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Obra El Mandion


Enviado por   •  27 de Mayo de 2015  •  458 Palabras (2 Páginas)  •  144 Visitas

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Hace un par de días recibí una cómica carta de mi hermano recién casado. Su retahíla de peripecias y aventuras concluía con una frase magistral que merecería un puesto entre las inmortales máximas de la sabiduría grecorromana: “En mi casa mando yo… cuando no está María”. María es su mujer, y viven solos en su apartamento a las afueras de la capital.

El episodio tiene su gracia (¡Nicolás, mi hermano mayor, “obedeciendo” como manso cordero a una niña de 24 años!), pero sobre todo, tiene miga. No quisiera ahora defender la primacía de la mujer en la familia, o reivindicar sus derechos y deberes. Me propongo partir de esta experiencia universal –cuánto mandamos las mujeres– y sacar algunas consecuencias y aplicaciones prácticas.

Nadie puede negarlo. ¿Quién no ha sentido en carne propia la autoridad suave pero incontestable de una madre, una hermana mayor, o una esposa, por no traer a escena la indefinible figura de la suegra…? Muchas casas amenazan con resquebrajarse cuando el padre estalla de ira. Pero, si es la mujer… entonces el peligro es de muerte. No se necesita echar mano de ninguna estadística para reconocer que, cuando una hija de Eva se propone algo, es imparable. Y ahí tenemos la historia, y nuestra pequeña historia personal, para atestiguarlo.

Me permito compartir un par de experiencias: Todavía recuerdo con pasmo el día en que mi padre se disfrazó nada menos que de demonio, porque mi madre, que cumplía 50 años, quería una fiesta original. Milagro sorprendente. Si hubiéramos metido el perfil de este profesional serio y cabal en un procesador de datos, la posibilidad de que un día se pintara la cara de rojo como un diablillo hubiera dado error: operación imposible. Pero mi madre sabe cómo romper los límites de lo posible y de lo lógico.

Recuerdo también cuando mi padre llegaba agotado y malhumorado de trabajar. Cualquier ruido inoportuno podía hacerle perder la paciencia, pero yo, su niña, podía permitirme el lujo de sentarme tranquilamente en sus rodillas, y hacerle sonreír de nuevo como una criatura. En un ratito funcionaba como la seda… ¿Alguien duda del poder de las mujeres?

Mi clave, la clave de todas, es precisamente ésta: ser mujer. Muy mujer. A María le iría muy mal si tratara de igualarse a Nico por la fuerza, imponiéndose o reclamando sus derechos. Esto es lo que hicieron algunas feministas, y ahí está la tasa de divorcios y fracasos personales para poner de manifiesto lo obsoleto de sus esquemas y complejos. Las cosas son mucho más sencillas de lo que parecen. Nadie duda que hombre y mujer son idénticos en dignidad y capacidad, pero eso no significa que hagamos las cosas de igual manera. Lo que digo tiene mucho de sabiduría popular, pero también un sólido fundamento científico.

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