombre de espíritu tan elevado como usted…” cobrando por adelantado su alma?, Y si esto último es así, entonces ¿Es mentira el deseo de no haberse traído algo de recuerdo? Ya que de ahora en adelante puede mentir sin pestañear, o ¿De verdad lo quería por el afecto a sus parientes y amigos, demostrando así que se arrepiente? Si es que lo tuvo en un principio, o si en su último párrafo introdujo un poco la sátira. En fin, un aplauso por tan buen ejemplo de una pieza que demuestra el realismo.

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Guachirongo – Julio Garmendia

Al leer no pude evitar emocionarme casi hasta las lágrimas, de haberme encontrado sola las hubiese soltado. Quisiera comenzar con que yo conocí a Guachirongo, pero con otro nombre, le decíamos “La Pelusa” a esta mujer, también con el cabello en bucles desordenados que le caían por la frente, y su destacable manada de perros fieles a su compañía. Recuerdo que un día en el barrio, mi tía nos dijo a mis primos y a mi que saliéramos a comprar unas cosas que hacían falta para la comida en una de las bodegas que quedaban cerca de la casa, mis primos si me dijeron de quedarme cerca, en vista de que era tarde y en poco tiempo oscurecería, y “la Pelusa estaría dando vueltas”, no recuerdo si compramos, o siquiera recuerdo si llegamos al local, cuando en una calle nos encontramos de frente con la pelusa, no parecía de buen humor, no recuerdo si gritó en nuestra dirección, pero si recuerdo el miedo cuando su jauría de perros nos comenzó a perseguir, también recuerdo que mis dos primos (mayores que yo, y que conocían el camino de regreso) no les interesó ver hacia atrás para saber si yo les seguía, cuando comenzaron a correr, entramos en una calle con escaleras y de algún modo entramos de nuevo en el conjunto de casas del barrio donde se encontraba la casa de mi tía. Aunque en la historia Guachirongo parecía de un espíritu más amable, no puedo dejar de pensar en que tal vez “Pelusa” también lo fue en algún momento. Y al igual que Guachirongo, de repente, un día, no escuchamos a los perros que anunciaban la entrada de “La Pelusa”. Nunca sabremos si tuvieron familia, la razón por la que se encontraban en esa situación, o si su cordura en algún momento dejo de disfrutar su compañía. Garmendia tenía el don para envolver mensajes crudos en sus historias. La manera en que relata el comportamiento de las personas, haciendo caso al detalle, desde los niños hasta los más grandes, con un aire de romanticismo, esa melancolía al recordar esas nubes del verano pintadas de atardecer. Tal vez si fue una verdadera historia. Lástima de ese acontecimiento que manchó el recuerdo de Guachirongo, demostrando que si vives sin pedir mucho, despojado de todo, al cometer un error o estar en el momento equivocado, serás recordado por ese momento. Aunque, en la historia nunca aclara si él lo hizo, pero tampoco niega el no haberlo hecho. Concluyo con que Garmendia demuestra lo sensible del romanticismo y lo crudo de lo realista.

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