Poemas: Madre
HorteEmilyInforme25 de Abril de 2015
1.998 Palabras (8 Páginas)269 Visitas
Madre
María Dolores Ouro Agromartín
Madre,
¿quién conoce su valor
hasta que se pierde?
Madre,
Preciosas letras que,
Percibiendo el cariño y ternura,
Balbucea el bebé.
Madre,
Tú siempre ahí,
Tus desvelos,
Tus angustias,
Tus noches de insomnio
Parecieran cobrar el precio
De los días de ensueño,
Pero tu amor sin límites
No pone tiempo al sufrimiento.
Madre,
Siempre dispuesta,
Siempre amante,
Un apoyo constante,
Cerca y lejos,
Siempre al alcance.
Madre,
Un año más ha pasado
Y en tu rostro se dibujan
Los primeros surcos de la edad,
Pero esos te hacen aún más bella,
Pues el tiempo no pasa
En tu entereza,
En tu corazón siempre amante
Y en tu capacidad de entrega.
Gracias madre, por estar a mi lado,
Gracias madre, por darme todo en tu persona,
Gracias madre, por tu amor constante,
Gracias madre, por tu presencia invariable,
Gracias madre, siempre amiga, siempre amante.
A mi Madre
Manuel Gutierrez Nájera
(otra vez gracias Fer)
¡Madre, madre, si supieras
Cuántas sombras de tristeza
Tengo aquí!
Si me oyeras, y si vieras
Esta lucha que ya empieza
Para mí!
Tú me has dicho que al que llora
Dios más ama; que es sublime
Consolar:
Ven entonces, madre y ora;
Si la fe siempre redime,
Ven a orar!
De tus hijos el que menos
Tu cariño merecía
Soy quizás;
Pero al ver cual sufro y peno
Has de amarme, madre mía
Mucho más.
¡Te amo tanto! Con tus manos
Quiero á veces estas sienes
Apretar!
Ya no quiero sueños vanos:
Ven ¡oh, madre! que si vienes
Vuelvo a amar!
Sólo, madre, tu cariño.
Nunca, nunca, se ha apagado
Para mí!
Yo te amaba desde niño;
Hoy la vida he conservado
Para tí!
Muchas veces, cuando alguna
Pena oculta me devora
Sin piedad,
Yo me acuerdo de la cuna
Que meciste en la aurora
De mi edad.
Cuando vuelvo silencioso
Inclinado bajo el peso
De mi cruz,
Tú me ves, me das un beso
Y en mi pecho tenebroso
Brota luz!
Ya no quiero los honores;
Quiero sólo estar en calma
Donde estás;
Sólo busco tus amores;
Quiero darte toda mi alma
Mucho más!
Todo, todo, me ha dejado;
En mi pecho la amargura
Descansó;
Mis ensueños me han burlado,
Tu amor sólo, por ventura
Nunca huyó!
Tal vez, madre, delirante,
Sin saber ni lo que hacía
Te ofendí.
¿Por qué, madre, en ese instante,
¿Por qué entonces, vida mía.
No morí?
Muchas penas te he causado.
Madre santa, con mi loca
Juventud.
De rodillas á tu lado
Hoy mi labio sólo invoca
La virtud.
Yo he de ser el que sostenga
Cariñoso tu cansada
Ancianidad.
Yo he de ser quien siempre venga
A beber en tu mirada
Claridad.
Si me muero — ya presiento
Que este mundo no muy tarde
Dejaré,
En la lucha dame aliento,
Y á mi espíritu cobarde
Dale fe.
Nada tengo yo que darte;
Hasta el pecho se me salta
De pasión:
Sólo, madre, para amarte
Ya me falta, ya me falta
Nadie como ella
de mañana, tarde y noche,
siempre a mi lado te veo,
velando sobre mi vida sin
descansar un momento.
¿Cómo haré para pagarte,
a tí, que nunca has pedido
más recompensa que un beso?
¿Cómo haré para pagarte,
Madre, si yo nada tengo ,
y lo que tengo no es mío
pues todo a tí te lo debo?
Pídeme lo que quieras
que siempre pedirás menos
de lo que tú te mereces
y de lo que te debo.
Infancia:
El delantal atado a tus caderas,
tus manos espumosas de jabón
jabonando mi pecho de manera
que lavabas el propio corazón.
Corazón de muchacho pendenciero
que odiaba a cura y sacristán, y quiso
hacer de ellos aves de mal agüero
sin maternal permiso,
ganado seis azotes en el cuero.
¡Madrecita linda!…
¡Si te quiero mucho!…
¡No me pegues más!…
¡Muchachito lindo!…
¡Yo también te quiero!…
¡Déjame pegar!…
Y el diálogo a voces:
una de amenaza, otra de rogar,
terminaba siempre con beso y promesa
de eterna humildad.
¡Aroma de maíz recién molido!…
el humo de las viandas… ¡Mesa puesta!…
Mi madre tiene corazón de nido
y en él dormí, para soñar, la siesta.
Los pájaros, el agua, la lejía,
la ropa a componer, todo tenía
en su rutina gris una alegría…
Con el oro del sol que se ponía
troquelamos monedas deslumbrantes,
y en platino de luna que caía
montamos los diamantes
de tus mejores besos, madre mía,
dulce como la miel de los panales
y buena como el pan de cada día.
Tus manos eran hadas, nos vestían.
Tu plegaria era luz: nos alumbraba.
Y música tus besos: nos dormían
al calor del amor con que besaban.
Madre, cuanto tú no estés…
Alí Al Haded
Regaré con mis lágrimas ¡oh madre! el jardín
de la casa y del patio los malvones;
será cuando palpiten tu ausencia los geranios
y lloren las gardenias
y emitan su delicado aroma
las hortensias y el Jazmín
Flor y tallo se acuclillarán sobre la gramilla
en un pésame de marzo
y llorarán las margaritas en abril
y florecerá el lirio junto con el nardo
y tú ¡madre!… ¡tú estarás allí!
Regaré con mis lágrimas ¡oh madre! el jardín
de la casa y del patio los malvones;
será cuando palpiten tu ausencia los geranios
y lloren las gardenias
y emitan su delicado aroma
las hortensias y el Jazmín
La rosa acostumbrada a tus caricias
y al poema de tus manos
no se enamorará jamás de otros dedos
y en una eterna despedida
vistiendo un tul de terciopelo
exudará su néctar más amargo
dejando en él aprisionado tu recuerdo
Y renovará sus pétalos cada primavera
¡oh madre!
y multiplicará sus espinas
(porque el dolor es parte de la vida)
y será la reina de las flores
¡la más bella del jardín!
y lo hará por ti ¡oh madre!
y lo hará por ti
Y el vocero del rocío
en una madrugada ya anunciada
proclamará que tú te has ido
pero el jardín lo negará
¡porque tú serás la rosa!
Regaré con mis lágrimas ¡oh madre! el jardín
de la casa y del patio los malvones;
será cuando palpiten tu ausencia los geranios
y lloren las gardenias
y emitan su delicado aroma
las hortensias y el Jazmín
Las manos de mi madre
Alfredo Espino
Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!
Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.
Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).
Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡Las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas
...