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Poemas: Madre

HorteEmilyInforme25 de Abril de 2015

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Madre

María Dolores Ouro Agromartín

Madre,

¿quién conoce su valor

hasta que se pierde?

Madre,

Preciosas letras que,

Percibiendo el cariño y ternura,

Balbucea el bebé.

Madre,

Tú siempre ahí,

Tus desvelos,

Tus angustias,

Tus noches de insomnio

Parecieran cobrar el precio

De los días de ensueño,

Pero tu amor sin límites

No pone tiempo al sufrimiento.

Madre,

Siempre dispuesta,

Siempre amante,

Un apoyo constante,

Cerca y lejos,

Siempre al alcance.

Madre,

Un año más ha pasado

Y en tu rostro se dibujan

Los primeros surcos de la edad,

Pero esos te hacen aún más bella,

Pues el tiempo no pasa

En tu entereza,

En tu corazón siempre amante

Y en tu capacidad de entrega.

Gracias madre, por estar a mi lado,

Gracias madre, por darme todo en tu persona,

Gracias madre, por tu amor constante,

Gracias madre, por tu presencia invariable,

Gracias madre, siempre amiga, siempre amante.

A mi Madre

Manuel Gutierrez Nájera

(otra vez gracias Fer)

¡Madre, madre, si supieras

Cuántas sombras de tristeza

Tengo aquí!

Si me oyeras, y si vieras

Esta lucha que ya empieza

Para mí!

Tú me has dicho que al que llora

Dios más ama; que es sublime

Consolar:

Ven entonces, madre y ora;

Si la fe siempre redime,

Ven a orar!

De tus hijos el que menos

Tu cariño merecía

Soy quizás;

Pero al ver cual sufro y peno

Has de amarme, madre mía

Mucho más.

¡Te amo tanto! Con tus manos

Quiero á veces estas sienes

Apretar!

Ya no quiero sueños vanos:

Ven ¡oh, madre! que si vienes

Vuelvo a amar!

Sólo, madre, tu cariño.

Nunca, nunca, se ha apagado

Para mí!

Yo te amaba desde niño;

Hoy la vida he conservado

Para tí!

Muchas veces, cuando alguna

Pena oculta me devora

Sin piedad,

Yo me acuerdo de la cuna

Que meciste en la aurora

De mi edad.

Cuando vuelvo silencioso

Inclinado bajo el peso

De mi cruz,

Tú me ves, me das un beso

Y en mi pecho tenebroso

Brota luz!

Ya no quiero los honores;

Quiero sólo estar en calma

Donde estás;

Sólo busco tus amores;

Quiero darte toda mi alma

Mucho más!

Todo, todo, me ha dejado;

En mi pecho la amargura

Descansó;

Mis ensueños me han burlado,

Tu amor sólo, por ventura

Nunca huyó!

Tal vez, madre, delirante,

Sin saber ni lo que hacía

Te ofendí.

¿Por qué, madre, en ese instante,

¿Por qué entonces, vida mía.

No morí?

Muchas penas te he causado.

Madre santa, con mi loca

Juventud.

De rodillas á tu lado

Hoy mi labio sólo invoca

La virtud.

Yo he de ser el que sostenga

Cariñoso tu cansada

Ancianidad.

Yo he de ser quien siempre venga

A beber en tu mirada

Claridad.

Si me muero — ya presiento

Que este mundo no muy tarde

Dejaré,

En la lucha dame aliento,

Y á mi espíritu cobarde

Dale fe.

Nada tengo yo que darte;

Hasta el pecho se me salta

De pasión:

Sólo, madre, para amarte

Ya me falta, ya me falta

Nadie como ella

de mañana, tarde y noche,

siempre a mi lado te veo,

velando sobre mi vida sin

descansar un momento.

¿Cómo haré para pagarte,

a tí, que nunca has pedido

más recompensa que un beso?

