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La jerarquía matriarcal en La Celestina

aurora mayaEnsayo21 de Noviembre de 2022

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 Aurora Maya Bazo

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Curso 2021/2022

Literaturas comparadas

Literaturas románicas peninsulares

La jerarquía matriarcal en La Celestina


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El libro conocido como La Celestina es un tomo que se escribió durante la Edad Media en España y, aunque creemos conocer a su autor y algunas de las cuestiones que enmarcan la historia, es cierto que hay un aura de misterio en todas ellas. Fernando de Rojas plasmó, en las páginas que hoy conservamos, un mundo crítico y cruel, a la par que cómico y oscuro. Entre todas las ideas que se desenvuelven relativas al honor, a la brujería o a la sociedad, hay un aspecto que destaca por su particular desarrollo a través de la historia; la comunidad femenina, que se muestra además en esta historia como curiosa y antisistemática en algunos aspectos. En este caso, vamos a centrarnos en la comparativa de la jerarquización y la sucesión de poderes entre las figuras femeninas que viven en el entorno de celestina y aquella que sucede en las casas dominadas por agentes masculinos.

Si queremos proponer la idea de la existencia de una jerarquía femenina sumergida en una realidad tradicional, debemos comentar en primer lugar los integrantes que la componen, así como la razón de su existencia. Apoyándonos en esta teoría, ponemos en manifiesto principalmente el vínculo y la pervivencia de los personajes que viven en casa de la alcahueta y protagonista de todo el relato. Celestina, que es tachada de hechicera, perfumera, remiendavirgos, entre otros oficios y todos aparentemente reales, es el eje central de todo el artificial parentesco que vamos a intentar defender. A partir de ella, conocemos a Elicia quién es presentada como la nieta de una de las primeras figuras de esta jerarquía. Aunque en la intervención del séptimo auto, donde se menciona este hecho, la abuela de la joven no es alabada como en otros casos es Claudina, en la edición editada por Dorothy S.Severin encontramos una nota a pie de página que hace alusión a esta mujer como la regente de los famosos oficios que domina Celestina y que lo hacía antes la madre de Pármeno. No tenemos más alusiones del personaje en el resto de la obra, pero sí sucede algo significativo; la correspondencia con su nieta, que vive a través del trabajo que ella desempeñó en algún momento y que al final de la obra va a relevar. Aquí sí que encontramos una prueba verídica de la sucesión matrilineal. Además, se une el hecho de la denominación que mantienen esta joven y Areúsa, junto con Lucrecia. En determinadas ocasiones son llamadas entre sí como “primas”, y aunque esto era común hacerlo entre compañeras del mismo oficio, sí que se advierte una reciprocidad de designaciones amorosas un tanto destacables.

Una de las citas en la que podemos apreciar esto es en boca de un personaje ajeno, Sempronio que se dirige a Pármeno y dice: “parece que conoces tu a Areúsa su prima de Elicia”[1]. Esta explicación la argumenta con el debido detenimiento Joseph T. Snow en su apartado de Celestinesca titulado como “Las tres primas del entorno celestinesco”[2]. Terminando con esta pertinente y breve digresión, tenemos a la segunda heredera del patrimonio conceptual de Celestina, que es Areúsa, hija de un tal Eliso. Los progenitores de esta aparecen mencionados por primera vez en el séptimo auto, “meledición mala que mis padres me echaron, que está por provar todo esso”[3] después de una reiterada mención de Celestina como su madre. A partir de esta breve intervención podemos conjeturar que se ha producido una sustitución de la figura materna entre su madre, o sus padres que la “echaron” y la hechicera. En conjunto, estas mujeres funcionan casi como una unidad familiar, que se mantiene unida tras el rechazo o alguna experiencia desafortunada en las vidas individuales de cada una. Unidas a través de ambiguos lazos que se extienden entre ellas, van a formar la casa más fuerte de todas las expuestas aun a pesar de ser la única proletaria, vamos a ver al final de la obra como  es la única que va a sobrevivir a la trágica historia de los amantes desafortunados.

Tal y como observamos hace unos renglones con Snow, existen teorías desarrolladas por destacados críticos especialistas en el tema, que siguen estas perspectivas que estamos analizando. Por su parte, Deyermond en “Hacia una lectura feminista de La Celestina[4] deja reflejado la necesidad actual de poner esta obra bajo la lupa de esta corriente que tanta fuerza está teniendo y que encaja tan bien con el argumento que expuso Rojas. En este artículo encontramos varios apartados según las distintas cuestiones que ofrece a la perspectiva feminista para que lo analice. Entre ellas, destaca aquel relativo a las sociedades femeninas, donde trata al grupo de meretrices como personajes que, teniendo en común situaciones vitales determinantes como el estrato social, son asociadas entre ellas y expuestas para el público como una microsociedad, siendo distinguida de la tradicional masculina y de la otra cara de la sociedad femenina, que podemos verla a través de Melibea y su sangre noble.

Si podemos enlazar a todo este grupo de mujeres como una jerarquía de poderes o como una dinastía, debemos realizar la pertinente argumentación para que podamos llegar a concebir un esfuerzo común dirigido a un mismo objetivo, así como sobretodo el motivo del autor para crear un imaginario alternativo sobre la sociedad contemporánea a su momento.

