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Jose Enrique Rodo

George201626 de Mayo de 2015

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José Enrique Rodó Piñeyro.

Político, escritor, ensayista, profesor universitario de Literatura, hijo menor (de siete hermanos) del comerciante catalán (español) con muchos años en Uruguay José Rodó y de la uruguaya Rosario Piñeyro, nació el 15 de julio de 1871 en Montevideo (Uruguay), cursó estudios en el Colegio Elbio Fernández fundado por José Pedro Varela, y murió el 1° de mayo de 1917 en Palermo (Italia). Su familia era considerada como burguesa arruinada, por lo que desde niño con inmensas ganas de viajar, Rodó lo hace solamente en dos cortas oportunidades, una a Santiago de Chile y otra a Europa donde muere. Se le ha considerado junto a Ruben Darío como uno de los más importantes ensayistas del modernismo en América Latina formando parte de "la generación de 1900". Colaborador de "Los Primeros Albores" y fundó con Martínez Vigil y Pérez Petit en 1895 la "Revista Nacional de Literatura y de Ciencias Sociales" entre 1895 y 1897. También lo hizo con el diario "La Nación" de Buenos Aires (Argentina). Fue director de la Biblioteca Nacional y diputado a las Cortes por el Partido Colorado en 1902 y en 1907, viajando luego a Europa en 1916 donde fue corresponsal de "Caras y caretas".

Entre sus principales obras tenemos: "La novela nueva" (en 1897); "El que vendrá" (en 1897); "Su última obra" (en 1899); "Ariel" (en 1900, aquí propone un idealismo espiritualista como defensa de Hispanoamérica la tradición greco-latina ante el predominio cultural de los Estados Unidos dominado por el utilitarismo, produciendo esto los llamados "arielitos", que eran jóvenes que se identificaban con su filosofía); "Liberalismo y jacobinismo" (1906); "Motivos de Proteo" (obra de filosofía moral escrita en 1909); "El mirador de Próspero" (recopilación de ensayos de escritores latinoamericanos hecha en 1914); "El camino de Paros" (publicada póstumamente en 1918 sobre meditaciones y andanzas); "Nuevos motivos de Proteo" (igualmente publicada póstumamente en 1927).

Constituye elemento importante dentro del pensamiento de Rodó el llamado "sermón laico", muy en boga en su tiempo dentro de la cultura rioplatense especialmente la uruguaya de mediados del Siglo XIX. Así nos lo recuerda Real de Azúa cuando nos trae estos comentarios: "De lo que a través del libro ha accedido hasta nosotros refiriéndose a Ariel puede presumirse que el género a que se hace referencia representaba un tipo literario-ideológico intensa y hasta severamente normado. Jules Simon, uno de los maestros de la Francia republicana, sostenía que los profesores de filosofía debían ser "predicadores laicos", siempre dispuestos a exaltar el valor del ideal, y del servicio devoto a la causa común, la grandeza del potencial juvenil, y el género profuso del "discours aux jeunes gens" * parece haber seguido, hasta con monotonía este guión...De "predicadores laicos" hablaba, como se dijo, este último y son muchas las razones que propiciaron en toda esta literatura de exhortación una modalidad de tono que fuerza a incluirla en lo que entonces el igualmente prestigioso Emile Faguet llamaría comentando Le devoir présent (1892), de Paul Desjardins una "literatura religiosa laica". **

Tenía ciertamente, intensos determinantes en todo Occidente una postura comunicativa para-religiosa que no es ocioso recordarlo marcó en forma indeleble un planteo que, como el de Rodó, sería tempranamente abrumado por identificaciones del tipo de las de "sermón laico", "evangelio laico" y "breviario laico".

En la obra "Ariel", Rodó personifica en sus personajes más que una individualidad, un concepto moral, ético o cultural. Por ejemplo, ve en Próspero al noble maestro, al mago de "La Tempestad" shakesperiana, que se reúne cada fin de año con sus jóvenes discípulos dentro de la serenidad de su salón biblioteca, Próspero simboliza el poder de la intelectualidad y de la sabiduría que choca abiertamente con Calibán quien es grosero, ignorante y luchador de aquellas sociedades que buscan igualarse, pero en su nivel más bajo de cultura. Ariel es un símbolo de lo más noble del espíritu humano, desinteresado, racional y espiritual al que invoca como su numen diciendo: "Quisiera para mi palabra la más suave y persuasiva unción que ella haya tenido jamás. Pienso que hablar a la juventud sobre nobles y elevados motivos, cualesquiera que sean, es un género de oratoria sagrada. Pienso también que el espíritu de la juventud es un terreno generoso donde la simiente de una palabra oportuna suele rendir, en corto tiempo, los frutos de una inmortal vegetación... Yo os digo con Renan: "La juventud es el descubrimiento de un horizonte inmenso que es la Vida".