¿Cómo haré para pagarte,

Madre, si yo nada tengo ,

y lo que tengo no es mío

pues todo a tí te lo debo?

Pídeme lo que quieras

que siempre pedirás menos

de lo que tú te mereces

y de lo que te debo.

Infancia:

El delantal atado a tus caderas,

tus manos espumosas de jabón

jabonando mi pecho de manera

que lavabas el propio corazón.

Corazón de muchacho pendenciero

que odiaba a cura y sacristán, y quiso

hacer de ellos aves de mal agüero

sin maternal permiso,

ganado seis azotes en el cuero.

¡Madrecita linda!…

¡Si te quiero mucho!…

¡No me pegues más!…

¡Muchachito lindo!…

¡Yo también te quiero!…

¡Déjame pegar!…

Y el diálogo a voces:

una de amenaza, otra de rogar,

terminaba siempre con beso y promesa

de eterna humildad.

¡Aroma de maíz recién molido!…

el humo de las viandas… ¡Mesa puesta!…

Mi madre tiene corazón de nido

y en él dormí, para soñar, la siesta.

Los pájaros, el agua, la lejía,

la ropa a componer, todo tenía

en su rutina gris una alegría…

Con el oro del sol que se ponía

troquelamos monedas deslumbrantes,

y en platino de luna que caía

montamos los diamantes

de tus mejores besos, madre mía,

dulce como la miel de los panales

y buena como el pan de cada día.

Tus manos eran hadas, nos vestían.

Tu plegaria era luz: nos alumbraba.

Y música tus besos: nos dormían

al calor del amor con que besaban.

Madre, cuanto tú no estés…

Alí Al Haded

Regaré con mis lágrimas ¡oh madre! el jardín

de la casa y del patio los malvones;

será cuando palpiten tu ausencia los geranios

y lloren las gardenias

y emitan su delicado aroma

las hortensias y el Jazmín

Flor y tallo se acuclillarán sobre la gramilla

en un pésame de marzo

y llorarán las margaritas en abril

y florecerá el lirio junto con el nardo

y tú ¡madre!… ¡tú estarás allí!

Regaré con mis lágrimas ¡oh madre! el jardín

de la casa y del patio los malvones;

será cuando palpiten tu ausencia los geranios

y lloren las gardenias

y emitan su delicado aroma

las hortensias y el Jazmín

La rosa acostumbrada a tus caricias

y al poema de tus manos

no se enamorará jamás de otros dedos

y en una eterna despedida

vistiendo un tul de terciopelo

exudará su néctar más amargo

dejando en él aprisionado tu recuerdo

Y renovará sus pétalos cada primavera

¡oh madre!

y multiplicará sus espinas

(porque el dolor es parte de la vida)

y será la reina de las flores

¡la más bella del jardín!

y lo hará por ti ¡oh madre!

y lo hará por ti

Y el vocero del rocío

en una madrugada ya anunciada

proclamará que tú te has ido

pero el jardín lo negará

¡porque tú serás la rosa!

Regaré con mis lágrimas ¡oh madre! el jardín

de la casa y del patio los malvones;

será cuando palpiten tu ausencia los geranios

y lloren las gardenias

y emitan su delicado aroma

las hortensias y el Jazmín

Las manos de mi madre

Alfredo Espino

Manos las de mi madre, tan acariciadoras,

tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.

¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,

las que todo prodigan y nada me reclaman!

¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,

me sacan las espinas y se las clavan en ellas!

Para el ardor ingrato de recónditas penas,

no hay como la frescura de esas dos azucenas.

¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias

son dos milagros blancos apaciguando angustias!

Y cuando del destino me acosan las maldades,

son dos alas de paz sobre mis tempestades.

Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,

porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.

Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;

¡Son las únicas manos que tienen corazón!

(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:

aprended de blancuras en las manos maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,

cuando tengo las alas de la ilusión caídas,

¡Las manos maternales aquí en mi pecho son

como dos alas quietas

...

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