Ensayo del libro “El Mono Obeso” del autor José Enrique Campillo Álvarez
Adriana de la CruzEnsayo20 de Marzo de 2023
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Centro de Estudios Universitarios Sor Juana Inés de la Cruz.
Docente: Sara Verboonen.
Asignatura: Sobrepeso y obesidad.
Alumna: Adriana Ruiz de la Cruz.
P r e s e n t a
Ensayo del libro “El Mono Obeso” del autor José Enrique Campillo Álvarez.
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Zihuatanejo, Gro., a 7 de febrero de 2023.
EL MONO OBESO
Introducción
El presente ensayo se basa en el libro “el mono obeso” de José Enrique Campillo, nos hace abre a la comprensión y, por lo tanto, hacia los problemas que existen en síndrome metabólico y las enfermedades que este desencadena.
El autor analiza nuestros genes en el desarrollo de estas enfermedades y explica como muchas de estas dolencias, proceden de la incompatibilidad de nuestro diseño evolutivo del organismo y el uso inadecuado que hacemos de él.
La labor de José Enrique Campillo Álvarez se ha centrado en el estudio de diversos aspectos relacionados con la diabetes y la nutrición humana.
En el libro se retoman los aspectos más importantes que propiciaron el desarrollo evolutivo de los seres humanos, abarca sus diferentes etapas desde el Mioceno hasta la actualidad.
Desarrollo
El libro “El mono obeso“ de José Enrique Campillo Álvarez nos habla de las enfermedades que nos han acompañado toda la vida, pero que en la actualidad son mucho más contundentes. Dichas enfermedades no habían sido estudiadas a profundidad, ni mucho menos eran catalogadas como un síndrome hasta después de la Segunda Guerra Mundial, con todas las tecnologías y estudios enfocados fue que se empezó a tomar relevancia de las mismas.
Antes del siglo XX existía una taza alta de mortandad porque las condiciones higiénicas eran muy deficientes, desnutrición e infecciones por el consumo de agua sin potabilizar el acoso de los parásitos y la precaria alimentación de la mayor parte de la población, existían pandemias constantes que ponían en riesgo la calidad de vida, de tal modo que la esperanza de vida no superaba los 50 años.
Actualmente existe mecanización y planificación de las industrias, así como una higiene bien establecida, la alimentación se facilita, es variada e ilimitada, aumentando la esperanza de vida a 70-80 años.
La pregunta que se plantea es ¿por qué existen tantas personas con obesidad? La respuesta no es tan sencilla, pero una de las causas es el uso inadecuado del diseño metabólico, resultado de millones de años de evolución.
También se plantea la teoría de que, en algún momento de nuestro proceso de evolutivo, nuestros antecesores necesitaron del gen de la insulinorresistencia de manera ventajosa para que pudiera adaptarse y transmitirse hasta las generaciones actuales, de lo contrario la selección natural hubiera acabado con el gen o con nuestra existencia.
Hoy en día para alimentarnos no se necesita mayor esfuerzo, lo podemos lograr a cualquier hora del día y con todas las comodidades posibles, tanto así que se presentan distractores que modifican aún más el diseño metabólico, dando paso a las enfermedades de la opulencia, entre las que destacan la diabetes, la obesidad, la dislipidemia, la ateroesclerosis y la hipertensión; el conjunto de estas enfermedades se le ha denominado síndrome metabólico.
Esta serie de desórdenes actúan en conjunto logrando así poner en gran riesgo la salud de los órganos de nuestro organismo. Un factor común en este síndrome metabólico es la insulina, la cual tiene como misión procurar que las células del organismo asimilen la glucosa que ha penetrado del sistema digestivo. Si ese proceso metabólico de la insulina-glucosa se ve afectado conducen a una insulinorresistencia e hiperinsulinisno que desencadenan otras enfermedades y pueden llegar hasta la presencia de un infarto agudo de miocardio o un ictus.
Hablando sobre la epigenética, en nuestro organismo llevamos genes hereditarios que predisponen a estas estas enfermedades, pero no se van a desarrollar por si solas, se necesita de un factor externo para poder desarrollarse, es decir, si llevamos una vida sedentaria, una alimentación abundante en calorías, dulces y grasas, un exceso de estrés y otras circunstancias hacen que día con día, mes con mes y año con año, se activen o se desactiven los receptores celulares modificando así las características químicas que los componen, continuando con el circulo vicioso de la hiperinsulinemia e insulinorresistencia y que ponen en marcha la obesidad androide y ginecoide, la diabetes tipo 2, la hipertensión, la dislipidemia, la ateroesclerosis, entre otras.
