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La revolución del corazón

searenasr06Tarea12 de Abril de 2021

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La revolución del corazón


La revolución del corazón

Camila Arenas Rivera

Editorial anónimo


        

Título original: La revolución del corazón

©2017 por Camila Arenas Rivera

Editorial anónimo

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibido sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiles o préstamos públicos

Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo único para que todo aquel cree en él no muera, sino que tenga vida eterna.

Juan 3:16


PREFACIO

Regresé temprano a casa esa tarde. Ya había comprado lo que mi madre me había pedido, solo faltaba hacerme un bocadillo y me sentiría tranquila, después de todo.

Estaba feliz, deseosa de contarle a mi familia sobre mi nuevo logro en la clase de aritmética. Por fin podría ganar una beca  en efectivo y colaborarles a mis padres económicamente.

En cuanto llegué, no vi a mis padres en ninguna parte; algo muy extraño, ya que se suponía que mi madre me estaba esperando.

— ¡Ya llegué! —Esperé un segundo a que me respondiera, pero no oí nada—. ¡Mamá! ¿Dónde estás?

En ese momento la puerta se abrió, y Ben me miró con los ojos rojos de llorar. Al ver mi mueca de preocupación y confusión se apresuró a hablar:

— ¡Mamá no está! ¡Pero mantén la calma! Ahora se encuentra en el quirófano.

Ben puso sus llaves sobre la mesa del comedor. Se dirigió a la cocina y comenzó a buscar algo. Esperé a que me explicara la situación, pero no lo hizo.

— ¿No me vas a decir qué sucede?— Dije enojada — ¿Debería pensar que lo que le sucede a ella es bueno? ¿O malo? ¡Por favor, dime!

—Mamá está… —cerró un frasco de leche mientras se giraba hacia mí; seguidamente respiró hondo y se acercó—.  Esta mañana se tropezó en el umbral, mientras organizaba las plantas. Cayó sobre una rama que le lastimó la médula espinal, por eso tuvimos que llevarla al hospital.

Lo miré sin ver motivo alguno de preocupación. Seguramente se dio un golpe fuerte, pero ya estaría recuperándose. Asentí lentamente, mientras mi hermano ponía una expresión de horror.

— ¿Es grave? —obviamente había algo que no entendía.

—Sindy, si sufres un daño en tu médula espinal puedes quedar con una parte del cuerpo paralizada totalmente. Mamá quedó parapléjica. Nunca podrá caminar de nuevo.


1

Era relajante sentir como el calor del sol caía sobre mi cara. Quedaban pocos minutos para que terminara el tiempo de descanso, y la verdad es que me sentía muy cómoda disfrutando del día. Sentada en la hierba, con los ojos cerrados y un espléndido día a mi alrededor parecía como si el sufrimiento no existiera, como si todo fuera sencillo, como respirar. Como si los últimos cuatro años nunca hubieran pasado…

— ¡Oye! —Mady interrumpió el hilo de mis pensamientos—. ¡Despierta que es hora de regresar!

Me desperecé lentamente y mi mejor amiga me ayudó a poner en pie.

—Qué mal que sea haya finalizado mi momento de felicidad —dije con fingido sarcasmo.

—Claro, como si hubiera sido el mejor día de tu vida. Mejor dime si había tarea para la clase de química.

—Umm… —nos dirigimos a la entrada del bloque de química y biología mientras hablábamos—. Solo algo de enlaces químicos…unos cuantos ejercicios, supongo.

Mady puso un dedo sobre mis labios para callarme. Me hizo frenar y señaló la esquina del pasillo que acabábamos de cruzar.

—Sindy, Steve te mira de nuevo. Creo que le gustas en serio.

— ¿Qué? Obviamente no, seguro es tu mala visión. Ya te he dicho que debes ir al oftalmólogo.

Mady entrecerró los ojos y negó con la cabeza.

—Lo que pasa es que te cuesta aceptar que alguien guapo y adinerado se fije en ti. Esperemos a ver qué ocurre.

No respondí. Tenía asuntos más importantes de los cuales preocuparme que un simple chico cuyas facciones eran muy hermosas. Apenas entramos al salón de clase, me organicé en mi pupitre junto a Luis, mi compañero: saqué una hoja de papel y un lápiz y sumé las cuentas de los gastos en mi casa del último mes. El resultado fue mayor de lo que pensaba. Desde que en casa tuvimos que comprar los implementos para mantener bien la salud de mi madre nuestra economía empeoraba poco a poco. Apenas nos alcanzaba para las tres comidas del día y los cuidados de ella, pero para las facturas no teníamos el suficiente dinero.

