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Los 13 Signos Del Teatro

MIRLI9 de Octubre de 2013

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I. LA PALABRA

La palabra está presente en la mayoría de las manifestaciones teatrales, salvo la pantomima y el ballet. Su papel varía según los géneros dramáticos, las modas literarias o teatrales y los estilos de la puesta en escena. Se consideran los signos de la palabra en su acepción lingüística, se trata entonces de las palabras pronunciadas por los actores en el curso de la representación. El análisis semiológico de la palabra puede situarse en diferentes planos:

a. El plano semántico: lo que la palabra quiere decir en sí, sin ser pronunciada. Lo que significa, en su contenido, su concepto, su definición. Concierne tanto a las palabras como a las frases y las unidades más complejas. Con relación al signo lingüístico, sería lo que hemos llamado “significado”.

b. El plano fonológico: prosódico, se refiere a la palabra pronunciada, a su origen físico. Correspondería al significante del signo lingüístico, es decir, al material sonoro. En todo enunciado no solo es importante lo que se dice, sino también el cómo se dice. El emisor comunica un mensaje siempre con una intención; cada palabra se tiñe de esa intención al pronunciarla. Las palabras en la obra teatral, ya no significan únicamente lo que decían en el texto escrito, sino que el ser pronunciadas por el actor, significarán más.

c. En el plano sintáctico: la sintaxis analiza las relaciones de los signos entre sí. En una oración, por ejemplo, cada palabra se relaciona son las otras. La sintaxis de la oración consiste en esa relación. Todo mensaje está compuesto de signos y estos signos están relacionados unos con otros. A estas relaciones se les llama, relaciones sintácticas. En resumen, el plano sintáctico se refiere al lugar que una palabra ocupa en la frase; ya que de acuerdo con ese lugar, la palabra resaltará menos o más, según la intención de quien haya escrito el texto. Por ejemplo, las alteraciones rítmicas o métricas, pueden significar cambios de sentimientos o de humor.

II. EL TONO

La palabra no solo es signo lingüístico, la forma en que se pronuncia le otorga un valor semiológico suplementario.

La dicción del autor puede hacer que una palabra aparentemente neutra o indiferente, produzca los efectos más variados y más inesperados, permitiéndole al oyente, identificar el contexto semántico en que se sitúa. Lo que aquí llamamos tono (cuyo instrumento es la voz del actor), como la entonación, el ritmo, la velocidad, la intensidad, valiéndose de la altura de los sonidos y el timbre, y a través de toda suerte de modulaciones, crea los más variados signos.

El acento: hay que colocar asimismo, dentro de este sistema de signos, lo que llamamos el acento, aunque el tono y la palabra propiamente dicha (en el plano fonológico y sintáctico) compartan signos del acento. Por el acento podemos distinguir el rango social y la localidad geográfica de un personaje: acento campesino, aristocrático, provinciano, extranjero, entro otros.

Cada signo lingüístico entonces, posee una forma normalizada (la palabra tal cual) y también variaciones (el tono) que constituyen el terreno de libertad que cada individuo hablante, y sobre todo actor, explota de una manera más o menos original. Estas variaciones pueden tener un valor puramente estético, y pueden también constituir signos.

III. LA MÍMICA DEL ROSTRO

Pasemos ahora a la expresión corporal del actor, a los signos espaciales-corporales creados por las técnicas del cuerpo humano, signos que podríamos llamar kinésicos, kinestésicos o cinéticos.

Empecemos por la mímica del rostro, porque es el sistema de signos kinésicos más relacionados con la expresión verbal. Hay gran cantidad de signos mímicos impuestos por la articulación; en ese plano es difícil precisar el límite entre la mímica espontánea y la mímica voluntaria, entre los signos naturales y los artificiales. Por ejemplo, en la ejecución de una ópera, en la cual la mímica del rostro, muy desarrollada, es casi enteramente una función de la emisión de la voz y de la articulación. Por el contrario, los signos mímicos en función del texto pronunciado por el actor, es decir, la palabra en plano semántico, en la mayoría de los casos son signos artificiales. Al acompañar la palabra, la tornan más expresiva, más significativa; pero también puede suceder que atenúen los signos de la palabra o los contradigan.

Los signos musculares del rostro tienen un valor expresivo tan grande, que a veces reemplazan con éxito la palabra. También hay toda clase de signos mímicos ligados a las formas de comunicación no lingüística, a las emociones (sorpresa, cólera, miedo, placer), a las sensaciones corporales agradables o desagradables, a las sensaciones musculares (por ejemplo el esfuerzo), etcétera.

