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Legunaje escrito montruo.


Enviado por   •  25 de Mayo de 2016  •  Síntesis  •  4.130 Palabras (17 Páginas)  •  160 Visitas

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Universidad Externado de Colombia

Comunicación social y periodismo

Lenguaje escrito1

Profesor: Sergio González

PRIMER PARCIAL

APLICACIÓN ESTRATEGIAS DE COMPRENSION DE LECTURA

TEXTO DE FERNANDO VALLLEJO

 EL MONSTRUO   BICEFALO.

1.-GLOSA las palabras desconocidas en el texto EL MONSTRUO BICEFALO fueron:

BICEFALO: Que tiene dos cabezas

IGNOMINADA: que no tiene nombre definido

CLOACA: Lugar muy sucio y que huele mal.

PROLIFERACION: incremento de la cantidad o el número de algo en forma rápida

LINDEROS: significa la línea que separa unas propiedades o heredades de otras

BUROCRATAS: conjunto de servidores públicos que hacen una administración ineficiente a causa del papeleo la rigidez y las formalidades superfluas

CAMARILLAS: Conjunto de personas que influyen subrepticiamente en los asuntos de estado o en las decisiones de alguna autoridad superior.

HIDRA: En la mitología Griega era un antiguo y despiadado monstruo acuático de aliento venenoso con forma de serpiente, policéfala (cuyo número de cabezas va  de 3, 5 o 9 hasta 100 e incluso 10.000. la Hidra poseía la virtud de regenerar 2 cabezas por cada una que pierda o que le era amputada.

TINTERILLO: procede del diminutivo de tintero, significa oficinista chupatintas, también se usa para nombrar abogados que no tienen una correcta hermenéutica jurídica o utilizan el derecho con argucias y mala fe.

GENOCIDIO: aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos.

ALFAGUARA: Sustantivo femenino, que tiene como significado sitio donde brota de forma abundante el agua de manera impetuosa y con brusquedad.

TORQUEMADA: se refiere a Tomas de Torquemada inquisidor general de Castilla nombrado en 1.483, era cruel y fanático.  

2.- ANALISIS: para el análisis se numeraron los 15 párrafos y subrayamos las palabras claves  

El monstruo  bicéfalo[1]

Fernando Vallejo

1. Que cada quien hable por sí mismo, en nombre propio, y diga lo que tenga que decir que el hombre nace solo y se muere solo y para eso estamos en Colombia donde por lo menos, en medio de este desastre, somos libres de irnos y volver cuando queramos, y de decir y escribir y opinar lo que queramos, así después nos maten. ¡Y qué importa! Una libertad de semejante magnitud no tiene precio. En uso de esa libertad espléndida que me confiere Colombia, que a nadie calla, me dirijo a ustedes esta noche aprovechando que todavía estoy vivo. ¡Y que se callen los muertos! Con eso de que cualquier vida humana aquí no vale más que unos cuantos pesos, los que cuesta un sicario... ¡Y adivinen quién lo contrató! Esa es la ventaja de vivir en Colombia, de morir en Colombia, que uno se va tranquilo sin saber de dónde vino la bala, si de la derecha o de la izquierda, y así, ignorante el difuntico del causante de su muerte, sin resentimientos ni rencores, se queda por los siglos de los siglos en la infinita eternidad de Dios.

2. Pero una cosa por lo menos para mí sí está muy clara, pese a lo turbias que parecen que están aquí las aguas: que hoy por hoy el signo de Colombia es la impunidad, que se le viene a sumar al de la infamia. ¿Cuál infamia? La de siempre, la ignominada, la que todos padecemos pero que nadie señala como si nadie la viera porque fuera invisible, y la que nadie nombra como si no tuviera nombre. Y sin embargo sí lo tiene y sí se ve. Es cuestión de querer nombrarla y verla. Es de ella de la que voy a hablar aquí, y para empezar les diré que tiene la duración de nuestra historia, la historia de Colombia. Ya va para doscientos años que nació esto, un día en que se quebró un florero. ¿Lo quebraron los criollos? ¿Lo quebraron los peninsulares? Unos y otros lo quebraron puesto que eran unos mismos: tinterillos de corazón en busca de puesto. Acto seguido les declaramos la guerra de independencia y se la ganamos. ¿Pero independencia de qué? ¿De quién? ¿Por qué? ¿De España? España era eso: los tinterillos, las estampillas, el papel sellado. Pues los tinterillos con sus estampillas y su papel sellado han pesado desde entonces sobre nosotros y se han parrandeado nuestro destino. Nosotros lo hemos permitido, nosotros les hemos dejado hacer, la culpa es nuestra.

3. ¡Cuánta tinta no ha corrido por este país en esos doscientos años en constituciones y plebiscitos, en ordenanzas y decretos y leyes! Casi tanta como sangre. ¿Y para qué? ¿Para estar en donde estamos? Me salto las guerras civiles para llegar de carrera al presente. Me salto las muchas del siglo pasado y la de comienzos de éste, pero no la de mediados de éste porque de esa a mí me tocó saber de niño, la guerra no declarada en el campo entre conservadores y liberales, la del machete; un machete de doble filo, por un lado conservador y por el otro liberal, pero solo y único, cortador de cabezas. ¿Y cuándo va a llegar la hora en que las palabras «conservador» y «liberal» se entiendan aquí como lo que son, los nombres de la infamia? ¿Habrá que esperar a los historiadores del año tres mil para que la etiqueta de la infamia se la pongan ellos a quienes se la ganaron? ¿O seremos capaces de ponérsela de una vez nosotros? Y para que no digan que soy un calumniador y que les estoy poniendo a quienes no debo los calificativos que no debo, y que en un congreso de escritores, y justamente el primero que se celebra en Colombia, estoy usando mal las palabras, les voy a recordar unos nombres: El Dovio, Fresno, Irra, Salento, Armero, La Línea, Letras, Icononzo, Supía, Anserma, Cajamarca, El Águila, Falan. El genocidio de El Dovio, el genocidio de Fresno, el genocidio de Irra, el genocidio de Salento, el genocidio de Armero, el genocidio de La Línea, el genocidio de Letras, el genocidio de Icononzo, el genocidio de Supía, el genocidio de Anserma, el genocidio de Cajamarca, el genocidio de El Águila, el genocidio de Falan, ¿qué? ¿Nunca ocurrieron? Centenares de campesinos decapitados, extendidos en fila por el suelo con las cabezas asignadas por manos caritativas a los cuerpos a la buena de Dios. ¡Qué! ¿Colombia ya los olvidó? ¿Es que con tanto muerto le entró el mal de la desmemoria y se le borró la historia? A mí no. Pues esos genocidios se cometieron en nombre de los principios irrenunciables del gran partido conservador o de los principios irrenunciables del gran partido liberal, según fuera la filiación de los asesinos y del pueblo de los muertos. Poquito después los dos partidos se pusieron de acuerdo, crearon el Frente Nacional y se repartieron los puestos. ¿Y los muertos qué? ¿Y los principios qué? ¿No dizque eran irrenunciables? Si eso no es infamia, entonces yo no sé qué quieren decir aquí las palabras.

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