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Las Drogas


Enviado por   •  16 de Junio de 2014  •  1.890 Palabras (8 Páginas)  •  235 Visitas

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México DF, julio 15 de 2013.

La visión prohibicionista de las drogas indica que éstas representan una gran amenaza para la vida de las personas, por lo que es necesario restringirlas desde el ámbito gubernamental. Sin embargo, el debate actual exige conocer la dimensión real de los daños, ya sea a la salud propia o a la de terceros, que provocan las sustancias psicoactivas.Este ensayo defiende la capacidad individual de elegir si relacionarse o no con las drogas, y sostiene que cada persona puede decidir.

Todos estamos de acuerdo en que el problema de las drogas es uno de los más urgentes que deben resolverse en nuestro país. No sólo representa la fuente principal de violencia en el territorio, sino que además está asociado con una serie de prácticas cotidianas que caracterizan nuestras estructuras de poder, como la corrupción política y el tráfico de influencias. La complejidad del problema rebasa el monopolio que cualquiera pretenda tener sobre su solución y más bien requiere el diálogo y la participación de expertos de distintas disciplinas. ¿Por qué entonces la única respuesta oficial por parte del gobierno federal ha sido la prohibición y la penalización de su posesión y su consumo?

En la literatura especializada, se conoce con el nombre de prohibicionismo a la postura en la que el Estado prohíbe y penaliza, ya sea total o parcialmente, cualquier forma de producción, distribución, posesión y consumo de drogas. Esta postura es un fenómeno relativamente reciente; se remonta a principios del siglo XX, específicamente a 1914, año en que se prohibieron en Estados Unidos la heroína, la cocaína y el opio.

Esta prohibición se extendió en 1920 al alcohol (que duró hasta 1933) y en 1937 a la marihuana. El prohibicionista, como lo llamaré, suele argumentar de diversas maneras contra las drogas. La forma más habitual en que lo hace es sostener que las drogas son un problema de salud pública debido a que generan conductas antisociales y dañan a los demás. Sin embargo, el prohibicionista argumenta también en términos del daño que los propios consumidores se ocasionan a sí mismos. Es esta clase de argumentos la que me interesa aquí, no la de los argumentos en términos de daños a terceros.

La pérdida de la autonomía

Es común escuchar que el consumo de drogas es moralmente reprobable debido a los múltiples daños que producen en los individuos que las toman. Así, suele decirse que el consumo intenso de drogas arruina el carácter del ser humano, deteriora la dignidad, agota el sentido de responsabilidad o disminuye la productividad, pero, sobre todo, suele argüirse que quien consume drogas se vuelve un esclavo de ellas, pierde su capacidad para tomar decisiones autónomas así como el control sobre sus propias acciones.

La potencia innata de la sustancia convierte inevitablemente al adulto en un adicto. Debido a su adicción, los consumidores deben ser considerados y tratados como enfermos. Esto justifica que se vea el tema de las drogas como un problema de salud pública en el cual tiene que intervenir el Estado.

El prohibicionista sostiene entonces que el Estado está legítimamente autorizado para prohibir y penalizar el uso de las drogas en aras de proteger la autonomía individual de los ciudadanos; es decir, tiene la autoridad para restringir la autonomía de quienes quieren consumir drogas con el fin de salvaguardar dicha autonomía. Como lo expresa el filósofo Douglas Husak, "los consumidores de drogas deben ser protegidos de sí mismos".

La intervención por parte del Estado para restringir la autonomía de los ciudadanos en aras de protegerla resulta una propuesta claramente paternalista. El paternalismo es la idea de que la interferencia por parte del Estado (o de un individuo) en la vida privada de un adulto, en contra de su voluntad, se justifica siempre que intenta cometer actos que representan un daño para sí mismo, y defiende que una persona sobre cuya vida privada se ha interferido está mejor que de no haberlo hecho.

Una persona que consume drogas realiza una acción que representa un daño a sí misma, puesto que consumir drogas produce adicción y una adicción es una enfermedad. Al ser una enfermedad, el consumidor no tiene control sobre su deseo de tomar drogas ni sobre el comportamiento resultante de su deseo. Por lo tanto, el Estado tiene razones suficientes para intervenir en la vida privada de ese individuo y coaccionarlo para que no consuma drogas.

La adicción y la autonomía

Hay varias observaciones preliminares que pueden hacerse en torno a este argumento. Para empezar, no es cierto que el consumo de una droga produzca necesariamente una adicción. Una prueba de ello se encuentra en la enorme cantidad de personas que consumen alcohol pero que no son alcohólicos. Además, no todas las drogas comparten el mismo nivel de toxicidad, adicción o inseguridad. La marihuana, por ejemplo, es dramáticamente mucho menos adictiva que drogas legales como el alcohol y el tabaco. Quienes sostienen que el consumo de drogas conduce necesariamente a la adicción olvidan que uso no es lo mismo que abuso y, por ello, que el consumo de drogas no es lo mismo que drogadicción.

Con respecto a que la adicción constituye una enfermedad, generalmente se aduce como evidencia a favor que las adicciones conllevan un deterioro físico o un malestar psicológico.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) enumera los síntomas por los que considera la adicción como una enfermedad: deseo compulsivo de consumir la sustancia, dificultad para interrumpir voluntariamente o moderar el consumo de la sustancia, tolerancia acusada, síndrome de abstinencia cuando se interrumpe el consumo, entre otros. No obstante, ¿constituyen estos "síntomas" realmente indicios de una enfermedad?

Para saberlo, necesitamos formarnos una noción

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