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Poemas De Nicaror Parra


Enviado por   •  7 de Octubre de 2012  •  1.550 Palabras (7 Páginas)  •  485 Visitas

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Nicanor Parra

Me retracto de todo lo dicho

Antes de despedirme

Tengo derecho a un último deseo:

Generoso lector

quema este libro

No representa 1o que quise decir

A pesar de que fue escrito con sangre

No representa lo que quise decir.

Mi situación no puede ser más triste

Fui derrotado por mi propia sombra:

Las palabras se vengaron de mí.

Perdóname lector

Amistoso lector

Que no me pueda despedir de ti

Con un abrazo fiel:

Me despido de ti

con una triste sonrisa forzada.

Puede que yo no sea más que eso

pero oye mi última palabra:

Me retracto de todo lo dicho.

Con la mayor amargura del mundo

Me retracto de todo lo que he dicho.

El hombre imaginario

El hombre imaginario

vive en una mansión imaginaria

rodeada de árboles imaginarios

a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios

penden antiguos cuadros imaginarios

irreparables grietas imaginarias

que representan hechos imaginarios

ocurridos en mundos imaginarios

en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes imaginarias

sube las escaleras imaginarias

y se asoma al balcón imaginario

a mirar el paisaje imaginario

que consiste en un valle imaginario

circundado de cerros imaginarios.

Sombras imaginarias

vienen por el camino imaginario

entonando canciones imaginarias

a la muerte del sol imaginario.

Y en las noches de luna imaginaria

sueña con la mujer imaginaria

que le brindó su amor imaginario

vuelve a sentir ese mismo dolor

ese mismo placer imaginario

y vuelve a palpitar

el corazón del hombre imaginario.

Es Olvido

Juro que no recuerdo ni su nombre,

mas moriré llamándola María,

no por simple capricho de poeta:

por su aspecto de plaza de provincia.

¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,

ella una joven pálida y sombría.

Al volver una tarde del Liceo

supe de la su muerte inmerecida,

nueva que me causó tal desengaño

que derramé una lágrima al oírla.

Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!,

y eso que soy persona de energía.

Si he de conceder crédito a lo dicho

por la gente que trajo la noticia

debo creer, sin vacilar un punto,

que murió con mi nombre en las pupilas,

hecho que me sorprende, porque nunca

fue para mí otra cosa que una amiga.

Nunca tuve con ella más que simples

relaciones de estricta cortesía,

nada más que palabras y palabras

y una que otra mención de golondrinas.

La conocí en mi pueblo (de mi pueblo

sólo queda un puñado de cenizas),

pero jamás vi en ella otro destino

que el de una joven triste y pensativa.

Tanto fue así que hasta llegué a tratarla

con el celeste nombre de María,

circunstancia que prueba claramente

la exactitud central de mi doctrina.

Puede ser que una vez la haya besado,

¡quién es el que no besa a sus amigas!,

pero tened presente que lo hice

sin darme cuenta bien de lo que hacía.

No negaré, eso sí, que me gustaba

su inmaterial y vaga compañía

que era como el espíritu sereno

que a las flores domésticas anima.

Yo no puedo ocultar de ningún modo

la importancia que tuvo su sonrisa

ni desvirtuar el favorable influjo

que hasta en las mismas piedras ejercía.

Agreguemos, aún, que de la noche

fueron sus ojos fuente fidedigna.

Mas, a pesar de todo, es necesario

que comprendan

...

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