— ¡Qué joda!

Luis me miró extrañado. Vi duda en sus ojos, debatiéndose por si debía o no preguntar. Al final dijo:

— ¿Tienes algún problema?

Me pareció que no era necesario contarle, como mis          

padres  muchas veces me dijeron que no era correcto andar quejándose de lo que sucede. Solo que en el colegio, además de Mady, nadie más conocía mi situación. Antes de comentarle el problema como tal, me aseguré de que si quería escucharme y que no regaría el tema:

— ¿Crees que puedes prestarme atención y no aburrirte?

—Por supuesto. —Inmediatamente entendió que esto era importante para mí—. Dime.

Le expliqué la situación que estábamos afrontando en mi casa, desde el accidente de mi madre hasta los días enteros que debíamos soportar sin comer. Le agradecí por su atención, ya que igual solo necesitaba desahogarme. Finalmente, Luis me abrazó, y para entonces el profesor Estefan ya iba en la mitad de la teoría del día.

—Eh… no te preocupes, no le diré a nadie —fue lo último que dijo mi compañero.

Le dediqué una media sonrisa y me propuse a realizar mi trabajo.

Regresé sola a casa. Tenía que pensar en qué iba a hacer para encontrar la solución  de mis problemas, y con Mady hablándome todo el rato era imposible.

Mi hogar era una pequeña vivienda de un piso. Teníamos lo esencial de un lugar apto para vivir: el baño, dos habitaciones, la cocina y la no muy amplia sala de estar. Y claro, el gran jardín que estaba delimitado por el umbral; aunque en ese momento no se encontraba en muy buenas condiciones.

Apenas giré en la esquina de mi cuadra, visualicé a alguien sentado en las escaleras que daban con la puerta principal de la casa. Cuando estuve más cerca, pude comprobar que era una persona de confianza, y que no debía preocuparme. Eddie levantó la vista en cuanto me sintió venir, y me lanzó una enorme sonrisa.

— ¡Hola hermosa! —Me saludó mientras yo le devolvía la sonrisa.

Se puso de pie y yo corrí hacia él, terminando envuelta en un gran abrazo por su parte.

— ¡Eddie! ¡Has regresado!

Me alzó de la cintura y comenzamos a dar vueltas, hasta que mi mejor amigo tropezó con un escalón y caímos al piso.

—Eso fue divertido —dijo en medio de risas.

— ¡Pero si casi haces que nos matemos, idiota! —le pequé una palmadita en la mano, y seguimos riendo como tontos. Finalmente, Eddie se levantó y me ayudó a seguir su acción.

— ¿Cómo estuvo el curso de salvavidas? ¿Dejaste que mucha gente se ahogara? —solté otra risita y él  también.

—No, la verdad no fue tan difícil. Cuando ya sabes lo básico de natación el resto es pan comido.

Asentí y saqué las llaves para entrar a mi hogar.        

—Te invito a un café y me cuentas todo lo que hiciste—le propuse—.

—Sí, y tú me cuentas qué sucedió por aquí mientras yo no estuve.

Abrí la puerta y me preparé para nuestro próximo diálogo.

2

—Así que has disfrutado mucho tu estadía en otro lugar—concluí. Corrí la silla del pequeño comedor, situado enseguida de la salita, y me senté junto a Eddie.

—Bueno, el hecho de que hubiera estado en lindas playas y bronceándome no quiere decir que lo pasé en grande. No es lo mismo.

Solté una risilla.

—No es lo mismo sin ti—dijo serio.

Dejé de ver su historia como algo divertido. Al decir eso no lo hizo con un sentido de amistad, sino que había algo más oculto. O eso me dio a entender. Opté por apresurarme a quitarle peso al asunto.

—Tienes razón, no es lo mismo sin ti. He estado demasiado aburrida estos días, sin tener  nadie a quien molestar. No sé cómo hay personas tan crueles, que le quitan la felicidad a los demás. —Dije en tono sarcástico, esperando a que sonriera y me siguiera el juego. Pero estaba mirando la mesa, concentrado en algo—. Eddie, ¿qué sucede?

...

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