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POEMA Y CUENTO DE LA INFANCIA

xmatkuil3 de Febrero de 2014

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del libro ELEJÍAS LAMENTABLES, de Juan Ramón Jiménez.

¡Infancia! ¡Campo verde, campanario, palmera,

Mirador de colores: sol, vaga mariposa

Que colgabas a la tarde de primavera,

En el cenit azul, una caricia rosa!

5- ¡Jardín cerrado, en donde un pájaro cantaba,

Por el verdor teñido de melodiosos oros;

Brisa suave y fresca, en la que me llegaba

La música lejana de la plaza de toros!

…Antes de la amargura sin nombre del fracaso

10-Que engalanó de luto mi corazón doliente,

Ruiseñor niño, amé, en la tarde de raso,

El silencio de todos o la voz de la fuente.

Baños de mar (de Clarice Lispector).

Mi padre creía que todos los años había que hacer una cura de baños de mar. Y nunca fui tan feliz como en aquellas temporadas de baños en Olinda, Recife.

Mi padre creía que el baño de mar saludable era el que se hacía antes de que saliera el sol. ¿Cómo explicar eso que yo consideraba regalo inaudito, salir de casa a la madrugada y tomar el tranvía vacío que nos llevaría a Olinda cuando todavía estaba oscuro?

A la noche me iba a dormir, pero mi corazón se mantenía despierto, expectante. Y de puro alborozo, me despertaba a las cuatro y pico de la madrugada y despertaba al resto de la familia. Nos vestíamos de prisa y salíamos en ayunas, porque mi padre creía que así debía ser: en ayunas.

Salíamos a la calle toda oscura, y recibíamos la brisa de la madrugada.Y esperábamos el tranvía. Hasta que de allá lejos oíamos el barullo que se aproximaba. Y me sentaba en la punta del asiento: y comenzaba mi felicidad. Atravesar la ciudad oscura me provocaba algo que jamás tuve nuevamente. En el propio tranvía el tiempo empezaba a clarear, y una luz trémula de sol escondido nos bañaba y bañaba el mundo.

Y miraba todo: las pocas personas en la calle, el paso por el campo con los animales de pie: “¡Miren un chancho de verdad!” grité una vez, y la frase de deslumbramiento quedó como una de las bromas de mi familia, que de vez en cuando me decían riendo: “¡Miren un chancho de verdad!”.

Pasábamos por caballos bellos que esperaban de pie el amanecer.

Yo no se de la infancia ajena. Pero ese viaje diario me convertía en una criatura que era plena alegría. Y me sirvió como promesa de felicidad para el futuro. Mi capacidad de ser feliz se revelaba. Yo me aferraba, dentro de mi infancia infeliz, a esa isla encantada que era el viaje diario.

En el propio tranvía empezaba a amanecer. Mi corazón latía fuerte al aproximarnos a Olinda. Finalmente saltábamos afuera y nos íbamos caminando a las casillas pisando terreno de arena mezclada con plantas. Nos cambiábamos de ropa en las casillas. Y nunca un cuerpo se expandió como el mío cuando salía de la casilla y sabía lo que me esperaba.

El mar de Olinda era muy peligroso. Se daban algunos pasos sobre un fondo plano, y de repente se caía en una profundidad de dos metros, calculo

Otras personas también creían en eso de tomar baño de mar cuando el sol nacía. Había unos guardavidas que, por una nadería de dinero, conducía a las señoras al baño: abría los brazos, y las señoras, en cada uno de sus brazos, se agarraban a él para luchar contra las olas fuertísimas del mar.

El olor del mar me invadía y me embriagaba. Las algas flotaban. Oh, bien sé que no estoy transmitiendo lo que significaban como vida pura esos baños en ayunas, con el sol levantándose pálido todavía en el horizonte. Bien sé que estoy tan emocionada que no logro escribir. El mar de Olinda era muy iodado y salado. Y yo hacía lo que haría siempre en el futuro: formando un cuenco con las manos, las sumergía en las aguas, y llevaba un poco de

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