Más adelante, y nuevamente en voz de Próspero, Rodó analiza el mundo griego como imbuído de la gracia de la niñez y del optimismo de la juventud cuando relata: "Aquél que en Delfos contemplaba la apiñada muchedumbre de los jonios dice uno de los himnos homéricos se imagina que ellos no han de envejecer jamás". Grecia hizo grandes cosas porque tuvo, de la juventud, la alegría, que es el ambiente de la acción, y el entusiasmo, que es la palanca omnipotente. El sacerdote egipcio con quien Solón habló en el templo de Saís, decía al legislador ateniense, compadeciendo a los griegos por su volubilidad bulliciosa: ¡No sois sino unos niños!... Pero de aquel divino juego de niños sobre las playas del Archipiélago y a la sombra de los olivos, nacieron el arte, la filosofía, el pensamiento libre, la curiosidad de la investigación, la conciencia de la dignidad humana, todos esos estímulos de Dios que son aún nuestra inspiración y nuestro orgullo".

Después de hacerle al cristianismo de los primeros siglos, las mismas loas que hizo de los griegos, piensa que éste triunfó con su encanto de juventud interior ante la severidad de los estoicos y a la decrepitud de los mundanos; al igual, que consideraba que en los diálogos platónicos, fue posible una breve primavera del mundo, concluyendo Rodó que la fuerza de corazón ha de probarse aceptando el reto de la Esfinge y no esquivando su interrogación formidable.

Compara posteriormente, el tipo de actividad que deben realizar los jóvenes, no limitándola solamente a un solo aspecto, sino más bien, cada uno debe alcanzar la plenitud de su ser.

Demuestra Rodó su afecto hacia la figura del Comte positivista cuando recuerda: "Augusto Comte ha señalado bien este peligro de las civilizaciones avanzadas. Un alto estado de perfeccionamiento social tiene para él un grave inconveniente en la facilidad con que suscita la aparición de espíritus deformados y estrechos; de espíritus "muy capaces bajo un aspecto único y monstruosamente ineptos bajo todos los otros". El empequeñecimiento de un cerebro humano por el comercio continuo de un solo género de ideas, por el ejercicio indefinido de un solo modo de actividad, es para Comte un resultado comparable a la mísera suerte del obrero a quien la división del trabajo del taller obliga a consumir en la invariable operación de un detalle mecánico todas las energías de su vida".

De esta forma, el discurso de Rodó se transfenomenaliza al pasar de una teorética exhaltación que animaba a los jóvenes a mirar en el horizonte, en una fenoménica y pragmática crítica frente al utilitarismo reinante en la vida moderna. Trata de alertar, de prevenir a los jóvenes en torno al sistema capitalista reinante al señalar: "Cuando el sistema de la utilidad material y el bienestar domina en el carácter de las sociedades humanas con la energía que tiene en lo presente, los resultados del espíritu estrecho y la cultura unilateral son particularmente funestos a la difusión de aquellas preocupaciones puramente ideales que siendo objeto de amor para quienes les consagran las energías más nobles y perseverantes de su vida, se convierten en una remota y quizá no sospechada región, para una inmensa parte de los otros. Todo género de meditación desinteresada, de contemplación ideal, de tregua íntima, en la que los diarios afanes por la utilidad cedan transitoriamente su imperio a una mirada noble y serena tendida de lo alto de la razón sobre las cosas, permanece ignorado, en el estado actual de las sociedades humanas, para millones de almas civilizadas y cultas, a quienes la influencia de la educación o la costumbre reduce al automatismo de una actividad, en definitiva material".

Continúa Rodó en su "Ariel" con una comparación entre lo feo y lo hermoso, lo vulgar y lo delicado, para traspolar estos conceptos al de lo malo y de lo bueno, en donde considera que una vez identificado el concepto de lo estético, se ha cubierto la mitad del camino que conduce hacia la moral. El buen gusto y el sentimiento moral para Rodó son la misma cosa en el espíritu de los individuos que en el espíritu de las sociedades. Por ello, coincide con Rosenkranz cuando este afirmaba que existía una relación entre la libertad y el orden moral, por una parte; y por la otra, se demostraba el hecho de que la belleza de las formas humanas se evidenciaba en el desarrollo de las razas en el tiempo.

Y ahora, dentro de este concepto de "lo bello", "lo delicado", "lo bueno" y "lo moral", encuentra Rodó nuevamente motivos para atacar al utilitarismo cuando señala: "A la concepción de la vida racional que se funda en el libre y armonioso desenvolvimiento de nuestra naturaleza e incluye, por lo tanto, entre sus fines

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