Si nos adelantamos a la parte final de la obra, cuando muere Melibea, nos damos cuenta de que como si del efecto dominó se tratase, después de la caída de este personaje femenino central, la continuidad de los hogares tanto de Calisto como de Pleberio, llegan a su fin. Sin embargo, paralelamente durante la narración de la historia vemos como Celestina, Areúsa y Elisa forman un pequeño núcleo que se acerca más al espectro familiar que al de los negocios. A pesar del contexto de supervivencia en el que ejercen oficios poco honrosos tradicionalmente hablando, consiguen poner en pie una calidad de vida que en ocasiones juega en su contra y por la que aun así, permanecen unidas. Este efecto positivo en el contexto femenino es contrario al que se nos describe, por ejemplo, con Calisto y sus infieles criados, que no dudan en venderlo ante la “bruja” de Celestina. Siendo este contraste positivo para las mujeres puesto que a pesar de todo el contexto a primera vista negativo que se van creando, se destaca una alternativa al canon tradicional del patriarcado. Se invierte este orden en la pequeña microsociedad de este hogar, constituyendo un orden matriarcal como forma subversiva de ejercicio del poder imperante.

Siguiendo esta línea, debemos insistir en la idea del patriarcado como requisito del orden social básico. Como el resto de las artes, la literatura es un reflejo subjetivo de la realidad. El plano real al que nos referimos es uno general de todas las cuestiones que se dan por existentes, y uno de los aspectos más importantes en el desempeño de la historia es la sociedad, ya que es directamente aquello relativo a las personas y su comportamiento. Dando esto por hecho, es importante resaltar que la obra en cuestión debiera ser un reflejo de la sociedad en la que se desarrolla, es decir, la literatura representa las mismas jerarquías relacionales que se producen en la organización social de su contexto. Y contrariamente a esto, encontramos un guiño a la que será mucho tiempo después la crítica feminista. Dentro de un mundo de hombres, donde exigen, engañan y toman el mando de la situación, encontramos a un grupo de mujeres que se ha abierto paso a través de todo esto y han logrado beneficiarse de ellos mismos. Además, es destacable la idea que se nos expresa al decirnos que el caso de Celestina no es aislado, sino que esta ha aprendido de Claudina y ella a su vez de la abuela de Elicia. Por lo tanto, la conclusión que sacamos es que siempre ha existido una resistencia que demuestra que no son las mujeres las “débiles” ni las que deben estar a la sombra del hombre, sino que son las circunstancias que la historia han desarrollado. Como tal, podemos defender a este grupo de meretrices por ser el resultado de una época injusta y hostil con las mujeres, así como con aquellas personas de un nivel económico y social bajo.

Cuando hablamos de la jerarquía que existe entre Celestina, Elicia y Areúsa o aquella entre Calisto, Sempronio y Pármeno, se produce una sutil comparación entre el modo de ejercer el poder del patriarcado y del matriarcado; las diferencias evidentes que se producen y algunas circunstancias que reflejan la naturaleza de la circunstancia de cada género. Las distintas normas de comportamiento son resultado del papel que tienen en la sociedad, por lo que forma un condicionante y una justificación de los modos de actuar. Al final, siempre el patriarcado será, por el devenir de la historia que ha sucedido, la forma natural de jerarquización, la predeterminada, mientras que la dominada por la mujer representa la novedad, el esfuerzo y la supervivencia. Sin embargo, el matriarcado es un modo de denominar un tipo de disposición sociológica concreta, pero no podemos realmente hablar de este término, hasta que no tengamos claro que es el poder de este género quien domina y no quien contribuye a la dominación. En el mundo de Celestina, tenemos varios ejercicios de poder que ella maneja frente a los hombres, aunque irónicamente es gracias a ellos que toda su casa, allegadas y forma de vida, se mantienen en pie. Cuando se nos habla de que el mayor negocio de la “hechicera” es comerciar con virgos, lo percibimos como algo negativo para el propio círculo femenino, sin pararnos a pensar que es una mentira encubierta para aprovecharse de los hombres. En este caso tenemos dos opciones para que este comercio fuese fructífero, por un lado, tenemos las recicladas vírgenes que son vendidas a hombres como momento exclusivo para sí. Por otro lado, podemos entender esta oferta como un modo de ocultamiento y protección de jóvenes nobles que habían perdido en secreto esa alabada facultad primitiva. Aquí entra el sentido de la honra que circulaba en las mentes de todos en aquella época. El concepto de honor ha sido un peso que forzada e injustamente les fue impuesto a las féminas de todas las edades y clases sociales sobre sus hombros, haciéndolas culpables de cada gesto o decisión que tomaran, así como también indistintamente de todos los actos en los que ellas se vieran implicadas como agentes indirectos o como víctimas. El yugo del patriarcado se trasluce en una obligación de sumisión, así como una condena de culpabilidad sobre toda acción en las que se vieran envueltas, a menos que este fuese positivo, que era otorgado el reconocimiento al varón más próximo. Podría esto ser una lectura feminista relativa al aspecto concreto de las “remiendavirgos”, que toman parte en su propia defensa como mujeres. Desde una perspectiva muy primitiva, donde la sororidad en ninguna instancia era un concepto existente, ni siquiera planteado en el horizonte, vemos como a modo de salvavidas, hay un grupo de mujeres que utilizan esa evidente opresión para su propio beneficio. La abuela de Elicia, Claudina y Celestina, y más tarde entendemos que continuarán la propia Elicia y Areúsa, forman este grupo de féminas que, aunque hostiles en ciertos aspectos con el resto de la comunidad femenina, llevan a cabo una familia, un círculo protector y una jerarquía que las ha mantenido a salvo de otros muchos males que suceden en una sociedad políticamente correcta. Confirmamos todas estas hipótesis mediante la afirmación de la misma concepción que manifiesta Deyermond a través de la cita de Lacarra, que comenta: “La importancia de la transmisión casi hereditaria”, y tiene razón, pero no sólo esto: Rojas nos muestra lo que es efectivamente la sucesión matrilineal” (1990a: 82).

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