Libreto entrelazando cien años de soledad y otros libros

Sala de espera

-Narrador: estaban en una sala de espera, en un hospital psiquiátrico en Uruguay. Cada uno tenía su propia historia, la cual los llevaba ahí, todo basado en la historia de sus vidas, en lo que eran y en lo que querían ser.

(Sala de espera en el hospital, está Rebecca sola y entra Aureliano)

-Rebecca: Hola, perdón molestarlo señor, pero usted se me hace muy familiar. ¿Nos conocemos de algún lado?

-Aureliano: no lo creo señora, además yo no soy de por acá, vengo de muy lejos.

-Rebecca: Yo tampoco soy de Montevideo, de hecho soy de un pueblo muy lejano, perdido en el caribe colombiano, llamado Macondo. No creo que usted lo reconozca

-.Aureliano: ¡Yo también soy de Macondo! Qué increíble coincidencia. Tal vez nos hemos podido llegar a conocer antes, claro que después de la guerra he cambiado mucho, eso dice Remedios, mi mujer.

-Rebeca: ¡Aureliano!

-Aureliano: ¿Cómo has podido saber mi nombre?

-Rebeca: Aureliano, no me reconoces? Soy Rebecca!  ¡Dios mío, seguro yo también he cambiado bastante, cuanto tiempo sin verte!

-Aureliano: ¡Rebecca! Yo si sabia que esa carita se me hacia conocida. Que milagro de verte. Tienes razón, hace mucho tiempo que no nos vemos, pero como tu ya vives sola con José Arcadio… Por cierto,  ¿cómo está el, cómo esta tú?

-Rebecca:  Nosotros estamos bien, seguimos viviendo en la casa frente al cementerio,  seguimos felices, a pesar de lo que pasó con mamá. ¿Y tú? Cómo están Remedios y el bebé? La última vez que escuche, ella estaba embarazada.

-Aureliano:  Bien, estamos espléndidamente. Remedios tuvo gemelos! Y a pesar de nuestra diferencia de edad tan monstruosa, vivimos felices.

(Entra Ana a la sala de espera)

-Rebeca: Hola, y tu ¿óomo te llamas?

-Ana: Yo me llamo Ana. ¿Tú?

-Rebeca: Yo me llamo Rebeca y el se llama Aureliano.

-Aureliano: Hola, gusto en conocerte. Eres de por aquí?

-Ana: No, pero de por aquí serquita, soy chilena, ¿y ustedes?

-Rebecca: Nosotros somos colombianos, de un pueblito llamado Macondo.

-Ana: ¿Entonces, ustedes dos se conocen?

-Rebecca:  ¡Si! De hecho somos hermanos, bueno, hermanos adoptivos en realidad. Yo llegué a la casa de los Buendía cuando era muy pequeña. Mis padres biológicos habían muerto recientemente y yo, huérfana, llegue allá para no quedarme sola. Cuando chiquita yo era medio rara, dure unos días callada y solo hablaba en dialecto indígena. Después cuando decidí hablar en español, la felicidad no duró mucho porque al parecer traje una peste del insomnio al pueblo, una que casi no curan. Pero un gitano curó a todo el  pueblo y ahí si pude ser feliz y a pesar de todo los Buendía me aceptaron como una hija más y yo ya formaba parte de esa familia.

-Ana: ¿Y nunca te fuiste de ahí?

-Rebecca: Aunque yo era muy feliz en esa casa, cuando llegué a mi adolescencia me pelee  a muerte con mi hermana, Amaranta, por un italiano llamado Pietro Crespi. Finalmente el me eligió a mí, estábamos apunto de casarnos cuando volvió mi hermano,  José Arcadio, bueno…. Me enamore perdidamente de él. Nos importaba, realmente no éramos hermanos, pero a mi madre si, entonces nos sacó de la casa, diciendo que ya no éramos sus hijos. Ahora vivimos felizmente casados en una casita, sin importar lo que pasó con mi mama.

...