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LAS TUMBAS


Enviado por   •  28 de Agosto de 2013  •  985 Palabras (4 Páginas)  •  385 Visitas

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Por Joel Achenbach

Aún hoy parece increíble. ¡El hombre en la Luna! Al lado de ese titular, cualquier otra noticia sigue pareciéndonos trivial, provinciana. Desde aquel 20 de julio de 1969, los grandes acontecimientos nos han hablado, sobre todo, de guerras, escándalos, terrorismo y catástrofes. No obstante, honrosas excepciones, como la invención de internet o el desciframiento del genoma humano, nos pueden llevar a pensar que no nos hemos estancado del todo en estos últimos 40 años.

Nada ha superado el programa Apolo. Los viajes a la Luna fueron hazañas tan impactantes que hay gente que todavía hoy se niega a admitir que realmente ocurrieron. El proyecto Apolo requirió una excepcional combinación de creatividad tecnológica, coraje, genio administrativo, voluntad nacional (es decir, mucho dinero de los contribuyentes estadounidenses) y un sentido exquisito de la oportunidad política.

Como conocemos el desenlace de la historia, nos cuesta recordar lo atrevido que fue el proyecto lunar y cuánta incertidumbre y peligro entrañaba. A diferencia de los programas precedentes Mercury y Gemini, el Apolo iba a utilizar un enorme cohete nuevo, el Saturn V, que medía 110 metros de altura y llevaba a bordo más de 2 700 toneladas de oxígeno líquido inflamable y otros combustibles altamente explosivos. Cualquier persona sensata se habría mantenido a muchos kilómetros de distancia de la rampa de lanzamiento, pero tres astronautas iban a sentarse encima. Después, el artefacto se encendería y los astronautas (es imposible evitar aquí los signos de exclamación) ¡saldrían disparados del planeta, en dirección al espacio exterior!

Viajarían a otro mundo, un lugar sin atmósfera y tan alejado de la Tierra que nuestro planeta acabaría por convertirse en una canica azul tan pequeña que podría ocultarse con el dedo pulgar extendido. Después, de algún modo, tendrían que descender a la superficie lunar: en un mundo sin aire, los paracaídas no sirven.

Nadie sabía con certeza si la superficie de la Luna soportaría el peso de un astronauta, ni menos aún el de una nave espacial. Hubo quien afirmó que el módulo lunar (el pequeño vehículo con cohetes propulsores que descendería a la superficie) simplemente se hundiría en el suelo en cuanto alunizara, o que el polvo lunar ardería en llamas al entrar en contacto con el oxígeno del interior del módulo.

Los astronautas tenían que encontrar un lugar llano para posarse en la extensión cubierta de cráteres, porque si el módulo volcaba, ya no podrían volver. Lo más difícil de la misión no era llegar a la Luna, sino regresar. Había que despegar, acoplarse en órbita lunar con el módulo de mando y encender otra vez los motores para volver a la Tierra, en cuya atmósfera había que reingresar (más signos de exclamación) ¡a más de 11 kilómetros por segundo! La nave quedaría envuelta en una enorme bola de fuego y finalmente caería en paracaídas en medio del océano Pacífico, donde los astronautas esperaban que alguien tuviera la gentileza de ir a buscarlos.

En aquella época, los entusiastas de la exploración

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