Juan Villoro
macpat11 de Mayo de 2012
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JUAN VILLORO
1.En 1969, Chacarita Junior salió campeón en Argentina contra todos los pronósticos. Este equipo humilde y sorpresivo era entrenado por un señor de respuestas tan rotundas como su nombre, Geronazzo. Cuando le pidieron la receta para la corona, respondió: “La primera vez que los vi me dije: ‘Ningún equipo puede jugar bien si tiene más del 30% de bobos’. Bajé el porcentaje y fuimos campeones”.
2. El fútbol depende menos de los músculos que de la imaginación. El arte de saltar y jalar camisetas es una actividad mecánica que acompaña destrezas más significativas: la finta espectral, el pase al hueco cómplice, el amague de angustia, la pelota recuperada al anticipar la oscura intención del enemigo. El conjunto de estas virtudes integra la enciclopedia que llamamos “picardía” y que el jugador de talla mundial se sabe de memoria.
3. La condición física influye en el rendimiento pero no es decisiva. Si alguien pasa la mejor parte de su juventud en una hamaca, difícilmente tendrá derecho a amarrarse las agujetas en un vestidor de primera división. De cualquier forma, lo que define al genio de las canchas, su toque de calidad, es un atributo psicológico tan distintivo como la paranoia, la melancolía o el sentido del humor.
4. El futbolista pensante es preferible al que lleva un Nintendo en la cabeza, pero no todas las formas de la inteligencia sirven en la cancha. El razonamiento abstracto se vuelve dañino con la pelota en los pies. El fútbol exige una mente tan rápida y certera que debe confundirse con la intuición o los reflejos. Rodeado por tres marcadores, Romario descubre en un parpadeo la ruta de evacuación. Estamos ante uno de los pocos delanteros capaz de fintar a tres defensas con el hombro, de sortearlos con equilibrio de cirquero y nervios de corresponsal de guerra.
5. El fútbol también existe cuando la pelota no está en juego. El ejemplo más evidente es el festejo de los goles. La anotación normal desemboca en el abrazo colectivo y el regreso al medio campo. En ocasiones, la celebración se erradica por motivos tan tristes como éste: el equipo va perdiendo 0 a 5 y el ínfimo gol a favor es una prueba humillante de que los perdedores pueden jugar mejor. Otras veces, la fiesta es un solitario performance de la dicha: la voltereta de Hugo Sánchez, los brazos extendidos de Careca y su sinuoso recorrido de avión fumigador, el niño imaginario acunado por Bebeto, el zapato de Cardozo en la oreja como teléfono del Superagente 86.
6. El ariete del género romántico no pierde oportunidad de rubricar su gol con un beso. Esto permite quedar bien con un familiar o una nación que requiere terapia de apoyo; en el Mundial de Francia Rivaldo besó con frenesí su alianza matrimonial y Zidane, descendiente de argelinos, besó la camiseta azul para lograr, según Le Nouvel Observateur, el gesto de integración racial más importante de la posguerra. Por si estos signos de pasión no fueran suficientes, se ha puesto de moda que los anotadores se quiten el uniforme para mostrar su elocuente ropa interior: fotos de sus hijos, una estampa de la Virgen o la consigna “Salven a los delfines”. Esta variante editorial del festejo es la menos espontánea y la que mejor revela que los jugadores no sirven como periodistas.
Las respuestas
1. El tema general del texto es la descripción de:
a. Las características ideales de un equipo de futbol.
2. Según el texto, un buen desempeño futbolístico
b. Depende más de ciertas habilidades psicológicas que de las físicas.
3. Según el texto, ¿qué acto hace quedar bien al anotador del gol con un familiar o con una nación?
c. Dar un beso.
4. Del texto se infiere que el autor
b. es un aficionado al futbol.
5. ¿En qué párrafo
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