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La plaza de Armas


Enviado por   •  28 de Octubre de 2014  •  Informes  •  390 Palabras (2 Páginas)  •  194 Visitas

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La plaza de Armas, o de los Padres, como le llamaban los habitantes de la Villa de Magdalena, poco después del cruento ataque de los apaches en 1778 que dejó convertido en cementerio al pueblo, fue edificada por un ilustre español de nombre don Aristeo Otero y de Huerta.

Hombre de pundonor y coraje don Aristeo arribó a lo que quedó de esa bárbara incursión de los alzados tan implacables como vengativos, y doblando sus rodillas elevó una plegaria al cielo, solicitando al Padre Celestial le diera fuerzas, ideas y corazón para volver a refundar el pueblo, como ya lo había hecho el alférez Juan Bautista de Escalante en 1700 cuando llegó a la destrucción que quedó después de la insurrección pima–papaga que también dejara a la Misión de Santa María de Buquibaba totalmente devastada. El español contaba con algunos recursos monetarios, traía consigo desde Tuape una caballada, vacas, asnos y mucha semilla que fue trasladas en carretones.

El río era primoroso, con agua clara permanentemente, por lo que era sumamente atractivo a los ojos de cualquiera, establecerse en la vieja misión fundada por el padre Kino, hombre al que se le rendía una gran admiración.

Magdalena empezó a resucitar, la gente regresó ya más confiada en que no se volvería a repetir un nuevo ataque, puesto que don Aristeo Otero de la Huerta fue hasta el Tucson para comprar armas con qué favorecerse, lo que dio más confianza a las sufridas familias. Las tierras florecieron, el ganado se reprodujo y de esa forma el pueblo tuvo su auge.

Murió son Aristeo, y su heredero del mismo nombre siguió con tan sin igual entrega. Se dedicó en cuerpo y alma el joven Aristeo a realizar lo que su señor padre había dejado empezado, por ello los edificios de buena fábrica empezaron a rodear la plaza, y para mediados del siglo dieciocho la fama de Magdalena se extendió por todo Sonora.

Desde entonces se revivieron las festividades en honor de Francisco y, por la era de paz que atravesaba la región, muchísima gente vino a venerar al santo. Ya no más hubo otra intentona de parte de los indios, y la prosperidad fue notoria cada vez más, gracias a las medidas tomadas por don Aristeo Otero y su hijo, que tanto amaron a esta esta tierra, la cual mucho les debe a sus esfuerzos.

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