IV. EL GESTO

Después de la palabra (y su forma escrita), el gesto constituye el medio más rico y flexible de expresar los pensamientos, es decir, el sistema de signos más desarrollado. Al diferenciar el gesto de los demás sistemas kinésicos, lo consideramos como movimientos o actitud de la mano, del brazo, de la pierna, de la cabeza, del cuerpo entero para crear o comunicar signos. Los signos del gesto comprender varias categorías:

a. Están los que acompañan la palabra o la sustituyen.

b. Los que reemplazan en elemento del decorado (movimiento del brazo para abrir una puerta imaginaria).

c. Un elemento de vestuario (sombrero imaginario).

d. Un accesorio o accesorios (representaciones del pescador sin caña de pescar, sin lombriz, sin pescado, sin cubo).

e. Gestos que significan una emoción, un sentimiento, etcétera.

V. EL MOVIMIENTO ESCÉNICO DEL ACTOR

El tercer sistema de signos kinésicos comprende los desplazamientos del actor y sus posiciones dentro del espacio escénico, se trata sobretodo de:

• Los sucesivos lugares ocupados con relación a los demás actores, los accesorios, los elementos del decorado, los espectadores;

• Diferentes formas de desplazarse (paso lento, precipitado, vacilante, majestuoso, desplazamiento a pié, en carro, en camilla);

• Entradas y salidas;

• Movimientos colectivos (coros, masas).

Estas categorías principales del movimiento escénico del actor consideradas desde el punto de vista semiológico, pueden proporcionarnos los signos más diversos. Por ejemplo:

a. Un personaje sale de un restaurante (signo de sus relaciones con el restaurante: es el dueño o un mesero, es cliente o ha entrado para ver a alguien).

b. Al ver otro personaje en medio del escenario, se detiene bruscamente (deseo de no entrar en comunicación con ese personaje).

c. Aparece una tercera persona y los dos interlocutores se separan precipitadamente (signo de su complicidad).

d. El andar titubeante, es signo de embriaguez o de extrema fatiga.

e. Dar pasos hacia atrás, puede ser signo de reverencia exigida por el protocolo, de timidez, de desconfianza en la persona de quien se aleja o de sorpresa (el valor real de ese signo depende del contexto semiológico).

f. La entrada el actor (lo mismo que su salida), desde el patio o desde el jardín, por la puerta o por la ventana, son otros tantos signos utilizados por el autor dramático o el director.

g. Por último, los movimientos de grupos y de multitudes pueden crear signos específicos, diferentes que la suma de signos suministrados por los movimientos individuales. Por ejemplo: la marcha lenta y apática se convierte en signo de una fuerza amenazante cuando la cumplen varias decenas de comparsas, ya sea en un grupo o provenientes de distintas direcciones (el mismo signo, multiplicado por cierto número de casos individuales, cambia de significado, adquiere un nuevo valor).

VI. EL MAQUILLAJE

El maquillaje teatral tiene por objeto hacer resaltar el valor del rostro del actor que aparece en escena bajo ciertas condiciones de luz. Junto con mímica, gracias a los movimientos de los músculos de la cara, crea sobre todo signos móviles, el maquillaje forma signos de carácter más duradero.

El maquillaje puede crear signos relativos a la raza, edad, estado de salud, temperamento. Generalmente se fundan en signos naturales (color de la piel, línea de los labios y cejas, etcétera). Por medio del maquillaje se llega a comprender un conjunto de signos que constituyen un personaje tipo, como un borracho, una vampiriza, una hechicera. Los signos del maquillaje (casi siempre combinados con los del peinado y el traje) también permiten representar una personalidad histórica o contemporánea. Como sistema de signos, el maquillaje está es interdependencia directa con la mímica del rostro.

Los signos de los dos sistemas se refuerzan mutuamente, o sea que se complementan, pero puede ocurrir que el maquillaje trabe la expresión mímica del actor. Los hombres del oficio conocen bien el maquillaje “máscara” que inmoviliza parcialmente el rostro; la técnica del maquillaje ha recurrido igualmente a las máscaras de goma. Esto lleva a señalar el papel de la máscara propiamente dicha dentro de la semiología del espectáculo: la máscara pertenece al sistema de signos del maquillaje, aunque desde el punto de vista material puede formar parte del vestuario y desde el punto de vista funcional, de la mímica.

VII. EL PEINADO

Como producto artesanal, a menudo se clasifica el peinado teatral dentro del cuadro del maquillaje. Como fenómeno artístico,

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