La medicina darwiniana, tiene como estudio nuestro proceso evolutivo, nuestros antecesores pasaron por cuatro etapas nutricionales, las cuales son: primera etapa de “El paraíso terrenal”, segunda etapa “la expulsión del paraíso”, tercera etapa “carnívoros a la fuerza” y la cuarta etapa “el retorno al Edén alimentario”.
“El paraíso terrenal”, que abarca el Mioceno y Pleistoceno, se constituía de bosques gigantescos tropicales, húmedos y cálidos. Los Ardipithecus ramidus, presentaban una piel cubierta con pelo fuerte, espeso e impermeable, predominaba su sentido de la vista y el olfato, gozaban de un lugar perfecto para desarrollarse y reproducirse, sus alimentos principalmente eran de origen vegetal, como frutos y hojas tiernas que están ricos en hidratos de carbono y fibra, su complemento necesario de proteínas y grasas lo obtendrían mediante su ingestión ocasional de algunos insectos, reptiles y mamíferos pequeños.
Encontraban sus alimentos en gran abundancia, tanto que no necesitaban trasladarse de algún lugar a otro para conseguirlos, bastaba con estirar la mano para encontrar algún fruto y picotearlo; sus alimentos les aportaban los nutrientes necesarios para conservar sus funciones metabólicas de manera adecuada.
La asimilación de la glucosa ingerida se realizaba por influencia de la insulina y bajo una situación de elevada sensibilidad de los receptores y sistemas enzimáticos a la acción de la hormona, lo que ocasionaba que, en pocos minutos, los valores de glucosa en sangre retornaran a sus cifras basales, de antes de las comidas.
Nuestro antecesor habitante de los bosques, como cualquier otro herbívoro, no presentaba la característica de insulinorresistencia en su diseño metabólico.
“La expulsión del paraíso”. Pasando cientos de miles de años los Ardipithecus ramidus pasaron por un lento y progresivo enfriamiento global del planeta a causa de los cambios astronómicos y de los movimientos de la corteza terrestre, lo que provocó que evolucionaran al género Australopithecus afarensis. El representante fósil característico de esta etapa es el llamado “Lucy”.
La modificación se presentó en su cadera, muestra que estaba adaptada a la bipedestación y sus largos brazos indican que podían alternar la braquiación con la marcha por el suelo sobre dos pies.
Esta ventaja evolutiva les permitió adaptarse a sus nuevas condiciones ambientales, no sólo proporcionándoles una mayor movilidad por el suelo, sino liberando sus manos para poder acarrear alimentos y consumirlos en un lugar seguro. Al desplazarse erguidos, estos homínidos regulaban mejor su temperatura corporal en las sabanas ardientes porque exponían menos superficie corporal al sol abrasador. También podían percibir con mayor antelación algún peligro.
Nuestros antecesores ya no disfrutaban del bosque bien provisto de frutos y hojas tiernas, ahora tenían que bajar al suelo y hacer largos recorridos en donde encontrarían raíces, tallos leñosos, tubérculos y vegetales menos nutritivos.
Aquí es donde nace el mono obeso, gracias a una serie de mutaciones en algunos receptores de la insulina y de los sistemas enzimáticos que permitieron desarrollar una sensibilidad diferencial a la insulina (insulinorresistencia). Este genotipo reducía el consumo de glucosa por el músculo y favorecía la acumulación de glucosa en forma de grasa en los períodos de abundancia de alimentos para disponer de una reserva energética durante los períodos de escasez.
“Carnívoros a la fuerza”. El descendiente del Australopithecus afarensis es el Homo ergaster, cuyo representante fósil más característico es el llamado “Niño de Turkana”.
La especie Homo ergaster poseían unos pies muy parecidos a los nuestros, con un empeine bien formado, y que su astrágalo, el hueso del pie que soporta todo el peso del cuerpo, era ya casi idéntico al nuestro, con una capacidad craneana de entre 800 y 1.000 cm3, su cara era también moderna: sus huesos nasales eran prominentes (ya no tan chatos como en el resto de primates), en su dentadura se observa una reducción en el tamaño de los molares y premolares y de los caninos e incisivos, la mandíbula adopta una forma en “U”. muy diferente de la forma en “V” del resto de los primates.
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